La poesía debe ser bien tratada – A TODA COSTA
Hace muchos años yo creía que los poetas imaginaban las cosas que decían
Que estas no se ajustaban a lo cierto y que por lo general estaban poseídos de excesiva ingenuidad.
Me esforzaba en averiguar qué podían decir sobre la vida y la muerte, el amor y el odio, el ayer y el hoy, el ruido o el silencio, el gozo o el llanto.
Como dijo Salomón: “Existe un tiempo para reír y un tiempo para llorar”. Y entre esos dos espacios hay tal cantidad de matices que realmente no se puede decir que perdamos el tiempo en este mundo.
El poeta intenta atrapar con afán el momento para escuchar lo que dentro de él, le revela la inspiración, entonces lo transforma en poema que encandila, cautiva, emociona y sobre todo, hace pensar.
La añoranza también ayuda, pero la verdadera, no esa de aparente retórica, impostando emociones o llorar a moco tendido en medio de familiares, amigos o espectadores.
Nostalgia de los arroces que comías de joven. De aquel postre casero de mazapán con frutas escarchadas. De tus viajes en carro tirado por caballería a través de polvorientos caminos. De encuentros y desencuentros. Del primer dinero que conseguiste trabajando. De aquel primer beso.
En definitiva el poeta debe saber llegar y tiene que transportar el elixir del sentimiento engarzado en sus líneas, transmitiendo con bellas palabras y armoniosas cadencias “algo” atrapado a la vida, que motive las fibras del sentir, la razón, los valores, y te lleve a la meditación como lector o espectador.
Y si capto esos matices, si me doy cuenta del privilegio de echarlos de menos, lo comparo con la indiferencia que nos envuelve nuestra actual sociedad, con la enemistad, con el “yoismo” de este mundo desnortado, y mido el arraigo con el desarraigo, tal vez pueda escribir un poema.
Creo que hoy entiendo a los poetas.
Francisco Ponce Carrasco