Portada »  Cuentos para regalar a los niños hospitalizados
La literatura como elemento de desconexión y la fuerza del relato como herramienta de bienestar. Alumnos del Instituto Guindàvol de Lleida regalan sus cuentos a los niños ingresados… ¿Queréis escucharlos…?

El lago de los deseos 

 

Olivia era una niña de 10 años, la madre de Olivia estaba muy enferma y a Olivia no le gustaba muy enferma y a Olivia no le gustaba ver mal a su madre. Un día sus amigas le hablaron de un lago que cumplía los deseos a cambio de una buena obra, Olivia pensó que la buena obra podría ser ayudar a su abuela a llevar la compra a casa, y así lo hizo, al acabar de ayudar a su abuela fue al lago de los deseos, estaba en un bosque cerca de su casa.

 Al llegar se agachó y se miró en el reflejo que hacia el agua, se veía a ella misma y cerró los ojos con todas sus fuerzas y se dijo a sí misma: “Que mi mamá se recupere por favor, no me gusta verla mal y sufriendo” de repente Olivia abrió los ojos y estaba en la habitación con su madre, su madre llevaba un pañuelo en la cabeza y se veía sonriente.

Su madre ya no estaba enferma, el lago de los deseos le había cumplido su deseo, Olivia estaba muy contenta, a partir de ese día Olivia empezó a apreciar cada momento y cada instante cerca de su madre.

“Cada segundo vale oro” . Valentina Portolés Serrano 1A

  El Lápiz.

dav

 

Hace mucho tiempo, un niño llamado Oliver estaba en la escuela, cuando de repente la profesora le dijo que tenía que irse a otro país donde vivía su tío. La maestra había recibido la llamada de la madre del niño. Él estaba contento porque iba a conocer a su primo.

 Por la noche el joven hizo las maletas y se fueron a Rusia. Salieron de Madrid a las 7 de la mañana y llegaron a las 21:30 de la noche. Al llegar fueron al hotel y cenaron una tradicional sopa calentita
Dos días después lo apuntaron a una escuela, pero él no sabía hablar ni escribir en ruso. El primer día fue así: Oliver estaba nervioso entró en el aula, se presentó gracias a una compañera que comprendía el español.

Algunos estaban susurrando, “que si era español, o que si era guapo…«. Se sentó al lado de una niña llamada Dunkesa que también era su traductora. Al acabar la clase fue al hotel, donde se encontraban sus padres.

 El segundo día fue difícil. Tenía que hacer un examen el martes, no sabía nada.
Él no quería suspender el examen, así que le pidió ayuda a Dunkesa, que era su única amiga. Le dijo que tenía que ir a la esquina de la plaza (Gut), donde había una tienda y comprar un lápiz de color azul.
Ese lápiz tenía el poder de resolver cualquier ejercicio sin ninguna dificultad.
 El lunes fue a comprar el lápiz. Llegó el gran día era martes, él estaba nervioso pero el lápiz funcionó. Una semana más tarde, la profesora le dio los exámenes Oliver había sacado un seis. Cuando se lo dijo a sus padres se pusieron contentos y le felicitaron. El lápiz le había servido, pero a la próxima debía de estudiar. La magia ayuda, pero no lo resuelve todo. Sara Insi. 1ª Institut Guindàvols

dav

thumbnail_IMG_20181218_115703

 Los pantalones mágicos.

 

 

 

 

Había una vez, hace no mucho tiempo, un pueblecito en la cima de una montaña, donde la magia existía pero nadie se había dado cuenta aún.
 Allí arriba, había una riqueza que ni siquiera tú podrías llegar a imaginar, pero la pobreza tampoco les era desconocida.
 Los ricos, eran unos impertinentes, pero los pobres eran aún peor.
 También habían algunas excepciones, había dos niñas, una de ellas era de una familia muy pobre y la otra era de una familia muy rica.
 Estas niñas eran dos amigas encantadoras y amables y simpáticas y todas las cosas buenas que puedes decir de alguien.
 La niña rica, Estefanía, como muy buena amiga de Rosa, la niña pobre, le dejó unos pantalones al verla con esos trapos que llevaba. Lo que no sabía Estefanía era que esos pantalones eran lo que mantenía rica a su familia. Rosa, al ponérselos, notó como se veía todo más claro que el agua.
 Mientras Rosa volvía a su casa se encontró un billete en el suelo y así sucesivamente le fueron pasando cosas buenas a su familia. En cambio, Estefanía y su familia sufrieron un robo y fueron perdiendo todo su dinero hasta que la familia rica pasó a ser pobre y la familia pobre pasó a ser rica.

Un día Estefanía, pensando y pensando, llegó a la conclusión de que lo único que había cambiado cuando su familia se volvió pobre era esos pantalones, así que fue a hablar con Rosa y lo único que consiguió fue una discusión. Entonces, Rosa no quería volver a ser pobre, quería quedarse los pantalones para ella y su familia. Estefanía y Rosa nunca volvieron a hablar, hasta que después de tanto tiempo Rosa encontró una fotografía de Estefanía y ella abrazándose y se dio cuenta de lo mal que la había tratado y de lo egoísta que había sido. Hablando llegaron a la conclusión de que tenían que hacer algo, así que llevaron los pantalones al museo del pueblo para que todos los habitantes pudieran ser ricos.

 Si vas al museo, aún puedes encontrar los pantalones de Estefanía ahí!
 El dinero te hace rico y te permite comprar muchas cosas, pero no te puede regalar una amistad. Paula Pijuan Buñol. 1B Institut Guindàvols

Deja un comentario