EL CAMPO AGRÍCOLA
Campo, campo, campo.
Y entre los olivos
los cortijos blancos.
A nadie se le escapa que vivimos en una sociedad saturada de información, pero lo triste es que la mayoría de las noticias son malas: corrpciones, escándalos, injurias, robos, desahucios, destrucción de empleo, de empresas… son tantas las noticias que la de hoy tapa y olvida la de ayer, la corrupción de hoy será olvidada por el escándalo de mañana. Así ha ocurrido con el clamor y la manifestación de los agricultores de hace unos días con sus tractores en las carreteras pidiendo justicia, ayuda del Gobierno, pero ese clamor fue silenciado por otro mayor: el coronavirus que era el grito de muerte.
En estos ya muchos días de arresto domiciliario me he dedicado, entre otros quehaceres, a poner un poco de orden en mi pequeña biblioteca en la que guardo revistas de tiempos pasados y entre ellas me encuentro una editada en el año 1962 en la que habla del campo en España. Son charlas de un Ingeniero Agrónomo a unos niños de pueblo. Comienza así:
–“El campo de España es su primer tesoro. El campo de España es su primera fuente de riqueza. El campo alimenta a los hombres y animales. Del campo salen casi todas las materias primas para la industria. Por eso España tiene que cuidar mucho sus campos y tiene que ayudar a los agricultores. Cuando un solo agricultor tiene muchas tierras no puede cultivarlas bien y por tanto producen poco. A esto se le llama latifundio…”
Como se puede ver antes hasta los niños sabían lo importante que era el campo y todos ayudaban a sus padres a trabajarlo, respetarlo y cuidarlo. Ahora ante los hechos acaecidos estos días pasados, nos preguntamos ¿Saben el Ministro de Agricultura, el de Trabajo, el de Industria y los gobiernos al completo la importancia que tiene el campo y los agricultores?
En aquellos años para solucionar la improductividad de los latifundios existía el Instituto Nacional de Colonización que les compraba parte de esas tierras, hacía parcelas y las repartía entre los agricultores que querían trabajar y además les daba abonos, aperos de labranza, animales, incluso vivienda. Era una forma de repartir la riqueza. De esta manera grandes extensiones de tierras estériles y desérticas se convirtieron en hermosos vergeles, pues se animaba a plantar árboles y así nació aquel lema que decía: “el que plantó siquiera un árbol, no perdió su vida”. Así surgieron 200 pueblos nuevos en grandes zonas que antes estaban desiertas y abandonadas. Y para que todos los trabajadores estuvieran protegidos y cubiertas todas sus necesidades se promulgaron muchas leyes entre las que destacamos:
_ En 1942, primera Reglamentación completa sobre jornadas laborales, horarios, condiciones, higiene, etc.
_ El 14 de diciembre de 1942 se promulga la Ley del Seguro Obligatorio de Enfermedad, y para dar cobertura a esta Ley se constituyó una red hospitalaria de la Seguridad Social: 292 residencias hospitalarias, 500 ambulatorios, 425 consultorios y 96 residencias concertadas.
“Por otra parte, continua el Ingeniero explicando, en muchos lugares existían los minifundios que es lo contrario del latifundio, tierras muy divididas, pedazos muy pequeños de tierras. Un mismo propietario tiene un trozo de tierra en un sitio y otros trozos en sitios diferentes y aún lejos, y gasta mucho tiempo en ir de un sitio a otro, y tampoco puede usar maquinaria”.
¿Cómo solucionaban este problema los gobiernos de aquellos años? Pues a través de la Concentración Parcelaria que distribuía de nuevo las tierras, de modo que cada labrador tuviese todos sus pequeños trozos de tierra juntos. Y otra nota a destacar, se introdujo en España el cultivo del algodón. Y no menos importancia tuvo el empuje del cultivo del olivo y la repoblación forestal.
De nuevo tenemos que preguntarnos ¿Son sensibles los poderes públicos al valor que tiene en España el campo? A pesar de las muchas dificultades, nadie puede ocultar ni ignorar la dura realidad de que España es ante todo un país agrícola que se salvará o pasará hambre gracias al campo y a sus agricultores que son verdaderos héroes enfrentándose todo el año a los “elementos” que diría el rey Felipe II, a los que se suman los otros elementos más perniciosos aún que son los impuestos, los seguros los combustibles, los abonos, el agua, los fitosanitarios, la competencia desleal, las injusticias, los intermediarios y un montón de imponderables. Los agricultores viven siempre en continua tensión, de sobresalto en sobresalto y trabajando de sol a sol, y con muy poco reconocimiento y menos aún de ayudas.
En estos días tristes del coronavirus también se han comportado como héroes dándole de comer a los 47 millones de personas. Han olvidado sus justas reclamaciones y se han dedicado a lo que realmente importaba: dar de comer a los españoles. Esto no quita que cuando esta situación triste que nos trae la enfermedad y la muerte, los agricultores continúen con sus justas reclamaciones al Gobierno pues si renunciamos a ser martillo no tenemos más remedio que convertirnos en yunque, y ya llevamos los agricultores demasiado tiempo siendo yunque.
Como homenaje a los agricultores sirvan estas palabras de un poeta: “el que siembra un campo, cultiva una flor o planta un árbol es superior a los demás”.
JOSÉ ANTONIO BUSTOS