Francisco Ávila. Pintor y escultor

Francisco Ávila es un artista de vocación de los que no se amilanan ante las dificultades. El ingenio lo llevó a innovar en la escultura y a crear sus reconocidas figuras con piedras de playa. Entrar en la casa de Francisco Ávila es cruzar el umbral de un museo; no hay guías interactivas ni azafatas con traje azul y pañuelo rojo. No hay ni siquiera uno de esos inoportunos carteles advirtiendo una lista de actividades prohibidas. El museo de Francisco es su propia vivienda, el lugar donde creció, el techo bajo el que se hicieron mayores sus hijos. Sus obras viven con él en su hogar; adornan la fachada exterior del edificio, se cobijan en la planta baja, revolotean en el patio, se recuestan sobre las columnas y observan los pasillos desde las paredes. No hay un sólo rincón que esté descubierto. Las grandes figuras elaboradas con piedras de playa, que Francisco Ávila realizó hasta que su espalda le pidió un descanso en los años ochenta, parecen atrapadas en un hechizo; como los habitantes de Pompeya, o la mujer de Lot, permanecen inmóviles, transformados en esculturas pétreas.

Francisco se desplaza entre aquellas figuras con cariño, relatando que para hacer los lobos se inspiró en la cabecera de ‘el hombre y la tierra’ de Félix Rodríguez de la Fuente, que las piedras han de seleccionarse con esmero y cariño para lograr un buen resultado. Después observa los murales de cerámica y explica algunos detalles de su elaboración. Las obras son incontables. Y no se terminan en aquellas que podrían exponerse en una galería: cada columna y esquina de la casa, cada peldaño de la escalera está esculpido con las mismas piedras de playa que forman las enormes figuras de su colección. Es el resultado a un temperamento artístico que no ha pasado nunca por las academias, que no se ha rendido a pesar de que los medios y los tiempos que le tocó vivir no le permitieron siquiera comprar los materiales adecuados para la pintura. Pero cuando alguien quiere comunicar algo no se rinde; el arte no es el trabajo de Francisco Ávila, sino el tamiz por el que filtra las experiencias de su vida. «En los murales de arcilla se encuentra toda mi experiencia: el dibujo, mi aprendizaje como albañil, lo que me enseñaron sobre cerámica, toda mi vida está plasmada en ellos».