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No se debe justificar la violencia

No hay verdadera libertad cuando la violencia sólo se condena para una de las partes implicadas y no para ambas. Eso es lo que está ocurriendo cuando sólo se ve desde un lado. Las protestas iniciadas o incitadas desde el apoyo de unos jóvenes radicales pidiendo la libertad para el rapero Pablo Hasél han producido disturbios en algunas concentraciones de nuestra geografía, véase Cataluña, Navarra, Valencia, Madrid, Málaga y Granada, entre otras más. Como consecuencias de los actos violentos de las manifestaciones, han lanzado algunos objetos (piedras, botellas) contra los agentes de los Mossos de Esquadra o policías, agresiones contra periodistas y se han producido saqueos de establecimientos y destrozos de mobiliario urbano, o quemas de contenedores. Habiendo detenidos, pero también heridos en toda una contienda, barricada o batalla campal. Aunque algunas al principio habían empezado de forma pacífica y festiva, pero después han desembocado en los primeros grupos violentos y los primeros encapuchados. Es evidente que han optado por la violencia para mostrar su desacuerdo y se han producido cargas por parte de la policía. Por su parte, la concentración de centenares de personas que se ha producido este sábado en Madrid, para pedir la libertad de Pablo Hasél ha finalizado sin incidentes ni detenidos, según han informado a Europa Press fuentes policiales. Bajo la pancarta «libertad Pablo Hasél», los manifestantes han protestado por la encarcelación del rapero, de manera pacífica, llegando incluso la concentración a desarrollarse bajo un ambiente reivindicativo en el que se han podido ver a algunos manifestantes cantando y bailando, y eso es otra cosa porque para eso sí debemos manifestar libremente nuestra opinión siempre que se respete los derechos de los demás y de los bienes o propiedad ajenos.

Se trata de exigir libertad de expresión, manifestada en una necesaria libertad de pensamiento como diría E. Lledó, pero será manipulación, si por el contrario expresa una obediencia ciega a viles pasiones sin detenerse a pensar en las consecuencias. De este modo se da la espalda al respeto y la libertad del otro, estereotipo del tópico dócil y víctima e inofensivo, cuando realmente al transgredir las normas justifican sus actos violentos. Así pues, se deja ver una violencia cuanto menos peligrosa y que se está yendo de las manos, con deseo y voluntad que también se está corrompiendo, y alejada de una buena intención de vigilar a los vigilantes como diría Platón. En esa línea se deja traslucir un libertinaje que se enfrenta a la libertad, la posibilidad de soñar o vivir en un mundo más justo, pero no es así si se impone el terror. En analogía, a este respecto, señalo que los actos trágicos que inducen miedo, es no ser libre, se parece más a la esclavitud, mediatizada por determinados actos vandálicos y prejuicios (y a su condición de servilismo consecuencia de ser amedrantado, como diría Nietzsche). En realidad, constriñe, está atrapada, cierra puertas a la razón, que crea monstruos y condena a opciones menos racionales de hombre de sentido común. En el conflicto no se trata sólo de exigir responsabilidades cuando no se hacen las cosas bien. El problema estriba en que se ha alimentado una expectativa que no encuentra espacio para el diálogo. Así no se puede persuadir ni confiar en quien quema o lanza contenedores, no es difícil, lo difícil es retirar la basura y los desperfectos hechos voluntariamente y con ensañamiento cada noche. Cabría preguntarse hasta qué punto se es dueño de este tipo de actos, pues su reivindicación pierde credibilidad. Se ponen al descubierto las tensiones sociales de inhumana intransigencia y alienación que trata de justificar el vacío que se ha instalado en la existencia del individuo la vida del todo vale, más alejada de la comprensión. Seguimos manipulados, como diría Descartes, pues deberíamos actuar en función de la razón del mejor pensamiento, ya que si usáramos la razón correctamente todos llegaríamos a las mismas conclusiones. Eso sí puede vulnerar la seguridad y la vigilancia de las leyes, o puede tambalear la democracia y no gozar de normalidad.

Francisco Velasco Rey

Churriana de la Vega web

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