Comparte:

El amor  es un episodio en la vida del hombre, y sin embargo es toda  la existencia en la de la mujer. Madame de Staël

Al leer una historia de amor cada quien revive las suyas.      (André  Maurois)

 

¡Bésame con los besos

                   de tu boca! ¿Tus amores

son más dulces  que el

vino! ¿Qué exquisito el

olor de tus perfumes!

       Con estos versos sobre el amor comienza ese maravilloso libro  que se llama el “Cantar de los Cantares” perteneciente al libro por excelencia que es la Biblia. En este libro podemos apreciar hasta qué punto  los primeros judíos  creían en el amor y las relaciones entre esposos, padres e hijos. Se regían por las Tablas de la Ley y los Diez Mandamientos. Los judíos habían copiado mucho a los egipcios, a los babilonios y también a los fenicios. Las civilizaciones antiguas, los pueblos mesopotámicos: los caldeos, asirios; la India, etc tenían un concepto muy diferente  del amor del que hoy tenemos. Los egipcios se encomendaba a las siete diosas, las HATHORES, los cuidados del amor, entre las más famosas, la reina Nefertitis.

La palabra AMOR expresa todo un mundo de emociones, sentimientos y pasiones de todos los colores y de todos los paisajes, es tan compleja como el alma humana. Hombres inteligentes, poderosos y sensatos han sucumbido e incluso han sido destrozados por el amor-pasión: reyes, emperadores, hombres de ciencia, guerreros… Salomón, Napoleón, Marco Antonio, Dante, Petrarca, Boccaccio, Romeo por Julieta… entre otros. Y es que el amor como todas las cosas en el ser humano encierra una paradoja cuando no  una contradicción. Lope de Vega en un soneto  sobre el amor dice:

…/…

creer que un cielo en un infierno cabe;

dar la vida y el alma a un desengaño.

Esto es amor. Quien lo probó lo sabe.

Aquí se pueden resumir todas las definiciones, reduciendo el objeto al absurdo ”quien lo probó lo sabe”, y con eso basta.

La única cosa importante es vivirlo. Hay tantos amores como seres que aman. Lo importante es que exista.

Amor hay sólo uno pero de él se han hecho  mil copias diferentes, una en cada época histórica. Y lo único que se puede demostrar a través de los siglos es cómo ha cambiado o cómo ha continuado siendo el mismo. Las que han cambiado han sido las reglas humanas que lo rigen y los gustos de ellos y nosotras a través de los años.

En la Literatura, el amor ha sido y es un tema constante, de actualidad, candente que no pasa de moda. Veamos el ejemplo de Pablo Neruda y cómo lo maltrató el AMOR.

Pablo tenía 18 años  cuando conoció a Albertina Rosa de 19 en el Instituto Pedagógico de Santiago de Chile. Al llegar las vacaciones ella regresaba a su pueblo, Lota, donde vivían sus padres. Así empezó la larga correspondencia entre ambos, aunque ella en sus declaraciones, a los 80 años, dice que le contestó muy pocas veces, y cuando ya Neruda había fallecido, dice que le contestó muy pocas veces. Neruda le escribía apasionadamente, en cualquier lugar y circunstancia, muchas cartas sin fecha, escritas en cualquier papel arrugado, un  recetario o lo que encontrara a mano, sin formalismos. Lo mismo que hicieron Lorca y Unamuno, entre otros.

Así empezó la correspondencia entre ambos: “Mi mocosa. Perdóname todas esas cartas tan nerviosas, que escribo sólo para que tú me contestes, cuando estoy impaciente de saber de ti. Mi vida ha cambiado mucho, y no podría hacértelo comprender con cartas, por eso me viene la ansiedad de volver a tenerte, que estuvieras aquí a mi lado cuidándome un poco la vida… Escríbeme todos los días… te beso con todo mi corazón”.

Fueron cartas en su mayoría sin respuesta, pero sí que ella las guardó toda su vida. “Le escribía poco – confiesa Albertina–  porque toda esta historia de nuestra  correspondencia para mí estuvo llena de dificultades…, en mi casa eran terribles… Me habría casado con él pero…Él seguía escribiéndome”. Pablo le escribía desde donde estuviera: Santiago, Valparaíso, Temuco, Puerto Saavedra, Ceilán…  Sus cartas seguían llegando: “¿Es verdad que aún me quieres? ¿Sientes las caricias que van a recibirte? ¿Te sientes desnuda en mis brazos?  ¿Vida mía, verdad que nos hemos amado, querido, adorado, como nadie? ¿Verdad que nuestro amor ha sido grande? ¿Me quieres? ¡Yo pienso en ti, con tanta pasión, casi con dolor! Y me parece que es la primera vez que te confieso que te he querido tanto”.   A pesar de la distancia las cartas seguían llegando a Albertina llamándole  “mocosa mía,”, “niña de los secretos”, “ratoncilla”, “muñeca adorada”, “Querida mosca de mi alma”. Las cartas de Pablo, además de dibujos y colores, tienen también aromas y sabores: a boldo, a copihues, a avellanas, “Albertina, eres una mala mujer. Nunca me escribes Pudieras envidiar la alegría  que me dan las pocas cartas que me llegan. ¿Recibiste la tarjeta envuelta en un poema? Ayer, galopando por los cerros, me acordaba de ti. De allí traje las carteras llenas de avellanas, de chupones, de copihues, de boldo, de muertas. ¡Ah!, qué necesidad tengo de ti, de tenerte aquí conmigo. Tengo tanto que hablarte, reprocharte, decirte. Me acuerdo todos los días de ti (…) Aún no sé qué te pasó en Europa. No entiendo aún por qué no fuiste”.

Pero, acorralado por la soledad y la negativa de Albertina  a reunirse con él, Neruda se casa en Java con una joven de padres holandeses, María Antonieta Hagenaar.  Y desde el lejano Oriente, como le gustaba llamarlo,  envía su última carta de amor a Albertina, inspiradora a su vez de  Veinte poemas de Amor y una canción desesperada que le lanzó a la fama, sus conocidos versos “me gustas cuando callas porque estás como ausente/ y me oyes desde lejos/ y mi voz no te toca”.  “No quiero hablarte del daño que me has hecho, no serías capaz de comprender… He querido hacerte mi esposa en recuerdo de nuestro amor… Adiós, Albertina, para  siempre. Olvídame, y créeme que sólo he querido tu felicidad”.

Pablo Neruda, al poco tiempo se divorciaría, se volvería a casar y vuelta a divorciar… tendría muchos amores durante toda su vida. Albertina se caso con el también escritor Ángel Cruchaga.

¿SE PUEDE MORIR DE AMOR?

Mademoiselle de Chartres, mujer culta, maravillosa y entera se casó con el príncipe de Clèves aunque no le amaba demasiado pero sentía gran aprecio por él. En realidad fue un matrimonio de conveniencia. Se casa con el propósito de serle fiel, pero para su desgracia, en una fiesta conoce a Monsieurs Nemours, el gentilhombre más apuesto de la Corte francesa y la flor de los caballeros de Francia. Enseguida se enamora involuntariamente, es decir, Cupido hace su trabajo. Más tarde, los celos  le descubren sus propios sentimientos. Se siente tan avergonzada ante esta situación que termina explicándoselo todo a su marido. Éste se siente muy celoso, es un suplicio para él pensar que ella ama a otro, hasta que  Monsieurs  de Cléves al poco tiempo  muere. Recordemos que estamos en el siglo XVII.  Ahora Madame de C´leves queda libre y podría casarse con M. Nemours, pero no lo hace. Lo rechaza porque piensa que ellos dos son los responsables de la muerte de Monsieurs de Cléves. Pasa el tiempo pero  como sigue amándole, ella misma muere de tristeza al poco tiempo.

         A esto sí que se le puede llamar “morir de amor”.

     En definitiva, nos preguntamos qué es lo que sucede en el mundo, antes y ahora en pleno siglo XXI, pues vemos tantos artículos y libros que tratan de los problemas del amor y además se venden con éxito. ¿Tanto han cambiado los sentimientos y emociones para lograr la felicidad entre las parejas  y/o matrimonios?  A pesar de todos los avances, las nuevas generaciones deberían tener grandes conocimientos sobre las relaciones  de amor entre el hombre y la mujer, pero los hechos demuestran lo contrario. Cada vez más aumentan los divorcios, los maltratos… Eso de “fueron felices y comieron …” ya no se lleva y además no vende.

                            AURORA FERNÁNDEZ GÓMEZ

0 thoughts on “un canto al amor

Deja un comentario