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LEVANTEMOS NUESTRO OLIVAR. NO PODEMOS PERMITIR QUE MUERA

Estimado lector, en la línea crítica que me ocupa, hoy y siempre vengo a movilizarme de modo permanente y solidario por nuestro olivar porque es nuestra esencia, lo que ha permitido que numerosas familias humildes hayan tenido un medio de bienestar y de vida, gracias al sudor de su trabajo y manteniendo lo que tantos padres han luchado por dejar a sus hijos. Movilizaciones por el olivar, pues el futuro de 11 Comunidades Autónomas está en juego. Las organizaciones agrarias: ASAJA, COAG, UPA, e Infaoliva entre otras han convocado tractoradas, concentraciones y manifestaciones en Andalucía, Aragón, Castilla y León, La Rioja, Extremadura, Galicia y País Vasco. En la veintena de febrero han salido a la calle ya los agricultores y ganaderos de casi toda España: sobretodo uniéndose a Andalucía, Cantabria, Castilla-La Mancha, Madrid y Murcia. “En defensa de su futuro” los agricultores y ganaderos de toda España han llevado a cabo su mayor protesta histórica, han colapsado e iniciado la primera oleada de movilizaciones y protestas para denunciar la grave situación de falta de rentabilidad que atraviesan sus explotaciones y el hartazgo o hastío ante los ataques que están recibiendo.  Y como no podía ser de otra forma, una pancarta de Andújar, pueblo vecino de Valenzuela me duele porque es su corazón el que necesita salvar porque se desangra: «Con bajos precios nuestro olivar se muere» ¡Jaén, desaparece! Sí me duele que se abandone en la UCI y que no se respete sus 365 días de esfuerzo al año, para que multitud de familias puedan comer; me duele que no se respete su dignidad porque solo piden vivir como siempre de su trabajo, tantos pueblos aceituneros repartidos por la geografía española. Por eso, por una parte, los agricultores no pueden más, están al límite si no se pone remedio. Los bajos precios en origen afectan cada vez a más cultivos, y los costes de producción se disparan; la renta agraria va cayendo a un ritmo lamentablemente considerable, y a esto debemos añadir las dificultades para exportar (aranceles americanos, el Brexit, el veto ruso…) y el temido recorte de las ayudas comunitarias que anuncian desde Bruselas.

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Por otra parte, la situación de ruina, de impotencia y de malestar es general y en este contexto desde las organizaciones agrarias convocantes se reclaman medidas de apoyo que vengan a paliar los graves daños que están padeciendo. Les preocupan los desequilibrios que aún persisten entre los distintos eslabones de la cadena en la conformación de los precios y la falta de rentabilidad que sufren las explotaciones. En un momento en que tanto se habla de la brecha y del reto climático, de la España rural abandonada o vaciada y del necesario desarrollo del medio rural, no se puede olvidar al sector agrario. Por ello se pretende que con este proceso de movilizaciones, las Administraciones competentes tomen conciencia de la gravedad del problema y se pongan en marcha verdaderas políticas de apoyo a un sector estratégico de nuestra economía, que además contribuye de forma esencial al mantenimiento del medio rural y del espacio natural.

El aceite de oliva está atravesando una brutal crisis de precio al estar por los suelos, se hunde por el valor injusto del producto, al estar por debajo para cubrir los costes de producción, de modo que les cuesta el dinero o las cuentas no salen para los olivareros que no dan crédito ni salen de su asombro por lo insólito de la situación, ya que aunque nuestra cosecha oleícola es alta,  y es baja en los países productores competidores (como Italia, Grecia, Turquía, Marruecos y Túnez); sin embargo el desplome de precios no cesa. La situación insostenible e incomprensible ha puesto sobre la mesa algunas medidas lentas que no han dado solución como el almacenamiento privado para estabilizar el mercado, u otras posibles como una posible intervención estatal, o autorregulación para atajar el problema de la caída libre de precios ante intermediaciones, comercializadoras y grupos de distribución. Este lamentable contexto de ruina en España, donde la caída de los precios en origen no se ha reflejado en el mismo porcentaje al consumidor, significativamente contrasta con la situación de mejores precios de Italia. Los precios del aceite italiano están muy altos, del orden de hasta 6 euros el kilo, un aceite similar o incluso de peor calidad que el español, pero que se vende al doble de precio.

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Por tanto, estamos en alerta de cierre de almazaras por la amenaza al campo si seguimos malvendiendo, según la Asociación Española de Municipios del Olivo (AEMO).

Con las acciones de protesta, los manifestantes olivareros quieren que toda la sociedad sea consciente del importante papel que juega “el oro líquido” en la economía española. Señalan que quieren que no les quiten el pan de su vida, pues el aceite del olivo si no se protege no da para vivir como venía siendo habitual; dejando de ser el sostén de la mayoría de las familias no sólo andaluzas sino de doce Comunidades Autonómicas de España. Asimismo nos muestran las consecuencias que podrían derivarse de la falta de apoyo a la agricultura y defensa del Gobierno de la nación ante la obstrucción o desidia irresponsable de los responsables de la toma de decisiones, con sede en Bruselas, de la Unión Europea(UE) porque no pueden dejar que miren para otro lado

La protesta basada en bloqueos de carreteras, del sector olivarero viene secundada también por la del resto de agricultores y ganaderos del país. La gran movilización que se está llevando a cabo no resultará eficaz si no intervienen las distintas Administraciones Estatal, Autonómica y Local al unísono de manera conjunta, pues depende de un esfuerzo global que repercute y afecta a todos los ámbitos de la población, independientemente de la ideología que los representen territorialmente ya que estamos hablando de intereses generales. Así pues, se trata de problemas de Estado, como otros problemas básicos como la salud, la educación o las pensiones, que de no ser así y al no abordarse en unidad, conjunta u holísticamente no da los resultados que deberíamos de esperar. Y el campo somos todos, porque se trata de nuestro espacio o territorio, de nuestra madre “Tierra” que nos alimenta y por la cual estamos vivos pero los bajos precios no lo dejan vivir. En un sentido figurado los agricultores están en peligro de extinción: «Si desaparecen, ¿quién producirá los alimentos que nos dan de comer y son nuestro futuro?» Porque ganarse la vida con el campo, es una carrera cuanto menos contra todo tipo de adversidades climatológicas como fitosanitarias. Porque las cosechas de nuestros olivos nos han ayudado en tiempos difíciles, dándonos a todos cobijo y respiro a nuestra economía. En este sentido se necesita como venimos argumentando: un paro, huelga, o manifestación en general de toda la población porque todos nos vemos afectados, y raro es el caso de que no haya alguien con alguna vinculación agraria o con el campo. Eso sí es un problema que nos toca a todos, vivamos o trabajemos en distintos ámbitos laborales; luego os invoco intelectuales, jueces, políticos, estudiantes, artistas y jornaleros… “muévanse también por lo que es suyo, todos somos capaces de sentir el dolor o la alegría de los nuestros”. Se trata de unirnos y no de separarnos, es un problema del pueblo y no político. Aun así no es menos cierto que la tarea no es fácil y supongo que habrá quien no esté por la labor, pero como el problema “va para rato” y no es coyuntural, nos ofrece la oportunidad y la primicia de empezar a defender lo que nos interesa a todos, y no lo que nos divide. La historia está plagada de errores que nos deben enseñar a no tropezar en la intransigencia o intolerancia, sino servir de aprendizaje. En definitiva lo que pretendo es que aunamos espíritu unamuniano para que podamos convencer y comprender que vivimos gracias a lo que cultivamos, y que todos ganamos. No obstante se podrían estimar muchísimas razones más para considerar que no podemos ni debemos permitir que “el campo se nos muera”, no se puede permitir que no se nos escuche nuestra propuesta y no se oiga nuestra voz, que es el alma del pueblo, la que el poeta Miguel Hernández “levantó”, reclamando su dignidad y “lo suyo ante un devenir incierto”, y que representa a más de la mitad de la población española.

Tanto es así que de un tiempo atrás, nadie escucha las necesidades de los aceituneros, nadie se hace eco de la “Crónica de una muerte anunciada” como diría García Márquez. Las regulaciones que se crean en los gobiernos de Europa y de España dejan mucho que desear para nuestros intereses, allí dan la impresión de que no tienen ni idea de cómo viven realmente nuestros agricultores con agravio comparativo con los italianos. De ahí que finalmente si nos importa nuestro patrimonio milenario por excelencia y el que más nos honra, el objetivo de mejora del precio y protección de nuestro aceite es lograr una política agraria razonable y competitiva donde se intervenga a nivel nacional y europeo.

Francisco Velasco Rey

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