ROGELIO GARRIDO MONTAÑANA: SIEMPRE CON NOSOTROS

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Rogelio Bustos en compañía de Rogelio Garrido

El gran poeta de sensibilidad exquisita, el escritor de prosa limpia y amena, el orador brillante, elegante y sin alardes, el hombre bueno de corazón tierno y alma fuerte, se nos ha ido. Ese río caudaloso que era su vida ha ido a dar en el mar. “Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a la mar/ que es el morir”.  Desde hace varios años estos versos de Jorge Manrique me los repetía siempre al final de cada conversación que teníamos, casi a diario,  sobre cualquier tema, pues fascinaba la extensión y profundidad de su saber. Y si muchas cosas aprendí de la lectura de sus libros más aprendí con su trato, su anecdotario inagotable, sus chistes, de su amistosa cordialidad y de su contagiosa alegría y ganas de vivir..

         Conocí por primera vez a Rogelio Garrido allá por el año 1990 en una conferencia aquí en Granada sobre las terapias manuales, concretamente el Quiromasaje, pues era su intención crear en Granada una escuela sobre esa especialidad. Asistí a la conferencia por simple curiosidad, pues a un médico amigo mío le habían propuesto  dar clase de anatomía y fisiología en la escuela de Quiromasaje y como él no podía por no disponer de tiempo me lo ofreció a mí. Antes de aceptar quise conocer algo del funcionamiento de esta escuela y ese fue el motivo de mi asistencia.

En aquel primer encuentro a quien conocí fue al gran orador. Empleó un lenguaje culto pero que todos los presentes (unos 300) entendieron. Pero si importante era lo que dijo  tan importante o más fue cómo lo dijo: una perfecta dicción, una voz encantadora, énfasis oportunos, silencios prolongados… y sobre todo, el gesto preciso y de apariencia natural. Palabras y gestos unidos lo transfiguraban y se convirtió en un actor y la conferencia en una verdadera obra de arte que convenció y admiró al público. Este excepcional don de la elocuencia lo hemos podido comprobar en Granada Costa en los numerosos actos en los que ha intervenido. Su presencia en la tarima o en el escenario encantaba  y emocionaba al más insensible tanto al intelectual como al iletrado. Y no era porque emplease trucos de teatralidad o gesticulación exagerada como suelen hacer los oradores populares, no, en absoluto. Sus gestos eran suaves, moderados, de una gran dignidad y elegancia que hacía que su mensaje, sus ideas calasen en el público. Sus palabras y sus gestos y su gracia en el decir eran como el vestido de su alma. Estos dones del bien decir con encanto y gracia, no sólo se daba ante un público reunido sino también a nivel individual. Algún problemilla le ocasionaría su “piquito de oro”, pues su atracción se producía  desde el primer momento.

Como muestra relataré algo de su vida que es menos conocida y que él mismo me contó hace ya muchos años. Ordenado sacerdote en cuba donde vivió  durante 7 años, fue destinado a una parroquia de poca importancia y de menos feligreses aún, pues por entonces tenía solo 25 años. A los tres meses su iglesia estaba tan abarrotada de personas que tenían que abrir las puertas para que las personas que estaban fuera pudieran participar de los actos religiosos. Y otra cuestión, se pasaba horas en el confesionario porque tenía largas colas para confesarse, por supuesto que la mayoría eran mujeres. Naturalmente que este aumento de feligreses en la parroquia de Rogelio fue en detrimento de las otras parroquias y entonces tuvo que intervenir el Obispo que solucionó el problema trasladándole a un pueblo apartado donde  al poco tiempo volvieron a producirse los mismos hechos.  ¿Qué tenía aquel joven sacerdote que fascinaba?  Pues ideas, pensamientos, convicciones, claridad en la exposición con la gracia y la magia de la voz. Y otro ingrediente más: era guapo y joven. Una mezcla explosiva. El final fue que el Rogelio religioso colgó la sotana y se casó. “Estaba claro que Dios no me quería por este camino” – me dijo – Efectivamente, la religión está en el corazón y no en las rodillas.

    En el año 2000 me trasladé a Barcelona para impartir una conferencia sobre Fisioterapia, invitado por Rogelio para el congreso organizado por él sobre Quiromasaje y terapias manuales. Estuve en su casa y lo primero que vi en la entrada en un perchero fue una sotana. Le pregunté el porqué tenía colgada allí aquella sotana y me dijo que para que no olvidara, tanto al salir como al entrar en casa, aunque casado y con hijos, seguía siendo sacerdote, y por tanto, vigente su misión evangelizadora. Como he dicho antes, son inagotables las anécdotas y aventuras de este Rogelio enamorado de la vida, que la ha gastado pero dando luz y calor.

De su faceta como poeta, escritor, ensayista, rapsoda y demás artes literaria, no es necesario decir nada, lo evidente no necesita demostración, basta con echar un vistazo a su extensa bibliografía de variada temática; revistas, periódicos y, especialmente en Granada Costa, casi 30 años. Es mi deseo destacar otro aspecto de su vida, rica en todo, que es menos conocida, seguramente por la poca importancia que le daba debido a su humildad y generosidad y sus acciones pasaban desapercibidas, pues todo en él era sencillo y natural. Lo que deseo destacar de  Rogelio es su HUMANIDAD.

    Rogelio hizo suyas aquellas palabras pronunciadas hace 20 siglos por un comediógrafo latino: “Soy hombre: nada de lo que es humano me es indiferente”.  Pero él iba mucho más allá, su sensibilidad era tan grande que la hacía extensiva hasta los animales, nunca comía carne porque le recordaba el sacrificio del animal. Ante el sufrimiento humano nunca se quedaba parado lamentándolo sino que actuaba de la forma más imprevista, unas veces con la palabra, porque  tenía gran poder de persuasión o contándole un chiste. Y si su sufrimiento o tristeza era por una causa material, de su parca economía repartía su dinero sin esperar a que se lo devolvieran.

    En cierta ocasión, en Granada, después de las clases en la escuela, me invitó a comer y cuando íbamos al restaurante, en la portada de una iglesia vimos a un pobre sentado  en el escalón con un letrero que decía: “tengo 5 hijos y no tengo para darles de comer”. En aquel momento, sin decir nada, se metió la mano en un bolsillo y sacó unos cuantos billetes (entonces pesetas) y se las dio y continuamos nuestro camino hacia el restaurante. Algo notaría en mi gesto cuando me dijo: “juntar las manos para rezar bien está; abrirlas para dar es mucho mejor”. Aquella invitación de Rogelio se convirtió en invitado porque tuve que pagar yo, se lo había dado todo a aquel pobre con 5 hijos hambrientos. Rogelio era así más que generoso magnánimo. en otra ocasión le pregunté por los ingresos que le proporcionaban las diferentes escuelas que tenía por toda la geografía española. Su contestación fue la de un mal empresario: “lo comido por lo servido, y en algunas con pérdidas”. Le sugerí por qué no cerraba  las que no fueran rentables y me contestó  con unos versos de la poetisa americana Emily Dickinson: “Si consigo evitar/ que un corazón se rompa/ no habré vivido en vano./ Si consigo aliviar el dolor de una vida/ o calmar una pena/ o tan sólo que vuelva el petirrojo/ desvalido a su nido,/ no habré vivido en vano”.

Siempre tenía a punto las palabras adecuadas para justificar lo que hacía, y además, “las palabras más bellas puestas en el mejor orden”, como afirmaba Azorín que era la poesía.

Él sabía que los alumnos que se formaban en su escuela iban a hacer el bien, a aliviar muchos sufrimientos y esa era la causa por las que las mantenía abiertas sin rentabilidad.

         Si aventureras, admirables y fascinantes han sido todas las etapas de su vida, su epílogo ha sido heroico, pues fue capaz de enfrentarse al destino y vencerlo. Todos los que le conocemos sabemos por el triste y penoso trance por el que ha tenido que pasar sin derrumbarse, que fue la amputación de sus piernas, y en ningún momento se reveló contra su mala suerte o contra la Providencia, sino que lo aceptó con la filosofía estoica más severa, con dignidad y compostura, con la sabia y dulce resignación del convencido cristiano. Es muy difícil ser así, es muy duro. En el periódico Granada costa año 2009 nos mandó el siguiente mensaje:”para vuestra tranquilidad os informo que desde este accidente ni ha disminuido mi sentido del humor ni mi creatividad (con el gozo inherente a la misma), ni he experimentado decaimiento, depresión ni nada emocionalmente negativo…”  Y así fue hasta el final. Hace falta ser más que un hombre para este comportamiento sublime.

     Tal como hemos pintado a Rogelio alguien puede pensar que era insensible al dolor. Quien así lo piense se equivoca. Tuvo unos dolores insoportables que no se calmaban con analgésicos, amén de otras muchas incomodidades y sacrificios. Cuando me llamaba por teléfono que en los últimos años era a diario, primero me contaba un chiste, “para engañar al dolor”, y a continuación decía: “tocayo, esto es muy duro de aguantar, muy duro”.

Con estos sufrimientos ha vivido durante 11 años, con el dolor por dentro pero con la fachada compuesta. Cuando le preguntaba de dónde sacaba la fuerza para soportar tantos dolores me contestaba: “Pues mira, chico, con LUZ DE ARRIBA”.

         Ahora que su cuerpo no está con nosotros pero sí su espíritu, me vienen a la memoria infinidad de recuerdos y reflexiones que me hacen comprender su fortaleza frente al sufrimiento, y veo con mayor claridad aquel pensamiento del Papa Pablo VI: “Hay algo en el hombre que supera al hombre, hay en él un reflejo que tiene algo de misterio, de divino”.

         Éste es el Rogelio que ya descansa y goza en el seno de Dios porque se lo ha ganado, pero su espíritu siempre estará entre nosotros.

                            ROGELIO  BUSTOS

Valenzuela

0 thoughts on “ROGELIO GARRIDO MONTAÑANA: SIEMPRE CON NOSOTROS

  1. Admirado y apreciado Rogelio Bustos. Te felicito por tu reseña a nuestro querido y recordado Rogelio Garrido Montañana. No se puede decir, escribir, y describir mejor a este ser humano único que ya no está con nosotros. Si en nuestro recuerdo y cariño.

  2. Rogelio Bustos, me han emocionado mucho estas palabras tan de corazón, con tantos recuerdos y hermosas citas. Humildemente agradecida por este reencuentro con mi padre, a través de este maravilloso articulo tuyo. Mi padre vivió muchas experiencias. Amó, aprendió, creó, sufrió, y nos dejó sus enseñanzas filosóficas con su forma de ver y vivir la vida. GRACIAS por hacerme de nuevo ver a mi padre tal y como si hubiese pasado por aquí, diciendo, como él me decía muchas veces: Mari Carmen, Mari Carmen, la Princesa Perejil! 🙂

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