RENOVARSE, O EL PLACER MÁS AGRADABLE

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Carlos Benítez Villodres

 Las decisiones cruciales en la vida del hombre son siempre difíciles de tomar. Las dudas acosan insistentemente. Hay seres humanos que sueñan cada día con lo imprevisto, con lo sorprendente. Si descubren ese instante luminoso, que puede transformar su existencia repleta de hastío, de tinieblas…, y siguen su estela, sabrán darle sentido a la vida, a su vida.

            Muchos hombres y mujeres creen que todos los días son iguales, que nada cambia, porque tienen miedo a percibir y a aceptar ese momento decisivo, mágico, que se les presenta para hacer que reverdezca su vida seca. “Cambiar de horizonte, dice Bécquer, es provechoso a la salud y a la inteligencia”.

           Aunque cada nacimiento trae consigo una muerte, la esperanza en esa renovación esencial y plena eclipsa aquel manantial, en el que antes bebíamos vida, pero que, poco a poco, se fue secando. ¡Cuántas personas anhelan reiniciar una vida nueva! Pero van pasando los meses, los años, y continúan por el mismo camino de siempre. ¿Por qué? Por los miedos. Sí, son personas que nacieron para echar raíces, para ser montaña…, no para dejarse crecer las alas y volar cuando la situación lo requiera. Tienen pánico a correr riesgos, a encontrarse con lo inesperado… Protestan. Se amargan. Se conforman. No son capaces de romper con la vida frustrante, infausta, que cada día arrastran. Están erróneamente convencidos de que todo permanece, de que nada fluye… Personas en crisis. Vidas apagadas.

           La libertad siempre es problemática. El conformismo protege, evita riesgos, no garantiza la estabilidad emocional, pero es preferible a una revolución personal total. Estos individuos carecen de esa claridad sumamente necesaria para saber lo que de verdad quieren y de ese coraje inquebrantable y perseverante que precisan para cambiar ellos mismos y, por ende, de abrir un camino nuevo a su vida. Deseos y acciones van en direcciones contrarias. Estas personas se dejan llevar por la corriente de una vida más o menos acomodada, aunque falaz y desalentada y monótona, pero sin esas decepciones y desilusiones y sufrimientos…, que padecen los que persiguen realizar un deseo vital. Adversidades estas que pasan rápidamente sin dejar huellas. “Es inconcebible un cambio o revolución, refiere Cortázar, que no desemboque en la alegría”. Nunca, pues, olvidemos que lo verdaderamente importante en la vida es no desperdiciarla.

 

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