VISITA AL FIGUERAL Y VIÑEDO DE LA FAMILIA GUILLERMO PERELLÓ

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El pasado día 22 de agosto, acompañado de José Heredia y mi nieto Miguel Ángel Arellano Martínez, partimos en tren a las 9 horas y diecisiete minutos desde Palma hasta Manacor, donde nos esperaba Miguel Ángel Perelló, para llevarnos a conocer las fincas: el higueral (Sa Figuera) y posteriormente la viña (Son Dragó). Ambas situadas a medio camino de la carretera que une Manacor con Felanitx.

            Llegados al lugar, salimos de la carretera por un camino de tierra, que discurre entre diversas plantaciones, donde predominaban los almendros, las higueras, terrenos de secano y algunas casas (cortijos) donde ya no vive ninguna familia permanentemente, salvo algunas visitas esporádicas. Me causó un poco de tristeza ver el campo parcialmente abandonado. Desgraciadamente, no hay relevo generacional y eso es terrible.

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De izq. a decha. Marcelino Arellano, Miguel Ángel Perelló, Guillermo Perelló y Miguel Ángel Arellano.

Las fábricas no producen frutas, verduras, ni tubérculos, ni tampoco producen aceites, ni legumbres. Y, sin embargo, siendo eso así, los agricultores son los peores pagados. A algunos, incluso les trae más cuenta dejar la cosecha perder que el recogerla, pero lo grave de todo esto, es que, en cambio, los consumidores lo pagamos muy caro. ¿Quién se lleva los beneficios de ese producto, que tanto sudor, preocupación y trabajo le ha costado al agricultor?, siempre pendiente de si llueve, si habrá heladas o granizadas donde el esfuerzo de todo un año se pierde en unos minutos.

            El campo es el esplendor de los bellos amaneceres, de los atardeceres rojizos, cuando el sol se marcha por un horizonte lejano y deja una interrogación en los agricultores de espera y de futuro. Pero sé que, de noche, cuando se sientan a la puerta de sus casas al fresco, muchos se mirarán las manos, fuertes, encallecidas de tanto remover la tierra, de recoger las piedras sueltas, de arrancar las hierbas. El trabajador del campo, nunca para, siempre está activo, porque cuando no está en sus campos, está cuidando de los animales. En una palabra, los hombres y mujeres que se dedican a la agricultura no descansan, solamente las horas en que duermen. En verano deben madrugar para aprovechar el frescor y recolectar los frutos para mal vender.

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Guillermo Perelló explicando como las perdices se comen las uvas. 

            No hay relevo generacional, y es compresible. En el higueral de la familia Perelló, hay plantadas 90 higueras de distintas clases, por ejemplo: Burdisot (negro y blanco), Coll de dama (blanco y negro), Peretus, perellat, Font de baladí, etc.

En esta plantación, Miguel Ángel Perelló nos fue enseñando las diferentes clases de higos. Nos dijo que la mayoría eran plantas de unos cuatro o cinco años y maduraban en distintas fechas para poder venderlos durante varios meses. Mientras nos iba explicando las características de los higos, nos los daba a catar. Puedo asegurar que todas las clases de higos eran buenísimas. José Heredia comió menos, ya que se ocupaba de hacer las fotos, para ilustrar este reportaje, pero mi nieto Miguel Ángel y yo, aprovechamos la ocasión.

            Además, vimos otros árboles como: caquis, albaricoques, ciruelos y varios nogales, uno de ellos inmenso. Se encuentra esta finca en un llano muy seco y árido, siendo complejo su cultivo, ya que hay muchas piedras. Pero lo peor es que adolece de agua, dependiendo de la lluvia. No obstante, fue un placer poder andar entre tantas higueras llenas de fruto dulce y sano, algunos de los higos catados sabían a miel por su dulzor, aroma, textura y frescura de su pulpa. Admiro a Miguel Ángel cuando tiene que recolectar los higos. El pasado veintiuno de agosto, cogió 100 kilos. Lo peor, según él, es la leche que sale del fruto al cogerlo de la rama.

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Miguel Ángel Perelló y Miguel Ángel Arellano.

               A continuación, nos desplazamos a la viña, no muy distante del higueral. Nos esperaba el cabeza de familia Guillermo Perelló, que vive en una casa situada en una pequeña elevación del terreno al lado de la finca y desde donde se divisa una amplia panorámica. Es él quien se encarga de cuidar y mimar la viña, dedicándole gran parte de su tiempo, también ha plantado parte de las sepas que hay en una gran extensión de terreno, donde se producen distintas clases de uva como: Collet, Moscatel, Manto Negro, Ret Globe, Cardinal, etc. La viña tiene una cuarterada y media aproximadamente. Mientras iba comentando las diferentes excelencias de las uvas, nos enseñaba como las perdices, abundantes aquí y los pájaros se comían los granos bajos de los racimos situados en las partes bajas de las parras. No sé, si es por estar en el campo, pero todas las uvas que nos daban a catar sabían a gloria -como diría un castizo-. Debemos mencionar al padre de Guillermo, abuelo de Miguel Ángel y Nicia, D. Miquel Perelló Adrover, que fue quien puso en marcha la viña.

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Guillermo Perelló y Marcelino Arellano.

            La familia Perelló se compone del padre, Guillermo, los hijos, Miguel Ángel y Nicia, ambos casados y con hijos. Queda por saber si estos serán el relevo generacional, mucho me temo que no. Nicia, es una encantadora señora que, junto a su padre y hermano, llevan el negocio de venta al por menor, todos los martes, jueves y sábados en el Mercado de Pere Garau. Allí venden los frutos provenientes de sus tierras. En su puesto encontrarán todo tipo de frutas, hortalizas y tubérculos. La mayoría de los artículos son producidos en Mallorca, otros llegan de la península y algunos de lejanas latitudes, por ejemplo, hoy vendían cerezas procedentes de Canadá, nada menos. El puesto lo atienden, aparte del padre y los dos hermanos, están Raquel y Lola, simpáticas y agradables señoras y Pedro, como empleados. Aquí en este puesto serán atendidos con atención personalizada, con amabilidad y cortesía.

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Marcelino Arellano y Miguel Ángel Perelló.

            Yo, que soy un hombre más de campo que de ciudad, debo decir, que pasé una mañana muy agradable, en buena compañía, que me hizo recordar cuando de joven acompañaba a mi abuelo a coger uvas a su viña y contaba los cencerrones que iban quedando, para después ir a buscarlos allá por octubre-noviembre. Es verdad que el tiempo no vuelve atrás, pero recordarlo muchas veces es volver a vivir.

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Puesto en Pedro Garau. Nicia.

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Miguel Ángel, Guillermo y Nicia.

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De izqui. a decha: Guillermo, Raquel, Miguel Ángel, Nicia y Loli.

Marcelino Arellano Alabarces

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