¿Quién es esa persona que me mira desde el espejo?

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Vivimos en una sociedad donde la imagen, especialmente de la mujer, es un valor que no se cuestiona. Si bien el interés por la estética viene de los albores de la humanidad, bien cierto es que actualmente el tema está fuera de control.

Pero, ¿que entendemos por belleza? Los cánones de la belleza dependen mucho de las culturas y de los factores: sociales, económicos y religiosos. Podríamos decir que los modelos de belleza femenina, dependiendo de la época y la cultura, pueden ser la famosa Venus de Willendorf, donde se ponían de manifiesto las caderas, barriga y pechos rotundamente voluminosas, a la Venus de Milo, (que hoy se consideraría una mujer obesa, lo mismo que las gracias de Rubens o las mujeres pintadas por Paul Gauguin), o la modelo Twiggy o las que desfilan por las pasarelas de Milán o New York, marcando la moda que deben llevar las mujeres.

Pero no solamente las mujeres padecen el bombardeo constante por una determinada estética corporal. Los hombres, a lo largo de los tiempos, han pasado de los cuerpos proporcionados, como el David de Miguel Ángel, a los hombres recargados de maquillaje y pelucas del barroco, o la sobriedad de finales del siglo XIX, para terminar el siglo XX, como “metrosexuales” y marcando una maravillosa “tableta de chocolate” que hace furor en el XXI. Toda una revolución en los hombres, porque no hace tanto tiempo que en España se consideraba que el hombre: “cuanto más feo más hermoso” u “oler a tigre es un signo de virilidad”.

Se considera que el gran creador de la cirugía plástica, a nivel mundial, es el Dr. Ivo Pitaguy. Esta era una técnica a la que solamente podía acceder un reducidísimo grupo de personas elitistas con un muy alto nivel económico. La gran transformación actual de la sociedad del primer mundo, es que todos podemos cambiar nuestro cuerpo “a módico precio”. Todos podemos acceder a la felicidad de tener a nuestra disposición la posibilidad de que, si no estamos de acuerdo con nuestro físico, y no podemos modificarlo, aunque nos machaquemos en el Fitness (gimnasio) y tengamos un Personal Trainer (entrenador personal) siempre podemos recurrir a la cirugía.

Liposucciones, aumento de pecho, cirugía de papada, narices, orejas, lifftings o abdominoplastias, suelen ser las operaciones más demandadas. La llegada de la panacea del “Botox” empieza a ser una práctica muy extendida y “al alcance de todas y todos” (o al menos eso dice la propaganda). Podemos aumentar el pecho, ponernos pómulos, sacarnos papada, tener unos labios carnosos y sensuales y terminar definitivamente con esa grasa en la barriga, porque podemos modelar nuestro cuerpo a nuestro gusto. Que al final no nos reconozcamos cuando nos miremos en el espejo, es una minucia que no tiene por qué empañar nuestra ilusión. Porque realmente lo que va a suceder es que la gente nos va a adorar, nos van a tratar como los seres especiales que somos, se acabaron las penas y los problemas.

Pero una cosa es la propaganda y la ilusión y otra muy diferente el cómo va a quedar esa persona después de pasar por un proceso de manipulación estética. Un buen profesional de la cirugía plástica puede modificar el cuerpo con resultados espectaculares. Todos podemos verlo en personajes como: Isabel Presley, Sofía Loren, Elsa Pataky, Scarlett Johansson Michael Douglas o Tom Cruise que están estupendas y estupendos. Pero también hay verdaderos horrores como los ejemplos de Donatella Versace, Cayetana duquesa de Alba, Mickey Rourke, Camilo Sesto o Silvester  Stallone, a pesar de que los artífices de tales horrores hayan sido profesionales de la cirugía estética elitistas.

Pero si estas modificaciones estéticas se hacen en trastiendas de peluquerías, en clínicas no preparadas correctamente para la práctica médica o packs que incluyen: billete de avión a un país extranjero (de Sudamérica o del Sudeste asiático) trabajo estético y hotel, los resultados pueden ser catastróficos. Pero no solo por los resultados estéticos sino por las complicaciones relacionadas con la salud, que en algunos casos puede producir la muerte. Hay una gran despreocupación por saber exactamente en manos de quien nos ponemos y de los riesgos. “La alegría” de cómo se plantean muchas de estas operaciones estéticas, empiezan a ser un grave problema porque no afecta solo a adultos sino a púberes y adolescentes. Porque si nuestra felicidad pasa por tener unos pechos más grandes o una “tableta de chocolate” o tener unos pómulos y labios carnosos o unos pectorales pétreos, creo que estamos transmitiendo a nuestros hijos unos modelos que les hará muy infelices.

Otra situación muy diferente es cuando el tema de la modificación del cuerpo está relacionado con problemas de salud mental. Se llama dismorfofobia. Es un trastorno somatomorfo que consiste en una preocupación fuera de lo normal por algún defecto, real o imaginario de su autoimagen. Cuando esta preocupación genera en un estado de ansiedad que afecta su equilibrio emocional, social y laborar. En casos extremos le pueden llevar a manipulaciones exageradas y extravagantes de su cuerpo. Los casos que rondan grave patología psiquiátrica son aquellos que van transformando su cuerpo hasta ser como un personaje, un muñeco, un comic o un animal.  El ejemplo más conocido es el de Michael Jackson. Nada que ver el niño de The Jackson Five, con el de los últimos días de su vida. Empezó sus cambios en el 1986 cuando se le diagnostico vitíligo (perdida de pigmentación de la piel), que le hizo evitar la luz solar. A partir de ahí, empezó con todo una seria de conductas extravagantes, que le convirtieron en un esperpento. Otro caso es el de Cher (que llego a eliminarse costillas), pero los resultados fueron muy diferentes y no destrozaron su estética, sino que la mejoraron.

Dentro de los trastornos de la conducta alimentaria la dismorfofobia es una sintomatología muy grave. La distorsión del esquema corporal hace que la imagen que les devuelve el espejo sea la de una gran obsesa, aunque en realidad estén en la piel y los huesos. No es que estas personas no puedan discriminar si otra persona esta gorda o delgada, las distinguen perfectamente. Es su propia imagen la que visualizan totalmente alterada. Esto genera unos altos niveles de ansiedad y dificultan mucho los tratamientos. En algunos casos pueden producirse intentos de suicidio.

Actualmente tenemos un grave problema en la trasmisión de valores que estamos dando a nuestros jóvenes, donde lo importante es la imagen, la obtención rápida de la satisfacción. Programas de televisión como: “Gandía Shore”, “Hombres mujeres y viceversa” o “Gran Hermano” trasmiten la idea que lo impórtate es ser guapo y famoso. Para qué sacrificarse estudiando o tener compromisos con la sociedad, si marcando pectorales y teniendo unos buenos pechos te puedes ganar la vida de manera muy cómoda y relajada. Y si se tiene la suerte de ligar a un famoso, tienes la posibilidad, sino puedes casarte con ella o él, de dar el gran salto al estrellato de los programas y revistas especializadas en estos temas. Lo que no se termina de explicar es cuantos “juguetes rotos” quedan al final de la aventura.

Hay muchos “juguetes rotos”. También lo son las personas que se han hecho modificaciones estéticas en su cuerpo a edades tempranas (algunas adolescentes piden aumento de pecho cuando cumplen 15 años y los padres aceptan y los profesionales también), o muchas otras que piensan que si no modifican alguna parte de su cuerpo no van a ser aceptadas en su trabajo, por sus parejas, sus amigos, o simplemente porque no pueden aceptar el paso del tiempo y no se atreven a envejecer con dignidad. Todas estas personas que han visto que sus expectativas e ilusiones no se han visto cumplidas. Y realmente, era muy difícil que esas expectativas se cumplieran, porque la cuestión de fondo, no pasaba por aumentar los pechos, eliminar las arrugas o quitar la grasa de la barriga. Puede que tuvieran un cuerpo perfecto, pero no fueron felices como esperaban. Los cambios y transformaciones que deseaban no tenían nada que ver con la estética, sino con un malestar interno, y ese malestar continuo. Continúo porque lo que no modificaron los cambios estéticos fue su imposibilidad de valorarse y quererse, de poder tener confianza en ellos mismos. De reconocernos como seres únicos capaces de amar y de poder trasmitir este sentimiento a los demás.

Es bueno y saludable que hombres y mujeres nos cuidemos físicamente, pero sin olvidar que somos algo más que un cuerpo. Pero sin olvidar que, si nosotros no nos valoramos y no nos queremos, difícilmente nos van a valorar y querer los demás. Para que con el paso del tiempo sigamos pudiéndonos reconocer cuando nuestra imagen se refleje en el espejo.

 

Dra. Carme Tello i Casany

Psicóloga Clínica

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