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Estimado Sr. Amor:

        Me dirijo a usted con la intención de agradecerle nuestros encuentros y momentos compartidos, los cuales han dejado una huella indeleble tanto en mi corazón como en mi mente.

         Me siento persona afortunada al haber sido honrada por el embrujo que producen sus efectos, por la dicha de la que me ha hecho partícipe en numerosos momentos. Aquellos en los que una cálida sonrisa me estremecieron, unos besos robados me regaron de dulces mieles, una caricia me hizo perder la noción del tiempo o el susurro entre unos brazos apasionados, derritieron mi corazón.

         Los mejores momentos de mi vida han sido compartidos con Usted. Desde que nací y la diosa Fortuna me lo presentó, le tomé tanto aprecio que lo he invocado en numerosas ocasiones anhelando gozar con sus mágicos efectos, sin cansancio ni hartazgo alguno.

         Como espíritu libre que es, se me ha mostrado cuando así lo ha estimado oportuno, incluso aunque yo haya querido obviarlo, apareciendo de improviso, poniendo mi vida patas arriba cuando en mi profundo dolor, sentí que ya no me visitaría más. Sin embargo, me devolvió la ilusión por vivir, por creer en un futuro que se me antojaba oscuro. Las mariposas volvieron a revolotear por mi cuerpo y la luz se encendió en mi camino. Porque si algo he aprendido al conocerle, es la incertidumbre que le caracteriza, resultando bienvenido a cualquier edad, en la más inesperada circunstancia y personificado en alguien, con quien ni alcanzábamos imaginar pudiéramos disfrutar con la pócima que vierte sobre nosotros.

         Es curioso en la diversidad de formas en las que Usted se nos manifiesta. Yo lo he sentido cuando mi madre me ha consolado de mis penas o compartido mis alegría. También en romances tan pasajeros como intensos o cuando el abrazo sincero de un amigo me ha llenado de gozo.

         Se me presentó antes de que mis hijos llegaran a mi vida, porque sin ni siquiera verlos, ya los quería. ¡Que gran poder tiene sobre los mortales Sr. Amor! ¡Con que destreza mueve los hilos de nuestras efímeras existencias,las cuales se muestran sin sentido a falta de su presencia!

         Me ha hecho flotar como un corcho en el mar, mientras me mecía entre sus placenteros brazos, llevándome sin remedio tanto a la deriva como al más maravilloso de los paraísos. Momentos y sensaciones indescriptibles al ser bendecidos con su dulce aroma.

         Le suplico que no me abandone, cediéndole gustosamente las riendas de mi vida. Ayúdeme a compartirlo con los que me rodean y a no olvidar que siempre que lo anhele, allí estará, en los rincones del alma, y los pliegues de la vida. En la cara oscura del dolor y la desesperación y en el brillo de una nueva ilusión.

         Sin más, de nuevo agradeciéndole todo lo que ha hecho por mí, y con la esperanza de continuar recibiendo sus bendiciones, le envío un entrañable saludo. Su incondicional,

Sierva del Amor.

Carmen Trella Vida

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