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Me ha alegrado mucho la noticia de que la Asociación Proyecto Nacional de Cultura Granada Costa haya otorgado el Premio Humanidades en la modalidad de Derechos Humanos a Mons. D. Sebastián Taltavull, Obispo de Mallorca. Este reconocimiento afecta a muchas personas; yo mismo me siento dignificado, ya que hay hechos que alientan la esperanza.

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         En primer lugar, felicito al galardonado, el amigo Sebastián Taltavull. Conocí al Señor Obispo de Mallorca cuando era Director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Pastoral de la Conferencia Episcopal Española. D. Sebastián no busca imagen; pero la imagen se emite irresistiblemente porque manifiesta la realidad que no puede ocultarse. Nuestro amigo galardonado muestra el corazón a través de las palabras, de los hechos, de los escritos, de los proyectos diseñados, con su misma presencia. En D. Sebastián todo es coherente; el dinamismo brota desde el interior y en todo su recorrido manifiesta la identidad de la persona. ¡Es así, y se muestra así! D. Sebastián une convicciones hondas, autenticidad y veracidad, capacidad de expresarse, simpatía en la comunicación pastoral, respeto y valentía. Desde que lo conocí en el marco de los trabajos de la Conferencia episcopal mi percepción inicial se ha profundizado, pero no ha necesitado ser matizada. Su trayectoria desde la ordenación de presbítero en Menorca y sus múltiples actividades allí, pasando por la colaboración en la Conferencia Episcopal, más tarde como Obispo Auxiliar en Barcelona y ahora como Obispo de Mallorca ha sido luminosa, servicial, inteligente y fecunda. Todo queda unificado en él por su condición de persona, de cristiano, de presbítero, de obispo. ¡Una vida entregada con transparencia y dedicación! Sabe situarse en cada lugar con cordialidad y celo apostólico. En el amigo Taltavull todo suena a auténtico.  Las palabras pronunciadas por sus labios o escritas con fluidez nacen de la palabra del corazón, como a veces ha enseñado la tradición cristiana. Me uno cordialmente a la felicitación de todos por este Premio Humanidades.

         Mi felicitación se dirige también a la Asociación Proyecto Nacional de Cultura Granada Costa. El nombre es tan largo como meritoria es su obra. Este Premio es tanto reconocimiento de los valores que irradia el galardonado como acierto en la promoción de la ejemplaridad por parte de la Asociación. La sociedad necesita que sean destacadas las personas que pueden ser referentes de laboriosidad, de generosidad, de empatía, de respeto y dedicación al bien común. Si hay conductas que nos entristecen y desmoralizan, en cambio, es una llamada a la excelencia el reconocimiento de las personas cuyo comportamiento nos estimula. Me satisface profundamente que haya sido celebrada la noticia con tanta amplitud entre los ciudadanos. Esto indica acierto en la Asociación y buen sentido en la percepción del entorno. La luz colocada sobre el candelero amplifica la luminosidad de la sociedad y hace retroceder las tinieblas. Como Obispo agradezco a la Asociación que haya otorgado el Premio a un colega, que es también amigo cordial.

         Felicito en tercer lugar a su madre, aunque estoy convencido de que tanto el hijo como la Asociación alterarían el orden. Muchas veces escuché hablar a D. Sebastián de su madre, con los elogios sobrios que el pudor manda, pero con el afecto que no se puede esconder. Pude visitar a la madre de D. Sebastián en su casa con ocasión de la ordenación episcopal de Mons. Francisco Conesa el día 7 de enero en la mirada de una vida fecunda. Así la había yo imaginado por las alusiones de su hijo. Por el hijo imaginé a la madre y por la madre he conocido mejor al hijo. Si en D. Sebastián coinciden realidad e imagen, lo mismo acontece en su madre. A través de estas líneas le envío mi felicitación entrañable.

Valladolid, junio de 2020

+ Cardenal Ricardo Blázquez Pérez

Arzobispo Metropolitano de Valladolid

 

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