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Hermanita, hoy hace un año. Un puñado de meses. Un cajón lleno de días. Mis primeras lluvias sin ti, mis primeras estaciones vacías, mis primeras hojas caídas, mis primeras palabras y llantos sin ti. Mis primeros abrazos al aire, mis primeras flores de almendro, mis primeras estrellas, mis primeras puestas de sol. Cada cosa por cotidiana que fuese ha dolido vivirla por primera vez sin ti. Te he recordado en un gesto, en un plato de comida, en la alacena, en el calor sobre la espalda en un día frio, al mirarme al espejo, al encender el brasero, al correr el agua, al oír el silbido del viento a través de la ventana. Te he recordado al alba y al ocaso.

Todo este tiempo he tratado de dar puntadas a un alma descosida. Me he refugiado cada día en mi santuario, allí me he quitado el disfraz de hierro y la alvina piel de mi corazón, ha llorado sin encontrar la avería. Sin encontrar la grieta por donde sangraban mis ganas de vivir. He hablado contigo casi cada día y he soñado contigo otras tantas noches. Tu tampoco has dejado de hablarme en los sueños. Me has ayudado a mantener sujeta a la bestia en mis sótanos, quería salir a romperlo todo, estaba llena de rabia e impotencia, porque le prometiste envejecer juntos, ese era el trato.

El tiempo ha pasado como un suspiro lento, muy lento, el año ha sido un abrir y cerrar de ojos mientras que los días se han hecho eternos. Ni siquiera he querido ahogar el dolor, porque ese dolor te ha mantenido cerca de mí. Y todavía tienes que explicarme porque te fuiste el primer día de la primavera.

Cuando eras pequeña, temía mucho a que algún día te despistaras, pudieras perderte y no saber dónde estabas. Hoy daría lo que fuese por saber dónde estás. Sí, ya sé, me has dicho en sueños que estás bien y que tengo que conformarme con eso. Pero te echo de menos.

2014-05-16 10.03.21

Es extraña la dimensión que ha adquirido el tiempo. Pasan los días y ya no espero nada, solo lamento no haber apretado más fuerte tu mano, como cuando eras pequeña, aunque eso no hubiese impedido que te fueses.

A mamá le pregunto, ¿por qué se fue la niña? No habíamos quedado en eso. Me prometió envejecer conmigo. ¿Quién va a creer en mi ahora? Solo quería envejecer contigo, ese era el acuerdo.

Después de que el llanto a vencido a la bestia, una paz me inunda y te imagino danzando y revolucionando un cielo sereno, te imagino dándole brillo a cada gota de lluvia, soplando brisa fresca del monte para despertarme. Te imagino imitando el chapoteo del agua, e inventando un olor a tierra mojada distinto a toda otra tierra. Te imagino tarareando entre un bosque de ramas agitadas y descalza en una playa infinita. Imagino tu cara salada por el mar y tu sonrisa inevitable. Imagino tus pasos quietos dibujando la arena del tiempo.

Ahora que estamos tu y yo a solas, voy a contarte un sueño que nunca te he contado.

Casi cada noche, entro en el mundo de los sueños corriendo hacia un acantilado y salto libre hacia el vacío, para finalmente zambullirme en unas cristalinas aguas, inundadas de corales. A medida que me sumerjo en esas aguas me sumerjo en el sueño. Pero una noche soñé que corríamos juntos de la mano hacia el acantilado. Tu reías y yo te sujetaba fuerte. Saltamos a las traslúcidas aguas y buceamos hasta uno de los bosques más grandes e inmensos que han existido jamás, en ninguna tierra y en ningún cuento. Un bosque bajo el mar. De repente un cielo ultramar e infinito. Tu conocías muy bien aquel lugar, como si lo hubieses creado tu misma. Me llevaste a cada rincón hermoso de aquel paraje. Vimos cascadas, riachuelos y animales que correteaban libres y felices. Comimos moras y arándanos, dormimos sobre la tierna hierba y jugamos en un rio que recordaba de la niñez. Y entonces me confesaste, que aquel era el mundo que habías creado en tu interior, para sobrevivir a las desdichas de la vida y que a partir de ahora sería mío. Allí podría ir a sanar mi dolor siempre que quisiera. Sé que fuiste tú, quien me trajo este sueño y también sé para qué me lo regalaste. Para descubrir que realmente nunca te fuiste.

 

Manuel Salcedo

El portón

 

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