Fortalecer nuestro exterior para engrandecer nuestro interior
Tengo la sensación de que se sigue sin atender lo suficientemente la educación emocional, lastre para una educación demasiado competencial en el sentido más literal del término. En una época donde prevalece el racionalismo frente al espiritualismo que no es sentimentalismo, cabe de todo menos auténticos sentimientos. Otra cosa era o es el sentido común que por cierto, desaparece cuando afecta al bolsillo o a la débil economía que padecemos en la navidad más triste e incierta de nuestro S.XXI.
El caso es que el desempleo se ha incrementado hasta un empobrecimiento significativo, que lleva aparejado un “sinpoder vivir” para muchas familias, que no saben o no pueden, sin salirles las cuentas para no cerrar sus negocios, y no digamos la hostelería si no se les ayuda. Parece ser que lo que más importa sigue siendo la “burrocracia digital” de papeles y más papeles para cobrar la renta mínima, o reducir impuestos o aplicar los ertes; sin facilitar ni satisfacer realmente sus necesidades lo mismo que ocurre respecto a los resultados de evaluación educativa a la que cualquier docente se tiene que enfrentar, para justificar que lo importante es el no abandono escolar y la igualdad de oportunidades pero nada preocupante el abandono del esfuerzo, y el respeto por los que quieren estudiar, dejando toda la responsabilidad en manos de unas intenciones, que nunca se llevan a cabo debidamente, en el respeto a la convivencia ni a la hora de decidir la promoción de un alumnado no preparado. Más de lo mismo del “vuelva usted mañana” equivalente “a marear la perdiz”.
Como si lo que siempre y es lo único que importa es la valoración de la religión frente a una materia alternativa. O sobre la lengua vehicular o no, para no o sí crear discriminación lingüística, es decir, para minusvalorar la lengua española aunque tímidamente el Tribunal Superior de Justicia la exija en un 25%. Pero en esta época de incertidumbre, de ausencia desgarradora de valores, de mentiras que se impone a la verdad, de zancadillas y manipulación en el lenguaje, donde se adolece de un espíritu crítico, enriquecedor y respetuoso con las diferencias de opinión; en el que lo que suma no se tiene en cuenta, ni hay pactos por los intereses generales sino conflictos o diatribas para sobresalir y avasallar al contrario.
Hace falta más que nunca el sentido común y la solidaridad con el prójimo, o más desfavorecido, donde la lucha contra la injusticia debería ser un baluarte que nos haga recapacitar y pensar hacia dónde vamos por derroteros cada vez más descaminados o perdidos en un mundo de frágil y dudosa humanidad, respecto a los que quieren trabajar o estudiar.
En un mundo de hipocresía y postureo, en el que la vanidad está más valorada que la verdad o autenticidad. Lo digo porque llega una época con la navidad que se presta a ello, pero para que la Navidad tenga verdaderamente su sentido, debe extenderse cuanto menos a muchos otros días del año, en que la gente se juega la vida para buscar refugio en paraísos de otros territorios, que no cumplen sus expectativas, ni lo prometido a personas que no tienen recursos para tener o mantener un trabajo o los requisitos básicos de luz, agua y alimentos para sustentar a su familia, después de sentirse abandonados. Con unos gobiernos que en vez de hablar sólo de los problemas, deberían afrontarlos y arreglarlos, porque no deberíamos ser tan maquiavélicos, ya que pocos ven lo que somos y muchos ven sólo lo que aparentamos. Lo importante es que cada cual aporte lo mejor para el otro.
En este sentido hay que pensar más en lo que la gente necesita, no en lo que quiere oír. Por eso no hay que callar, el silencio es cómplice de la mentira de la zona de confort en la que los gobernantes se sitúan. Hay que actuar con la cabeza pero no hueca, sobretodo si es con la sinceridad del corazón, porque los que presumen de amigos o empatía, no se van cuando los demás se marchan, pues “un verdadero amigo es aquel que llega cuando todos se han ido” como diría Albert Camus. Porque muchos critican por lo que ven pero pocos lo hacen por lo que saben…
Francisco Velasco Rey
Profesor y Escritor
Almuñécar-Granada