Portada » EL ÁRBOL DE NAVIDAD

Enero, febrero, marzo… tempus fugit. Los meses han ido pasando y ya parpadean de nuevo los resplandores de las luces que adornan las ciudades como avanzadillas de una próxima Navidad. Las ciudades se embellecen con el centelleo luminoso que adorna calles y plazas compitiendo por ver cual es el más bello y más cantidad de luces tiene, cual ascuas de oro y fuego, brillando en las frías noches de diciembre.

          Lo que en un principio ese alumbrado era un símbolo de amor a la festividad y motivo para avivar el espíritu navideño, hoy se ha convertido en una competitividad para ver qué ciudad es la ganadora en el lucimiento de dicho alumbrado… iba a decir navideño, pero ya hace años que son diseños totalmente abstractos que no transmiten nada, y, por supuesto, están muy lejos de los clásicos y tradicionales ángeles, estrellas, lazos, y demás motivos alusivos a la Navidad y representativos de esta auténtica celebración: la venida del Niño Dios al mundo.

          Asimismo, la tradición de poner aquellos entrañables belenes en las casas, prácticamente se ha perdido. Incluso, y sin querer meterme en política, Dios me libre, hay localidades en las cuales se ha prohibido montar esos artísticos belenes gigantes para goce de quienes los visitaban. Si acaso, y a modo de tolerancia, han sido trasladados a otros lugares apartados del centro restándoles así el protagonismo que antaño tenían  en el corazón de la ciudad.

Autor poema y diseño: Luis L. Almeida
Autor poema y diseño: Luis L. Almeida

Pero, eso sí, el Árbol de Navidad, ¡ni tocarlo! Actualmente se ha convertido en el auténtico protagonista de estas Fiestas, ya casi paganas, en donde el consumismo reina por doquier.

          ¡A ver quién monta el árbol más alto cual torre de Babel! Con más luces, con los diseños más raros que la imaginación llegue a alcanzar. Un Árbol que no represente nada, ni a nadie, ni a ninguna creencia. Aséptico, no vaya a ser que hiera la sensibilidad de algún colectivo por sus creencias o falta de ellas.

          Pero, ¿cuál es la tradición de dicho Árbol de Navidad que ha llegado a alcanzar tal protagonismo? Recordémosla a grandes rasgos.

          Se cuenta que los primeros cristianos que llegaron al norte de Europa vieron que sus habitantes celebraban el nacimiento de Frey, dios del Sol y la fertilidad. Para ello, adornaban un árbol de hoja perenne en épocas cercanas a la Navidad cristiana. Este árbol simbolizaba al árbol del Universo con la morada de los dioses en su copa y el reino de los muertos en las raíces.

          Al convertirse estos pueblos al cristianismo, cambiaron este significado pagano y con el árbol celebraban el nacimiento de Cristo, que dataron un 25 de diciembre.

          Y continuando con la leyenda, tradición o historia, se dice que San Bonifacio (680-745), que fue quien evangelizó Alemania, plantó un pino que, al ser un árbol perenne simbolizaba el amor eterno a Dios, y lo adornó con manzanas y velas. Las manzanas representaban el pecado original y las tentaciones y las velas representaban la luz de Jesucristo proyectada al mundo.

          Al transcurrir del tiempo, las manzanas y las velas se transformaron en esferas, luces, estrellas y toda clase de figuritas de adorno. Luego vino una nueva tradición, tal es la de poner regalos para los niños. Regalos que con los años se extendió también para los mayores, quienes los reciben con igual ilusión como si fueran niños pues el corazón siempre es joven.

 

O TANNENBAUM

(villancico tradicional alemán, fragmento)

O tannenbaum, o Tannenbaum,

Wie grün sind deine Blätter.

O Tannenbaum, o Tannenbaum,

Wie treu sind deine Blätter¡

Du grünst nicht nur zur Sommerzeit,

Nein auch im Winter wenn es achneit,

O Tannenbaum, o Tannenbaum,

Wie true sind deine Blätter¡

(Traducción)

¡Oh, Árbol de Navidad, oh, Árbol de Navidad!

Cuán verdes son tus hojas.

¡Oh, Árbol de Navidad, oh, Árbol de Navidad!

Cuán fieles son tus hojas.

No solo eres verde en verano,

no, incluso en invierno cuando nieva.

¡Oh, Árbol de Navidad, oh, Árbol de Navidad!

Qué fieles son tus hojas.

 

          Posiblemente, el primer árbol navideño, tal como es en la actualidad, surgió en Alemania en el año 1605 y de allí esta costumbre comenzó a difundirse por toda Europa y el resto del mundo. En España fue traído el año 1870 por una princesa rusa casada con un noble español y Madrid fue la ciudad española donde se colocó el primer árbol navideño.

          En la actualidad hay tanta variedad de árboles navideños como hogares, adornados profusamente con más o menos gusto, aunque todos resultan vistosos y decorativos luciendo bolas, estrellas, guirnaldas, espumillones, pues cada vez hay más variedad de figuritas y curiosos objetos de adorno.

          El Árbol de Navidad nos recuerda al árbol del Paraíso terrenal cuyos frutos comieron Adán y Eva. Al ser de hoja perenne también representa al árbol de la Vida eterna.

           La forma triangular del árbol, generalmente un abeto, representa a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

          Lo que jamás puede faltar es la Estrella de Belén colocada en la cúspide del árbol. Significa la fe que debe guiarnos y nos recuerda a aquella primera estrella que guió a los Magos hacia el portal para, junto con su adoración, ofrecer al Niño Dios sus presentes: oro, incienso y mirra.

          Siguiendo con los simbolismos, las bolas, indispensables también, representan los dones que Dios, generoso, ha repartido a los hombres.

          Y por último, los lazos son la unión de las familias o personas queridas.

 

EL ABETO Y LA LLUVIA

(naïf)

Un pajarito le dijo

que Jesús había nacido

en un humilde portal

junto a una mula y un buey,

ovejas y pastorcitos.

Él también quería adorarlo

mas, estaba prisionero

y con profundas raíces,

imposible era moverse

pues era tan solo un árbol.

Su corazón de madera

con gran tristeza latía.

Deseaba ir a Belén

para acompañar al Niño

aquella noche tan fría.

Al no poder ver al Niño,

qué triste estaba el abeto.

Todos iban al pesebre

para ofrecerle regalos,

¡y él estaba prisionero!

Y de pronto, cual milagro,

cayó una lluvia del cielo

que la tierra remojó

removiendo sus raíces

y arrancándolas del suelo.

Y feliz el arbolito

hasta Belén caminó

cruzando alegre los campos.

Y postrado ante el portal

al Niño Dios adoró.

 

          Alrededor del árbol se han tejido infinidad de historias, cuentos, narraciones. Se han escrito poemas y compuesto villancicos populares que alegres se cantan, o se cantaban, junto al belén. Ha servido como objeto de inspiración para los artistas, pintores, músicos, todo un mundo de fantasía en torno al mítico Árbol, hoy casi símbolo de la Navidad de todos los pueblos, creyentes o no.

          Antes, para sentimiento de los amantes y defensores de la madre Naturaleza, entre los que me cuento, se cortaban millones de árboles con objeto de adornar las casas durante las Fiestas navideñas. Después… eran abandonados desprovistos de aquel oropel con que fueron revestidos. Pobres árboles arrancados de su hábitat para ir a morir secos, inservibles ya, junto a un contenedor. Triste fin para quien en vida pobló los campos, dio asilo a alegres pajarillos y llenó de vida, ornato y alegría el hogar donde fue llevado durante la Navidad.

          Hoy, afortunadamente, hay preciosos árboles artificiales, perfectamente imitados, y no hay necesidad de arrancar de la tierra esos seres vivos con que la madre Naturaleza  obsequió a los hombres para ser cuidados y respetados.

          ¿Árbol de Navidad? Sí… pero junto al belén, alumbrando con sus luces al divino Niño que un año más baja del Cielo para llenar de amor nuestros corazones.

          Feliz Navidad, queridos socios de Granada Costa. Paz, salud y que este año 2020 os traiga muchos éxitos personales y profesionales.

Vuestra amiga Carmen Carrasco

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