RAMÓN DE CAMPOAMOR GENIAL CREADOR DE LAS DOLORAS Y HUMORADAS

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¿Quién, de los que ya hemos sobrepasado la “edad adulta”, no ha visto en su casa, concretamente en la cocina colgado de la pared, el famoso almanaque con el entrañable “taco” de hojitas conteniendo los 365 días del año? Cada mañana se arrancaba una de esas hojitas que nos señalaba fielmente la fecha, el día de la semana, el santoral y unos versos breves llenos de ingenio: las famosas Doloras y Humoradas, que se hicieron célebres entre todos los españoles de aquellos años, género debido a la mente creativa de Ramón de Campoamor. Frases ingeniosas que los estudiantes repetíamos de memoria, sobre todo aquella que decía: Yo soy un estudiante / que cuando sé que me aman, sé bastante.

          ¿Y quién no ha oído recitar el poema antológico El tren expreso o se ha aprendido alguna estrofa tal como… Mi carta que es feliz, pues va a buscaros… imprescindible en el repertorio de todo rapsoda que se precie, al menos, antes. Aunque aún en la actualidad aún hay algún valiente que se atreva a recitar al completo sus versos.

          En casa, el que lo recitaba era mi padre. Confieso que ninguno de los hijos hemos sido capaces de aprendernos tan extenso y hermoso poema, un drama de amor romántico dividido en tres cantos, que tuvo una extraordinaria acogida y alcanzó un éxito tremendo cuando fue publicado en 1872 debido a su lenguaje poético y su argumento:

          El poeta, desengañado de una pasión, volvía de París en el tren expreso, recién inaugurado. Sube al mismo coche una bella joven y ambos lamentan sus desengaños amorosos. Se enamoran y ella le dice que necesita un tiempo de reposo, un año, pues se halla enferma, para darle la contestación. Se citan en la misma estación a la que llegaban, o bien, le dice,  lo esperaría en el cielo si ella muere. Al año, acude el poeta  a la estación y una vieja le echa un papel con la famosa carta que comienza:

Campoamor

EL TREN EXPRESO

(fragmento)

-Mi carta, que es feliz, pues va a buscaros,

cuenta os dará de la memoria mía.

Aquel fantasma soy, que por gustaros,

jugó a estar viva a vuestro lado un día.

Cuando lleve esta carta a vuestro oído

el eco de mi voz y mis dolores,

el cuerpo en que mi espíritu ha vivido

ya durmiendo estará bajo unas flores.

Por no dar fin a la aventura mía,

la escribo larga… casi interminable…

¡Mi agonía es la bárbara agonía

del que quiere evitar lo inevitable!…

Hundiéndose al morir sobre mi frente

el palacio ideal de mi quimera,

de todo mi pasado, solamente

esta pena que os doy borrar quisiera.

Me rebelo a morir, pero es preciso…

¡El triste vive y el dichoso muere!…

¡Cuando quise morir, Dios no lo quiso:

hoy que quiero vivir, Dios no lo quiere!

———————————————

¡Nunca olvidéis a esta infeliz amante

que os cita, cuando os deja, para el cielo!

¡Si es verdad que me amasteis un instante,

llorad, porque eso sirve de consuelo!…

¡Adiós, adiós, como hablo delirando,

no sé decir lo que deciros quiero!

¡Yo solo sé de mí que estoy llorando,

que sufro, que os amaba y que me muero!…

          Ramón María de las Mercedes de Campoamor y Campoosorio, nuestro protagonista de hoy en el Rincón poético, es uno de los representantes más ilustre e insigne de la pléyade de poetas de su época, siglo XIX. Nació en Navia, Asturias, un 24 de septiembre de 1817.

          Decir que era poeta, con ser mucho, es quedarnos cortos pues, unido a este don, Campoamor fue filósofo, periodista, literato, dramaturgo, ensayista, político, miembro de la Real Academia Española… Polifacético, puede decirse que lo abarcó todo.

          Hijo de un rico terrateniente, Miguel Pérez de Campoamor, y noble por parte de madre, apenas con cuatro años queda huérfano de padre y cumplidos los diez, comienza a estudiar latín y Humanidades. Llegado a los quince años, estudia filosofía, lógica y matemáticas en el convento de Santo Tomás de Madrid. Más tarde se matricula en la universidad para estudiar medicina, carrera que abandona para dedicarse a la literatura, ya que era su auténtica vocación, así como al periodismo. Colabora esporádicamente en diversas publicaciones: Las Musas, Correo Nacional, El Español y El Estado, del que fue su director en 1856.

          A la edad de veinte años, arremete contra el romanticismo degradado y propone otro tipo de romanticismo lejos de sangrientas escenas, sueños horrorosos, delirios… que hiciera mejor, no peor al hombre.

          Como dramaturgo, publica su primera obra en 1838, Una mujer generosa, comedia, seguida de El castillo de Santa María, obra dramática. Las comedias La fineza del querer, 1840 y El hijo de todos, 1841. En 1870, Guerra a la Guerra, el drama sacro, El hombre de Dios, 1871. Cuerdos y locos y Dies irae, en 1873. Los salvajes, 1875. Un juguete cómico, Después de la boda, 1876. Durante un intervalo de tiempo escribe monólogos y nuevamente publica algunas comedias y el drama Así se escribe la historia.

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          Como poeta, su estilo era propio del realismo español, rehuyendo la belleza y toda idealización. Fue un auténtico innovador de la poesía, exento del lenguaje artificial de los románticos. Su lenguaje es llano y castizo aunque sus primeros poemas fueron idealizados y románticos. Sobre la poesía escribiría: La poesía es la representación rítmica de un pensamiento por medio de una imagen y expresado en un lenguaje que no se puede decir en prosa ni con más naturalidad ni con menos palabras. Mi empeño es el de llegar al arte por la idea y el de expresar ésta en el lenguaje común, revolucionando el fondo y la forma de la poesía.

          Su primera publicación poética es la titulada Ternezas y flores, 1838, versos todavía del estilo romántico de sus comienzos. Veamos un ejemplo  en este fragmento del mismo:

EL ARROYO

(fragmento)

Arroyo sosegado,

que al resbalar so la enramada bella,

murmuras acordado,

rico de espejos, si de aromas ella,

en vagos resplandores

confundiendo tus visos con tus flores.

Ayer cuando naciste,

eras pequeño manantial sin brío,

después arroyo fuiste;

luego serás en la floresta río,

y más allá corriente

que el mar arrostres con soberbia frente…

          En su segundo libro, Ayes del alma, 1842, se aleja ya definitivamente del romanticismo  y en el mismo año publica un nuevo libro, Fábulas, en donde ya se vislumbra su famoso género creado por él: las personalísimas Doloras, Humoradas y los llamados por él Pequeños poemas, en la estética del realismo, lejos del romanticismo de sus comienzos. Género que tanto copiaron posteriores poetas nacionales y algún extranjero, sin mencionar…

          Su primera colección de Doloras las publica en el año 1846 alcanzando un éxito sin precedentes, ya que solo en vida del autor se hicieron más de treinta ediciones. Él las definía diciendo que una dolora es una humorada convertida en drama.

-En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira, / todo es según el color / del cristal con que se mira.

-Las hijas de las madres que amé tanto, / me besan hoy como se besa a un santo (doloras).

          Veamos un ejemplo de dolora en esta deliciosa y conocida composición en la que una joven le pide al señor cura que le escriba una carta a su enamorado.

¡QUIÉN SUPIERA ESCRIBIR!

(gragmento)

-Escribidme una carta, señor cura.

-Ya sé para quién es.

-¿Sabéis quién es, porque una noche oscura

nos visteis juntos? -Pues.

-Perdonad, mas… -No es extraño ese tropiezo.

La noche… la ocasión…

-Dadme pluma y papel. Gracias. Empiezo.

“Mi querido Ramón:”

-¿Querido?… pero, en fin, ya lo habéis puesto…

-¿Si no queréis?… ¡Sí, sí!

-¡Qué triste estoy sin ti!

-“Una congoja al empezar me viene…”

-¿Cómo sabéis mi mal?

-Para un viejo, una niña siempre tiene

el pecho de cristal.

-¿Qué es sin ti el mundo? Un valle de amargura.

¿Y contigo? Un edén.

-Haced la letra clara, señor cura

que lo entienda bien.

-Ya en mí no quiero estar;

que la pena no me ahoga cada día…

porque puedo llorar.

Que mis labios, las rosas de su aliento,

no se saben abrir;

que olvidan de la risa el movimiento

a fuerza de sentir.

Que mis ojos, que él tiene por tan bellos,

cargados con mi afán,

como no tienen quien se mire en ellos

cerrados siempre están.

Que es, de cuantos tormentos he sufrido,

la ausencia el más atroz;

que es un perpetuo sueño de mi oído

el eco de su voz…

Que siendo por su causa, el alma mía

¡goza tanto en sufrir!

Dios mío, ¡cuántas cosas le diría

si supiera escribir!

 

          La publicación de las Humoradas en 1886 tienen el mismo éxito que las Doloras, género que siguió cultivando hasta el final de sus días y a las que definía como: ¿Qué es una humorada? Un rasgo intencionado. Veamos algunas muestras de ellas.

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-Según creen los amantes, /las flores valen más que los diamantes. /Mas ven que al extinguirse los amores, / valen más los diamantes que las flores.

-Todo amor es triste; /  mas, triste y todo, es lo mejor que existe.

-Te vas a confesar y el cura dice / que a ti, en vez de absolverte, te bendice.

-Te morirías por él, pero es lo cierto / que pasó el tiempo y no te has muerto.

-La amé el año pasado, / y hace ya un siglo, o dos, que la he olvidado.

-La conciencia, al final de nuestra vida, / solo es un laberinto sin salida.

-Teme a las ilusiones; / que es peor la ilusión que las pasiones.

-Es mi fe tan cumplida, / que amo a Dios, aunque me dio la vida.

-Una vieja muy fea me decía: / “En cuanto a virtud, creo en la mía”.

-En su primera confesión, a Pura / ya no le dio la solución el cura.

-Yo soy un estudiante / que cuando sé que me aman, sé bastante.

 

          Campoamor también compuso una serie de Fábulas, morales, religiosas, políticas y filosóficas, plenas de ingenio, máximas y consejos de provecho para la vida. Así como una colección de Cantares, impregnados de ternura, intención y sentimiento, siendo precursor de muchos poetas que siguieron este género, incluidos un buen número de poetas actuales.

 

Mira que ya el mundo advierte

que al mirarnos de pasada,

tú te pones colorada,

yo pálido cual la muerte.

Cuando pasas por mi lado

sin tenderme una mirada,

¿no te acuerdas de mí nada

o te acuerdas demasiado?

 

          En cuanto a sus poemas largos, aun cuando eran llamados Poemas menores por el autor, su valía está fuera de duda. Logra que los suyos a ningunos otros se parezcan, sus poemas son originales e innovó por completo la poesía de su tiempo. De ellos diría: Un pequeño poema es una dolora amplificada. He aquí algunos títulos que componen su obra poética, por supuesto, su Tren expreso es el poema más famoso junto a ¡Quién supiera escribir! y El gaitero de Gijón.

 Ternezas y flores, 1838. Poesías, 1840. Ayes del alma, 1842. Fábulas originales, 1842. Doloras, 1846. Poesías y fábulas, 1847. El drama universal, su mejor obra, 1853. Colón, 1853. El licenciado Torralba, poema en ocho cantos, 1888. Pequeños poemas, 1872-1874. Los buenos y los sabios: poema en cinco actos, 1881. Humoradas, 1886-1888. Don Juan: pequeño poema, 1886. Los amores de una santa: poema en cartas, 1886. Fábulas completas, 1941 (póstumo).

          Como filósofo –el más filósofo de nuestros poetas-, le atraía el positivismo y publicó diez tratados filosóficos, entre ellos Filosofía de las leyes, que la censura tachó de opuesto a la doctrina católica, y Lo absoluto, que se usó como manual en las universidades.

          Su carrera como político comenzó en 1842, ocupando diversos cargos importantes: Consejero real, Gobernador civil de Castellón, de Alicante, diputado, Gobernador civil de Valencia, Director general de Beneficencia y Sanidad, Consejero de Estado, Académico de la Lengua y por último, senador del Reino. De él se dijo que fue un político honesto, trabajador y abnegado.

          Ya anciano, viudo y sin hijos -había casado con Guillermina O´Gorman, dama irlandesa-, le cuidaban sus sobrinos y cuando le permitían sus achaques, asistía a la tertulia de la librería de Fe, en Madrid.

          Falleció en dicha ciudad el 11 de febrero de 1909 a los ochenta y tres años de edad. Sus restos se encuentran en el cementerio de San Justo de Madrid, al lado de su esposa, lugar donde en 1909 se le construyó un mausoleo. Tiene otra escultura en Navia, su ciudad natal,  un grupo escultórico en el madrileño parque de El Retiro, amén de otros monumentos. Por su popularidad, asimismo se publicaron postales con su efigie, cromos, folletos publicitarios, canciones, todo un mundo de publicidad girando en su entorno.

          Hombre modesto, rechazó todos los premios e incluso llegó a escribir sobre una de sus comedias: No sé cómo les ha gustado a ustedes; después de haber leído a Ibsen, todo parece anticuado e insignificante.

         Generoso y espléndido, Campoamor regaló todas sus obras a los editores porque no conciliaba el arte con el lucro. Llegó a ser admirado, no solo en España, sino en toda Hispanoamérica, pese a sus detractores, pedantes envidiosos que no llegaron a alcanzar su éxito y popularidad. Decía de ellos que eran fiscales oficiosos.

          Diversos autores han escrito biografías suyas y en los últimos años se han hecho nuevas ediciones de sus poesías, entre ellas, sus Obras completas en cuatro tomos, publicadas en 2005, incluyendo las Doloras y Humoradas que escribió en sus últimos años.

          De sí mismo diría: Leyó por entretenerse; Escribió para divertirse, vivió haciendo al prójimo todo el bien que pudo, y se morirá con gusto para olvidar el mal que muchos prójimos le hicieron.

 

Vuestra amiga Carmen Carrasco

Churriana de la Vega web

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