Portada » DR. JOAN VIÑAS. ACOMPAÑAR AL ENFERMO.

Dr. JOAN VIÑAS Miembro del Consejo General del Instituto de Investigación y  Estudios Religiosos de Lleida (IREL)

Todas las personas, a lo largo de su vida, se encontrarán con enfermos o caerán enfermos y necesitarán ayuda. Estamos preparados para ayudar los enfermos y acompañarlos? Es recomendable prepararse, puesto que el enfermo es una persona débil, necesita ayuda y se requiere una formación para evitar, sin querer, hacerle daño en lugar de ayudarlo. A continuación, describiré algunas actitudes correctas que ayudan los enfermos y, de retruque, aquellos quien los acompañan.

Antes de ir a ver un enfermo, tengo que saber el momento en el cual se encuentra. No hace ningún favor a un enfermo acabado de operar recibir visitas. El dolor de las heridas y el malestar de la operación requieren tranquilidad y no relaciones públicas. El cuidador del enfermo y el visitante tienen que conocer las etapas por las cuales suele pasar, en general, una persona cuando cae enferma o bien le dan una mala noticia sobre su salud.

fuentehttps://www.segre.com/noticies/opinio/col_laboracio/2019/01/08/l_acompanyament_malalt_65149_1126.html?fbclid=IwAR0Z8vEFXg8S4ejKDqZ9i05JsausLAfuG_K3l_ypiQel2xDJfbeimXgtd78

Estas etapas son: primero la negación, y después la negociación: “No volveré a fumar, a beber alcohol, etc.”, y si es creyente, rogar al Santo su devoción para pedirle la guarició. Cuando esto falla, porque la dolencia evoluciona, entonces el enfermo entra en depresión. A continuación, viene la de aceptación pasiva: “No hay nada a hacer, me ha tocado a mí.” Finalmente hay una etapa de aceptación activa: “Mientras tenga energías continuaré haciendo la vida lo más normal posible.”

Durante la etapa de aceptación pasiva se puede acompañar y ayudar que pase a la aceptación activa, para reforzar las cosas positivas que tiene, la parte de salud que le queda, el que puede hacer con las energías que le quedan. Y en la etapa de aceptación activa se puede acompañar el enfermo con empatía y una simbiosis que ayuda tanto el enfermo como el cuidador.

Las conversaciones con los enfermos no tienen que sacar importancia a la dolencia cuando es grave. El enfermo ya lo sabe y puede recibirlo como “una mentira piadosa”. Siempre se puede hablar en positivo y ayudar el enfermo a salir del hoyo en que se puede encontrar o de los malos momentos que puede pasar. No recrearse en la dolencia ni despreciarla, pero sí posarla a su lugar y ayudar a hacer que sobresalgan aquellas partes saludables y positivas que tiene y puede vivir el enfermo hasta el final.

Se suele explicar dolencias parecidas que ha pasado un pariente, un amigo o incluso un mismo para parecer que la acompañante ayuda el enfermo. No siempre es así. A veces sí que ayuda a saber que otras han pasado por el mismo, como lo han vivido y como lo han superado, pero cada persona es diferente. Tenemos que saber si estamos diciendo, sin querer, que es inútil, que no es capaz de comportarse como mi primo.

Podemos ayudar el enfermo a recuperar las ganas de vivir si las estaba perdiendo, ayudarlo a salir del pozo dándole una cuerda para que él mismo suba. Ofrecer al enfermo una vivencia de una fe saludable, una visión de un Dios Amor que el aprecio y no lo abandona nunca, que siempre estará acompañado, que la muerte es solos un traspaso a una vida mejor, en plenitud y sin sufrimiento. En resumen: hay que prepararse para acompañar los enfermos. Es una buena obra a hacer que llena quién la hace, pero que hay que hacerla bien.

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