QUERIDA AMIGA CLAUDIA: ”¡IMPOSIBLE OLVIDARTE!” II

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Bendigo el día y la hora cuando conocí a Claudia, recomendada por un incondicional, leal y sincero amigo mío. Y apareció en mi hogar contándome su desgarradora historia de represión de sus instintos básicos y desamor, más la cruel paliza que te propinaron la media docena de mozalbetes desalmados y borrachos, solo por gusto, con risotadas y burlas ante su dolor e indefensión. Sí, paliza  al verla sola, joven y hermosa, una tarde oscura y en una calle poco transitada de la periferia de la ciudad, yendo ella a su minúscula casita casi lindando con el campo.

Mi amigo la recibió maltrecha, herida y suplicante, en su extenso huerto, aledaño a la casita de ella, se compadeció y le ofreció cobijo y le curó sus heridas como pudo y como supo. Y en aquel huerto, remanso de paz y exuberante  vegetación y árboles frutales, Claudia se fue recuperando y gozando de la  hospitalidad y los cuidados de mi amigo, durante varias semanas. Al cabo de las cuales, me llamó desde su esplendoroso huerto sito en la andaluza Costa Tropical, y me recomendó a Claudia, para que durante dos o tres semanas la recibiera en mi hogar, “para prodigarle mi buen trato, y las caricias, mimos, ternura y masajes sedantes, dulces hechizos de los que está necesitada”, –tales fueron sus palabras-.  Como así lo hice con mi mayor devoción, sensibilidad y complacencia. Claudia quedó contentísima de mi comportamiento, no sabía cómo agradecérmelo, y regresó satisfecha y eufórica al huerto de mi amigo. Y comenzó a mandarme de tanto en tanto regalos de naranjas, aguacates, membrillos, manzanas y otros frutos de aquel “paraíso terrenal andaluz” como ella lo llama.

Todos estos episodios los publiqué hace tiempo en las gloriosas y culturales páginas de este mismo Periódico, y los atentos a mis publicaciones lo recordarán.

Recientemente Claudia me comunicó alborozada que mi amigo la ha nombrado “Mayordoma” de su extenso huerto para cuidar del mismo, podar, regar, recoger los frutos ya maduros y otras faenas, sobre todo cuando mi amigo, debido a sus compromisos culturales, se ausenta para dar charlas y conferencias por distintas poblaciones.  Por cierto, experto él en el arte culinario, y en el arte de cocinar excelentes paellas, combinando los arroces con vegetales –patatas, pimientos, tomates, ajos, guisantes y demás- cultivados por él sin ingredientes artificiales sino naturales,  guisos que como me dice Claudia “están para repetir y chuparse los dedos” por su sabrosura y exquisitez. Claudia se ocupa feliz de  aquel maravilloso huerto y “jardín botánico” repleto, además de diversos árboles frutales, frondosas higueras y olivos, también de otras plantas como guayabas, hinojo, brótano macho, menta, hierba luisa, tomillo, zarzamora, laurel, mejorana, manzanilla y muchas más, así como de variadas especies de fragantes flores y “33 clases de uva”. Como  me repite  ella, “¡un mágico y apacible paraíso terrenal!”.

Y para mi sorpresa, la semana pasada, sin previo aviso (como alguna otra vez lo ha hecho para sorprenderme gratamente) apareció en mi hogar. Pero en vez de los emotivos y cordiales saludos usuales, me obsequió con este lindo e inesperado ramillete de cálidas palabras: “Querido e inolvidable amigo: no solo son mis pies los que me han traído hasta aquí y ante ti, sino también y sobre todo el íntimo recuerdo de nuestro primer encuentro,  para repetir y degustar una vez más lo que en cada una de mis visitas me has ofrecido con cariño: tus sensitivos masajes neuro-sedantes, rebosantes de embrujo y felicidad, repasando con tus hechiceras manos mi cuerpo desnudo en tu camilla, primero estando yo “en posición decúbito prono” como dicen los eruditos (es decir, estirada boca abajo), prodigándome con tus expertas manos fricciones manuales ascendentes y descendentes en todo mi cuerpo, desde mis pies hasta mi cabeza, amasamientos palmo-digitales en mis glúteos, y otras filigranas táctiles que me excitaban y endulzaban mi alma y mi corazón. Y luego colocándome yo en “posición decúbito supino” según dicen los eruditos (o sea,  también estirada pero boca arriba). Y de nuevo experimentando lo que acababa de experimentar, mientras tus manos me regalaban otro masaje desde los dedos y las plantas de mis pies ascendiendo por mis piernas, mis muslos, deteniéndose más en mi “plexo solar” como dicen los eruditos (o sea, en mi zona umbilical y mi vientre). Y ascendiendo con tus acertadas, lentas y prodigiosas manipulaciones manuales por el resto de mi cuerpo hasta los hombros, los músculos laterales del cuello y la cabeza, y descendiendo suavemente hasta mi región umbilical y mi vientre y aquí, como antes, con delicados tactos, amasamientos digitales, fricciones dígito-palmares lentas y circulares, y un placentero etcétera, mientras yo me estremecía de dicha. Sedación mental y placer corporal, hasta alcanzar la sublime e inevitable apoteosis erótica y trascendental, con un final más que feliz felicísimo…”

Amigos, yo estaba boquiabierto, asombrado y conmovido cuando terminó sus últimas palabras. Ella lo advirtió, y con dulces miradas y sonrisas que de pronto se transformaron en una catarata de largas carcajadas me abrazó y sin dejar de reír me iba diciendo: “¿Qué te ha parecido mi salutación? ¡Me aprendí de memoria todo lo que has escuchado, con los conocimientos que me diste del arte y la ciencia del mitológico dios Eros, el dios del Amor, al que tan bien te refieres en tu libro que publicaste con éxito para la intimidad, “Poemas Eróticos”, exquisito manjar literario muy leído y releído por mí…

Y ahora era yo el que me reía con satisfacción abrazándola y besándola. La felicité por su vitalidad, por su natural ingenio y feliz memoria, dando gracias al Creador por la existencia de esta criatura femenina tan decidida, espontánea y maravillosa. Y ya en plena y cordial camaradería, abriendo su mochila de viaje extrajo de ella y me ofreció una docena de aguacates y otra docena de maduritos y apetitosos membrillos ya horneados por mi amigo según me dijo, para el deleite de mi paladar y la alegría de mi estómago, de mi digestión y de mi salud. Por eso y por todo lo vivido y experimentado una vea más ella conmigo y yo con ella estas dos semanas,  amigos lectores y lectoras, dejadme repetir:

“Querida amiga Claudia:

¡imposible olvidarte!”

ROGELIO GARRIDO MONTAÑANA

Presidente de Honor del Proyecto Cultural “Granada Costa”.

    

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