RIQUEZA Y ABUNDANCIA
Con el tiempo o tal vez con la prisa o probablemente por simple desidia o despreocupación, hemos dejado de sentir el profundo significado de las palabras. En algún momento de nuestro transcurrir hemos comenzado a ignorar cosas básicas y también fundamentales para un mejor entendimiento y existencia.
Hablamos de riqueza y enseguida pensamos en posesiones, en tener de todo y mucho. Supongamos por un momento que cuanto soñamos y cuantas cosas pudiéramos desear estuvieran ya en nuestras manos, fueran una realidad en nuestras vidas. ¿Significaría eso que seríamos ricos? ¿No habría más cosas que desear, más cosas que tener, más que acumular o que buscar? Por supuesto que sí.
La riqueza no es solo un mero acto de acumulaciones, pues siempre habría algo más que desear, siempre faltaría algo que no tendríamos.
La riqueza engloba aquellas cosas de las que nos vamos agenciando a lo largo del camino, todo lo que es válido para realizar nuestra tarea, y que se denomina así porque nos va enriqueciendo. No tiene por qué ser algo disparatado, algo imposible e incluso una desmesura. ¿Es riqueza todo lo que nos procura consuelo, aliento, libertad, vida, esperanza, amor, quietud, silencio, calma? Por supuesto que sí y donde más y mejor se puede guardar es el corazón, donde siempre hay espacio suficiente para la mayor de las riquezas.
¿Ser rico significa estar en gracia, vivir en armonía, gozar cada instante, vibrar con cada detalle? Sí, ser rico es saber valorar, sin diferencias, con total honradez, la verdadera valía.
¿Es rico quien más se afana en las cosas, quien tiene palacios, casas lujosas, exuberantes jardines, enormes cantidades de dinero en el banco? Si entendemos que poseer es tan solo eso, poseer, entonces sí, es de suponer que es rico. Pero la verdadera riqueza es la que mejor se comparte, la que podemos hacer que se convierta en abundancia y se refleje en todo lo que hagamos.
A medida que sueltas, que permites recibir a otros los que a ti llega a manos llenas, estás fortaleciendo el orden primigenio, acentuando el propósito generoso del universo, la forma en que el sol actúa con el mundo, llevando luz y calor a todos los rincones.
Si observáramos ese pequeño matiz, esa minúscula diferencia, veríamos que no es más rico quien retiene, sino quien comparte.
La abundancia es común al hombre, que no ha venido aquí a sufrir indecibles lamentaciones y faltas, sino que está en este o en cualquier otro mundo, para vivir las múltiples posibilidades y obtener lo mejor de cada momento y lugar. Estamos destinados a llenarnos, a gozar de la abundancia en su totalidad. Y nada puede arrebatarnos este derecho, nadie puede mermar este principio, no tenemos ninguna justificación para hacerlo, dado que para nosotros queremos lo mejor, tenemos igualmente para los otros que querer lo mismo. Y eso significa compartir, generar de la tanta, poca o mucha riqueza, una gran e inagotable abundancia, capaz de abastecernos a todos.
Antonio Quero