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        Claro que creer en los curas y no creer en Dios es muy chocante, pues lo que se suele oír, es todo lo contrario: “yo de tejas abajo no creo en nada, y por eso mi oración diaria la hago nada más salir a la calle; me quito el sombrero, miro al cielo, me santiguo y digo: “Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”. En este caso el personaje era un ignorante, pero en el caso que nos ocupa no, pues es licenciado en Ciencias Económicas y su trabajo está relacionado con sus estudios. Quizá sean esas las causas de su ateísmo por estar muy acostumbrado a tratar y valorar el haber y el debe, no estar acostumbrado a tomar a Dios como Dueño y Administrador de este mundo. Y en esta concepción de Dios ¿cómo puede salir el saldo positivo en un mundo donde triunfa el mal sobre el bien? Al menos eso es lo que se aprecia.

         Los sufrimientos en la tierra son enormes: enfermedades, catástrofes naturales, los horrores de las guerras, el hambre, las injusticias, el terrorismo… todos estos males del mundo, según este extraño ateo, son imputables a Dios.

         Este mismo pensamiento anida en otros muchos ateos y también en creyentes. Y las explicaciones que suelen darse sobre estos males en la tierra no son convincentes. La idea de castigo a la humanidad por su condición de pecadores estaría fuera de lugar por desproporcionada y, más aún, si se tiene en cuenta que sufren todos justos y pecadores, además choca con la justicia y la bondad de Dios Todopoderoso. Y otros que quieren realzar la idea de Dios, la han rebajado terriblemente, atribuyendo a Dios unas cualidades tomadas del “reino del César y no del reino del espíritu”. Este es el caso de nuestro  extraño ATEO. “A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”, dijo Jesucristo hace 2000 años, y, eso sigue aún vigente.

         ¿Por qué este extraño ATEO cree en los curas, en los frailes y en las monjas, en definitiva en la Iglesia? Deberíamos, alguna vez, pararnos y pensar en la labor social que está haciendo la Iglesia. Estoy seguro que llegaríamos a la misma conclusión que este extraño ATEO. Nuestro protagonista conoce a la perfección todo lo que la Iglesia católica está haciendo por las personas en Granada, “de tejas abajo”. Y desconocemos el porqué está tan bien enterado, pero eso poco importa. Comencemos por Cáritas, esa organización que dirige la Iglesia, y que lleva años prestando ayuda a numerosas familias. Ayuda material., intelectual y espiritual. Proyecto Hombre; tal y como predicaba Jesucristo, la Iglesia está entregada a la rehabilitación de los drogadictos, de los descarriados, de todos aquellos que están inmersos en la miseria y en la indignidad humana. Estos también reciben ayuda material, médica, psicológica y espiritual. Manos Unidas; esas benditas ayudas de toda clase que a través de los misioneros repartidos por todo el mundo emplean en dar de comer al hambriento y al desnudo. Comedores Parroquiales  y las Órdenes de San Juan de Dios que llevan años dando de comer a aquellos que nada tienen y que nadie se ocupa de ellos y, que en estos últimos meses, se ha incrementado tanto hasta el punto que se han desbordado todas las previsiones debido a esta crisis económica.

         Si la Iglesia no se ocupara  de dar de comer y de vestir a estos necesitados ¿Qué pasaría? Pocas veces nos hacemos esta pregunta. Y en cuanto a la enseñanza de los niños y adolescentes, tampoco nos hemos preocupado qué pasaría si por cualquier hipotética causa se tuvieran que cerrar los colegios dirigidos por religiosos. La carga para el Estado sería inmensa, abrumadora e imposible de atender. Todo esto lo sabe nuestro extraño ATEO, y sé que siente un gran respeto  y admiración por las monjas, por los frailes y por los curas. Respecto a los primeros, dice, que se encarcelan voluntariamente y, para siempre, que trabajan y hacen el bien sin reconocimientos y sin  esperar recompensa alguna en este mundo… y, se emociona hasta tal punto que se le humedecen los ojos cuando se le menciona a Fray Leopoldo, al que conoció en vida.

Esto que hasta aquí hemos enumerado son sólo algunas muestras de las labores que está llevando a cabo la Iglesia en silencio, sin ninguna clase de publicidad, calladamente y, por el contrario sí que recibe continuadas críticas.

         Confieso que siento admiración por este extraño ATEO que cree en los frailes, en  las monjas y en los curas. Eso es ni más ni menos, que una forma de creer en Dios.

         Si no hubiera Dios no habría  victoria sobre la muerte y entonces todo estaría vacío de sentido, la vida sería un completo absurdo. El único consuelo  al final de la vida  es la esperanza en la otra. La vida del ateo es una constante agonía y es que intentar  comprender y juzgar a Dios con nuestra mentalidad humana es querer alcanzar las estrellas con la mano.

         Por último, debo decir, porque él me lo ha confesado, que la religión cristiana es lo más difícil de cumplir porque es la más opuesta a la naturaleza humana, pues para estar a la altura de su fe, de su ideal, como dicen los evangelios y los mandamientos los cristianos deben amar a sus enemigos, llevar valientemente su cruz, resistir heroicamente las tentaciones del mundo… Toda una auténtica heroicidad, y, no todos pueden ser héroes ni santos.

         Por todo lo que he visto y oído, tengo la completa seguridad de que este ATEO cree firmemente en Dios.

                          Rogelio Bustos Almendros

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