¡VAMOS ALLÁ! UN VIAJE AL CIELO Alfredo Amestoy

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Que inesperado, e indecible fue aquel encuentro con el pasado, éste que tarde o temprano siempre vuelve y nos sorprende asido de incertidumbre, en estas horas tardías, en el solsticio de la vida, cuando huye la juventud ligera y su gracia, que en el caso que nos ocupa fue más bien sutil dádiva del soberano Cielo. Y tuvo que ser en el Sur de la Península, al sur  de la Meseta de Castilla, a sotavento de la Penibética, a sotavento del Bóreas, al sur de casi todo, el Mar de Alborán, Motril, en el restaurante Katena, el pasado 14 de Septiembre; después de departir y compartir mesa tuvo lugar la presentación del último libro de Alfredo Amestoy,  “¡Vamos Allá! Un Viaje al Cielo”.

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       Libro recopilatorio de 25 artículos de opinión aparecidos en  Prensa nacional, salvo alguna excepción, en la Revista “Alfa y Omega” de  ABC, a partir del año 2001 hasta el presente, con solo su portada, -tan original y explícita, con dulcedumbre e ironía a un mismo tiempo-, un globo en vuelo ascendente hacia el “Más Allá”, con los colores albo y gualda del Estado Vaticano, ya tendría el camino libre para la Gloria, por las indulgencias plenarias que tendría si al Papa Francisco, le llegara el libro, aunque un ala ultraortodoxa de aviesos cardenales estarían reticentes, y más aún que el “Alfil peregrino” arribara a tal altura y tocara el cielo. Al  iniciar mis estudios universitarios en la Facultad de Letras de Granada en 1966, fue cuando en TVE, entonces en blanco y negro, conocí a través de la pantalla a un periodista, inteligente, agudísimo, creativo, mordaz y vasco, con grandes dosis de humor y a través de sus palabras se intuía mucho más de lo que decía. Y he aquí, al personaje, y a la persona que tuve a mi lado, como en el pasado llenó todo un mundo que creía tener en el olvido. Persona entrañable, intuitiva, mordaz, afable y gran conversador, ya más comedido por el decurso de los años, pero con el mismo corte de pelo, ahora albino, y con la misma capacidad para sorprendernos gratamente.

Sería  inútil debatir o  hablar de cada artículo, de este libro, por la diversidad de temáticas abarcadas, hechos, entrevistas, políticos, personajes famosos, del cine americano, español y europeo, de la televisión, del periodismo, etc. Escritor prolijo, ensayista, autor teatral, emprendedor, uno de los periodistas más populares de  Televisión Española… Con este libro Amestoy ha dado un manuscrito espléndido al mundo de las publicaciones y de las prensas.

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Hombre poliédrico, es sorprendente cierto paralelismo, en su infancia, vida familiar, cristiana, con la mía en donde viví rodeado de naranjos y diamelas, y un jardín de dalias, narcisos y nardos. Donde todas las tardes que recuerde  desde 1955, se rezaba en el cortijo de mi abuela Isabel, el rosario, con la letanía en latín, “como Dios manda” decía mi tía Maravillas, que de memoria declamaba con soltura horaciana, y a la misma hora, después de oír en Radio Nacional, ”el Parte” a las 8 de la noche, en el porche donde crecía una dulcísima glicinia; siempre y cuando no hubiera algún recio luto en la familia, pues entonces la radio quedaba muda, ella con el paso de los años a todo duelo acudía, sigilosa a las exequias, de azabache se vestía, entre incienso, cirio y cera, por capilla o sacristía.

Para mi hay un hilo conductor en todos y cada uno de ellos, y es la intuición y presencia de Cristo Jesús, El Unigénito.     Su Majestad Serena cual eterno manantial, de encumbrada complacencia, envió al mundo a Cristo, El Eviterno,  para guiar al hombre a su presencia, rindiendo el mortal daño del averno.

Alfredo Amestoy cree y ama a Jesús en su vida, adalid, en sus escritos y espera llegar al Cielo.

Presumiblemente, en su tierra natal, Bilbao, iría como yo lo hice,  a misa del Alba, y quizás escribiera como yo, este poema mío en endecasílabos, “Soneto”, aunque podría ser él, u otro cualquiera quien lo escribiera…;

    “De madrugada daban las seis, enero/ amanecía al silbo hondo del gallo,/ el aviso me izaba como el rayo,/ agua caliente, jabón, y un caldero.

     A prisa, y a oscuras, por el sendero/ mediaba el miedo, medio desmayo,/ alumbraba Marte igual que en mayo,/ y los labios fruncidos por entero.

    Al toque de laudes, a la carrera,/ vi helados los remansos del río, y en la iglesia, sermón, limosna y cera.

    Tres narcisos perlados de rocío,/ ofrenda y gala a la misa primera,/ la de Alba, un recuerdo de mi villa y mío”.

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El Capitulo II, es clarificador de toda sus vivencias y fe en la Eternidad, después, de que la parte mortal y sus despojos, queden en la tierra, el suelo, mientras que la parte principal en su vuelo remonte hacia el Cielo. Con el ejemplo del Buen Ladrón, la conversión de Dimas, que desde entonces está gozando en el Paraíso, y recordando las siete últimas palabras que pronunció Cristo en La cruz ante su eminente muerte, compuse algunas liras:

    ¡Desde que huiste,/ mi plaza de ciprés está asida! / ¡Padre!, ¿cómo hiciste/ tan labrada herida,/ que ni  la muerte cura, ni la vida?

 

    ¡Qué dura soledad!,/ el Verbo Soberano derrocado./ ¿A dónde la lealtad?,/ ya solo y demudado./ ¡Padre mío! ¿Por qué me has abandonado?

Y Dimas, agonizando exclamaba,

 

     ¿Cómo? ¿No tienes tú temor/ a Dios? Reconozcamos lo pecado,/ Él es, el más puro amor/ que el patrio Oriente ha dado./ ¡Qué mal pago, siendo rey y ultrajado!;

 

     ¡Señor, acuérdate de mí,/ cuando  llegues a tu reino indiviso!/ ¡Por mi sangre israelí,/ te doy mi compromiso,/

hoy estarás conmigo en el paraíso!

La figura indecible e inmarchitable de Jesucristo, a lo largo de todas las generaciones desde hace dos mil años, ha dejado la mayor impronta, huella en el hombre.  Altísimo Señor, ¡oh Rey Santo!, alteza soberana do las haya, inefable Jesús, ¡quisiste tanto!, ceñiste la Cruz que el mundo soslaya; la noche la hizo día, tu quebranto, sé de mi alma guía, hasta que a Ti vaya.

A través de ver la imagen de Cristo crucificado, Él que es en Cielo y tierra Summa alteza, nos dio favor y gracia en desmesura, librando al hombre de mortal flaqueza, y que han plasmado los más insignes pintores poetas y escultores.  Este poema –Soneto- escrito en Román Paladino, y dedicado a  Alfredo Amestoy,  quien nació como yo bajo el mecenazgo de Aries; podría ser, ¿cómo no?, la respuesta del Buen Ladrón a Jesús, tras asegurarle que estaría desde ese día en el Paraíso…;

    ¿Qué puedo darte ahora, Jesús mío?

Hoy digo: voy tus clavos a quitarte,

para  llegar mañana y olvidarte,

sin lágrimas que eximan mi extravío. 

     Un día te sigo, al otro me desvío;   

me plazco en lo mortal en vez de amarte,

para de nuevo volver a enclavarte

en esa cruz, ¡mi corazón impío!   

    Mil veces te negué sin amargura,

entregando la vida con flagelo,

herido me dejaste en desmesura.

    ¡Cristo! ¡Escucha! ¡Apura este duelo!

No dejes que se aleje en senda oscura,

quién es ceniza, siendo Tú el Cielo.

 

 

 

He de levantar mi copa azulcobalto, ¿cómo no?, de cristal de Bohemia, por Alfredo Amestoy, y su buen hacer como escritor, y que continúe sorprendiéndonos con nuevas obras.

Igualmente, reseñar la magnífica presentación y edición  de este libro, por la Editorial Granada Club Selección.

Felicidades, por este “regalo para el lector”, con el que nos has hecho partícipes de una forma tan amena, de tu particular manera de entender el Cielo y de cómo llevar a cabo ese “viaje al más allá”, para alcanzarlo.

José Jaime Capel Molina

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