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Dra. Toñy Castillo

Todos pensaban que esa mañana, observaba atentamente mi camión al caminar en silencio por la acera junto a mi familia. Pero… nada más lejos… Solo deseaba ser mayor.

Mi tío José vino a visitarme con un gran paquete la tarde anterior. Al entrar en la habitación, sostenía una enorme caja envoltorio que a modo de regalo, me ofrecía  junto a dos besos.

Se había  convertido en un hecho habitual el recibir juguetes en los últimos días, cosa que me extrañaba, pero si bien esto me sorprendía, las caras de las personas que venían con paquetes y  bolsas con lápices de colores marcaban tristeza y preocupación.

Caminaba despacio, el camión se sostenía  entre mis manos,  casi, sin rozar mi piel, tembloroso, sus ruedas  parecía tener vida propia y yo, absorto en mis pensamientos,  deseaba sostenerme a la seguridad que daba el  plástico del volquete amarillo. Quería tenerlo agarrado fuertemente, pero mi hermana se empeñaba en sostener mi mano entre las suyas. Yo… deseaba entender el porqué me regalaban camiones, libros y hasta una guitarra de madera que engrosó la bolsa del equipaje y que nunca hizo música.

Nos dirigimos hacía el aparcamiento, las bolsas acompañaban a mi familia junto a sus  silencios, al llegar donde estaba aparcado nuestro coche,  mi madre, con la mirada ausente sostenía entre sus manos un sobre blanco abultado por hojas, apuntes, recomendaciones y alguna que otra lágrima de desconsuelo.

Llevaba días oyendo a hablar a médicos y enfermeras a mis padres,  mientras, yo disimulaba mirando atentamente la pequeña televisión de mi habitación.  Siempre prestaba atención a las palabras extrañas que a veces los mayores pronuncian.  Y en el hospital, son muchas las que médicos y enfermeras decían a mis padres. A ellos, porque a mí, solo me decían   eso: de que me portara bien, que era guapo, y que los acompañara  a esa sala de aparatos, donde mi enfermera me sacaba un poquito de sangre y metía en una máquina.

Yo cuando venía la enfermera, tan simpática y les pedía a mis padres que les acompañaran, sabía que era yo quien debía de entrar otra vez en la sala a sacarme sangre, estoy HARTO de oír: “Eres un niño guapo” porque después viene el pinchazo, quiero ser feo y que no me vuelvan a pinchar. Si  soy guapo me hacen daño, y no me dejan ver los dibujos de la tele.  Por eso ya me estoy poniendo feo y pongo cara de enfado para  marchar a mi casa o que me dejen tranquilo en esta habitación.

¡Quiero ir a la clase de los caracoles de mi cole! para jugar en la tierra con mis amigos y que la señorita vea lo bien que hago animales de plastilina, y no quiero que me saquen más sangre. ¿Para qué  quiere la enfermera llenar esa máquina de gotitas de sangre mía?  ¿Cuándo se llene la máquina de gotitas ya no me sacarán más…?

Hoy mientras mi madre recogía la ropa de mi habitación me puse a llorar.  Mi padre me decía que no llorara porque ya era mayor, y  que los niños mayores no lloran.  Yo quería llorar porque estaba enfadado. ¿Sabéis por qué lloraba…?  Pues  la enfermera simpática que me llama guapo y me pincha le daba en una caja con una máquina para que la fuera llenando de gotitas de sangre en mi casa y mi madre la guardó con mi ropa.

He sido bueno, he comido todo lo que me traían en la bandeja blanca, bueno el yogur de fresa no me gusta, pero comía un poquito de él,  me he lavado los dientes,  y hacia todo lo que mi madre me decía y ella se lleva una máquina horrible  para que la llene de gotitas en casa.

He pasado aquí muchos días creo yo, no he visto a mis amigos y no he estado con mi señorita del cole… bueno sí. Mi señorita me trajo un álbum de dibujos de mis compañeros y me decían que deseaban verme pronto. Pues claro que me verán pronto, pero me extrañó mucho que en los dibujos ponía la señorita: Espero que te pongas pronto bueno.

¿Qué me ponga pronto bueno? Yo estoy bueno, aunque ahora mi madre y la enfermera han escrito en unas hojas que no me van a dejar comer muchas cosas y otras que he de comer. Creo que están enfadas conmigo, porque  no me comía todo el bocadillo cuando mi madre venía a buscarme a la salida del cole, y ahora pues se han hecho muy amigas y se pasan el día cuchicheando contándose sus secretitos,  desean castigarme sin comer cosas y chuches que me gustan.

No entiendo que tienen que ver los regalos, con no comer chuches y con un boli que me pincha y con máquinas de gotitas… Bueno, mi madre dice que es porque soy pequeño, y que aún no puedo entenderlo, que cuando sea grande lo comprenderé todo y mi padre me ha dicho hoy que si hago caso seré tal alto y fuerte como él, pues mi tío José es alto y fuerte y no tiene bolis que pinchan, pero tiene uno muy chulo, con muchos colores y no pincha.

Hoy me senté en una sala donde hay juguetes antes de marcharme para mi casa, estaba en una silla solo, ha venido mucha gente a decirme que hacia un niño tan guapo sentado solo sin hablar. Yo que estaba contento porque ¡igual la enfermera ya tenía la máquina llena! Va y le da otra para llenarla a mi madre, y se cree ella “que no la vi guardarla”.

Al final mi padre me ha dicho  que era hora de volver a casa, sacarme el pijama y ponerme un chándal de mi equipo de fútbol  nuevo que me han regalado “también”.

Ahora voy por la calle, llevo mi camión, mi hermana me lleva de la mano, mi madre lleva una máquina, me han dicho muchas veces, guapo, pero nadie me ha  dicho cuando devolveré la máquina y me levantarán el castigo de las chuches. Quizás… como dentro de una semana es mi cumple y cumplo tres años, ya seré mayor y lo entenderé todo.

Hoy ya soy mayor. A todos los educadores por la gran labor que realizáis. Gracias.

toñy Autora Dra. Toñy Castillo Galardón de Honor en Educación Diabetológica.  ADCLL

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