Comparte:

            En estos días en que todo es transitorio y variable, en los que muchas de las certezas que siempre habíamos dado por seguras se desvanecen en el frío aire otoñal (como que la lava de un volcán no se llevará tu casa por delante, que habrá contenedores suficientes para transportar mercancías de un lugar a otro del planeta o que no deberás hipotecarte ad aeternam para pagar el recibo de la luz), asistimos asombrados a acontecimientos impensables poco tiempo atrás y contemplamos avances científicos y sociales que abren nuevos horizontes ante nuestros ojos.

            Por ejemplo, la posibilidad de cambiar de género en todas las combinaciones posibles. De varón a mujer, de mujer a varón, de varón que se siente mujer a mujer que se siente mujer, de mujer que se siente varón a varón que se siente mujer, de mujer que quiere ser varón, pero a la vez madre (o padre). En fin, hay que dominar las matemáticas del bachillerato (por lo menos) para no perderse. Resulta tan confuso como fabuloso.

            Pero hay algo de lo que no se habla y que deseo reivindicar con este artículo. Si existe el concepto de transgénero y lo hemos trans-formado en una realidad cotidiana, ¿por qué no sucede lo mismo con el de “transnúmero”?

            Transnúmero, sí… ¡Me gusta!

            Quiero ser cada día una persona diferente, y no solo en el sentido de calarme una máscara distinta para cada ocasión, sino de verdad. No como si se tratara de un acto teatral, sino existencial.

            ¿No sería prodigioso poder vivir muchas y heterogéneas vidas en una sola? Como un esquizofrénico, pero con un control absoluto de la situación. Aunque con margen para el descontrol, pues de lo contrario carecería de alicientes.

            Poder ser médico, alpinista, contable y nini. O ser paciente, montaña, número y pereza.

            Ser padre e hijo, pero no Espíritu Santo. No imagino ser espíritu, y menos santo.

            Ser gol, palo y ocasión fallada, para solo esporádicamente quedar en fuera de juego.

            Ser consciente e inconsciente, y consciente de mi inconsciencia. Introvertido y extrovertido, aunque de ninguna manera un pervertido.

            Ser yo mismo y ser usted, intrépido lector que llegó hasta el meollo del artículo a pesar de las dificultades.

            Solo ser quien quiero ser a veces, igual que solo soy quien soy a ratos. Que se reconozca mi derecho a no ser siempre quien se espera que sea, e incluso a no ser quien quiero ser. Me uniré a cualquier colectivo (nunca mejor dicho) que luche por tal reconocimiento.

            No quiero que en mi documento de identidad figure un número, sino un poema, y poder cambiar los versos según el color de la mañana. ¿Es eso pedir demasiado? ¿No sería así el mundo mucho más hermoso?

            Y al final del camino, por muchas que sean las vidas vividas, morir una sola muerte, que con una es suficiente y de esa no nos libra ni Elon Musk.

            De momento…

Javier Serra

0 thoughts on “TRANSNÚMERO

Deja un comentario