Portada » SERENA BELLEZA

Ruge tu vida con impetuosa celeridad, como un sin fin de olas y mares afilados, que cosen e hilan esa serenidad tuya, compás melodioso que llevas al andar, provocando latir en fieles ajenos al verte pasar y palabras que dirían, pero quedan escondidas.

Belleza eres por mares insostenida, belleza eres por océanos sostenida.

Belleza justa de mujer serena que yo acaso si conozco y que incluso la torno bella a mis ojos.

Algunas ventanas con miras crispadas ante la envidia que corroe, siendo su parpadeo oscuro ante la luz que irradia.

Ella que definirla nadie podría, ni el más inteligente, ni el más ignorante, cumbre de ideales inteligentes, pólvora de sensaciones, fragor vaporoso, bendición y regalo de esta vida.

Es su carisma una aurora de lejana letanía, en esta realidad que nunca se ha de perder.

Belleza que atraviesa como un puñal absorto mientras se la observa y se va hundiendo en la carne.

Solo se encuentra brotes en su cuerpo de todas las flores del campo, su cúspide la más alta, su vida serena belleza cumbre de tal abismo, centelleante hasta perder la cordura.

Madre plena, preocupada, entregada, belleza deidad suprema, nadie la ha de matar ni perjurar, solo se la llama y ella siempre responde.

Cielo yo te pido tu azul manto para cubrirla, protegerla, que siempre brille y se le hable de amor.

El miedo no ha de conocerla, porque belleza es de todas las flores, creando un horizonte de colores.

Deshoja mil infinitas espirales y al contemplarla, todos se hacen creer inmortales para blandir su nombre entre nubes, cabalgarán corceles su dócil cuerpo y el verlo yo no seré yo, así como ella será distinta para cada retina.

Ella será hada celestial, ella no entiende de las maldades del hombre, solo pinta de la realidad, todo en color y armonía.

Señorita que calma la sed de las almas durmientes, que desean florecer primaveras preciosas para admirarla.

Osarán vestirse de gala para siempre recibirla como primavera amada, anclada del mar a la montaña.

Vengo a vencer mi propio desespero, rizando como riza su vida el helecho, desde la sombra de una abeja a mi ceniza, no habrá osadía que la nombre mi Dama al hervor de los siglos.

La vi y tímidamente me acerqué a ella, hipnotizado por su belleza serena e insuperable, pocos pasos me separaban de su figura, el tiempo se hizo eterno, como cruzar un desierto o escalar la montaña más alta, tan solo para sentir su aroma y admirar su afamada belleza.

Descubrí la esencia de la hermosura más pura, contemplé su rostro admirado y un servidor se halló sonrojado, su sonrisa maravillosa que enloqueció mi corazón, como el de tantos otros.

Observé sus ojos que reflejaban una bondad única y sus cabellos que caían como un torrente de dulces melodías.

Admiré la forma de sus labios con pasión, aprecie su piel delicada como el vuelo de las golondrinas, admire su andar, ordenado y despreocupado.

Y sufrí por no poder besar esas que llegué a imaginar, sus manos cálidas y placenteras por no hallarse en cercanía, si no en tal lejanía.

Fue una niña coexistiendo en breve en una verdadera mujer, su ternura se impregnaba en el aire y algunos se esforzaban por hacerla suya.

Siendo libre e invulnerable a la maldad, por todos admirada y reclamada, mi espíritu se tranquilizó por momentos al sentir su silencio y ella descubrió su propia felicidad, en sus breves palabras.

Su maravillosa simpatía enaltecía su encanto, mostrando su espléndido corazón y serena belleza.

Dama, sinónimo de inspiración y locura, belleza que altera la respiración hasta el ahogo, deleite de mil ojos incluso aquellos que no ven, ella, si ella, causante de estas hermosas sensaciones.

Su delicadeza iguala la más hermosa flor, su amor a la vida le hace ser dichosa, y esos labios que dejando escapar palabras, disparan directo al corazón, despertando hasta el más inerte del ser humano.

Si sonríe, repara almas dañadas y la felicidad brota a flor de piel, si habla junto al viento, este se desplaza y su voz se convierte en música para cualquier ser en cualquier lugar.

Siendo todo un sueño de verano e invierno y la reina de una historia sin fin, el amor siempre soñado, el presente y el vivir.

Dama sinónimo de exaltación para el ser capaz de admirarla, belleza que induce a la embriaguez hasta el más abstemio.

Deleite de los que la aman y capaz de ser causante de un retorno a la niñez, se anhela estar eternamente contemplándola, para admirar su delicado silencio y aunque nadie jamás será correspondido, mi admirada dama, ¡¡Le doy las gracias!!

Le agradezco por darme a conocer su belleza, aun mayor que el infinito cielo estrellado, belleza imposible como la más linda flor en el desierto más seco.

Y le agradezco aún con más fuerza, que hiciera nacer los sentimientos que aquí redacto, tan solo con verla mi Dama de Serena Belleza en aquella fotografía que tuvo usted a bien mostrarme…

 

Pluma de Gonzalo Lozano

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