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Carlos Benítez Villodres

Ciertamente, la vida es bella, aunque las adversidades y los conflictos y las confusiones nos acosen por doquier, tanto en sus pequeñeces como en sus grandiosidades, siempre que sepamos caminar por ella, succionando lo más valioso de cada instante, porque la vida hay que vivirla de momento en momento, conociendo el pasado y yendo al encuentro del futuro. “En el viaje a través de la vida, refiere Arturo Graf, no existen los caminos llanos: todos son subidas y bajadas”.

Pero a veces o constantemente, la vida es una pesada carga para el ser humano, aunque este sea consciente o no de que el peso que soporta no se halla en ese don de la naturaleza, sino en él mismo o en ciertas personas de su entorno más o menos próximo. Por lo tanto, esa carga o desazón está formada por su yo desequilibrado a causa de sus propios infortunios o/y por las maldades que lo asaetean venenosamente desde el exterior. Cuando estas aflicciones anidan en los adentros de una persona, esta acrecienta su animosidad, su resistencia, su avidez por vivir, o las empequeñece hasta hacerlas desaparecer. Si este último caso se da en un individuo, mientras recorre su camino por la vida, observará cómo las fuentes de sus ilusiones y esperanzas, de sus deseos y capacidades, de sus energías y creencias… disminuyen día a día de caudal hasta, incluso, secarse. Entonces, la ansiedad, la turbación y la melancolía se asientan en el núcleo de nuestro ser. Cuando nos encontramos en este estado de total negrura anímica, difícilmente nos levantaremos, con valor suficiente, para proseguir nuestra andadura por los laberintos de la vida. Difícil, sí, pero no imposible, es decir, podremos fracasar, pero ello no indica que, tras el naufragio que padecemos, nos dejemos engullir por las aguas agresivas por las que navegamos. “Más valor, dice Vittorio Alfieri, arguye muchas veces el vivir que el morir”.

Por consiguiente, la vida es una lucha constante en la que no debemos desfallecer, ni siquiera en esos momentos en los que la oscuridad nos conquista, adueñándose no solo de nuestro interior, sino también de nuestros actos, esperanzas y pensamientos. A veces, nos sentimos turbados, insatisfechos y derrotados, inmersos en un estado de total abatimiento, y dejamos por voluntad propia la siembra de ilusiones. Cuando esto sucede, es porque no encontramos oportunidades que estabilicen la balanza de nuestra vida, que resuciten los anhelos que un sinnúmero de individuos inhumamos nos hizo enterrar, que nos permitan darle un sentido auténtico a la vida, en la que creemos avanzar…, en definitiva, que nos ayuden a sobrevivir en un mundo, donde el capitalismo nihilista es la filosofía que predomina en cualquier parte del mismo.

Para vivir, tras cada una de nuestras muchas derrotas, debemos hacer uso de nuestro increíble potencial de resistencia, aunque incontables personas no son capaces de aprovechar esa fortaleza, ya que, incluso, ignoran que la poseen. El estadounidense que estuvo más tiempo preso en Vietnam, Everett Álvarez, pasó casi diez años en prisiones de guerra. Enfermó gravemente en determinadas ocasiones, recuperándose de esas patologías. Además, se apoderó de él una depresión grave al saber que su esposa había decidido disolver el matrimonio. Ocho años después de ser liberado, la gente aún le preguntaba cómo pudo ser posible que lograra sobrevivir. Él siempre respondía: “Usted también lo habría hecho. Pero las personas no confían lo suficiente en sí mismas”.

0 thoughts on “SOBREVIVIR

  1. Magnífico Carlos, me he visto reflejado en tus palabras, tampoco yo, supe ver mi potencial de resistencia añoy medio atrás.

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