POEMAS DE AMOR PARA UN 14 DE FEBRERO
“Me despierta el primer rayo de luz de la mañana soñando contigo. Perezosa, me levanto y, displicente, veo en el calendario que hoy es el Día de los Enamorados. Creo que todos los días deberían ser de los enamorados porque no hay cosa mejor en la vida que amar a alguien.
Mi pensamiento ha volado hacia ti añorando tu ausencia prolongada y me pregunto: ¿Volverás algún día? Sólo el silencio de la habitación me responde. Estás tan lejos que ya dudo de aquel cálido sentimiento que en un ayer nos unió.
Y de repente, siento la necesidad de escribirte un poema de amor muy especial. Siguiendo un impulso, me asomo decidida a la ventana y mirando el cielo dejo volar mi fantasía para invocar a quienes han de ayudarme a escribir este poema dedicado a ti”.
CARTA ALADA
Mi carta que es feliz pues va a buscaros…
olvidado Campoamor…
Viento, escribe con tu alada pluma.
Nube, dibuja tiernas palabras de algodón.
Sol, construye hermosas frases con tus rayos.
Ola, escribe con tus dedos de espuma.
Luna, poetiza con tu luz de plata.
Rayo, traza bellos pensamientos en zigzag.
Río, lleva entre tus aguas mil ideas.
Niebla, envuelve entre tu bruma renglones de pasión.
Lluvia, manda en cada gota máximas de ilusión.
Quiero que entre todos me escribáis
una carta de amor distinta a todas.
Que a ninguna de cuantas se han escrito se parezca.
Sus letras serán hechas de espuma, aladas,
de algodón, de rayos de luna, de agua, de bruma.
Decidle cosas bellas a quien amo
para que en la distancia no me olvide
y que pronto regrese junto a mí.
Y cuando esa carta tengáis finalizada,
entregadla presto a una estrella fugaz
para que en propia mano, con sello de urgencia,
a su destinatario la entregue sin tardar.
Seres de la Naturaleza, no os demoréis.
Sin consuelo, lloro su ausencia.
Este poema, rescatado del tiempo y la distancia, lo escribí para un Día de San Valentín durante un recital de poesía amorosa en el que participé junto a otros compañeros. Recuerdo que resultó un acto muy del agrado de los asistentes, entre los que se encontraba la eximia actriz María Fernanda D´Ocón, persona entrañable a la que admiro como actriz y aprecio como persona. En cierta ocasión cantamos a dúo, sin previo ensayo, fue espontáneo, “Les feuilles mortes”, poema y canción favorita de ella.
“Les feuilles mortes se ramassent à la pelle…” Gran poeta Jaques Prevert. ¡Qué tiempos!
Bien, ¿y a qué viene todo esto? Viene a que este mes se celebra el Día de los enamorados. ¿Qué ya no os acordáis de cuando experimentasteis este sentimiento que obnubila la mente y nos vuelve algo lelos? Claro que sí, y estoy segura de que la mayoría de vosotros aún sentís latir con más fuerza vuestro corazón si de nuevo, al lado de la persona amada, escucháis aquella canción con la cual os enamorasteis, y en determinada celebración, bailáis un viejo bolero y sentís que vuestros corazones siguen latiendo al unísono: “De mi corazón al tuyo hay sólo un beso…, inolvidable Lorenzo González.
No me gusta personalizar pero os confieso que una de las cosas que me emocionan es cuando escucho alguna música que me traslada a tiempos pretéritos y a mi mente acuden aquellos momentos románticos de una noche junto al mar. Las olas serenas entonando su ininterrumpida serenata y una hermosa luna reinando en el cielo. Toda una puesta en escena propicia para el amor.
MIRADAS
Las miradas expresivas
son palabras silenciosas
Sucedió aquel verano frente al mar
en un rincón de la costa africana.
Por azar, nuestros ojos se encontraron
y en el fuego de los tuyos descifré,
en tu mirada, un mensaje de amor,
en silencio diciéndome: Te quiero.
Al mirarte, en silencio yo también
supe decirte que te amaba.
Y al leer en nuestros ojos sin palabras
un mutuo y repentino sentimiento,
supimos los dos que aquel encuentro
uniría en adelante nuestras almas.
El dulce sonar de chirimías,
las palmeras elevándose hacia el cielo
y el perfume intenso del jazmín,
sirvieron de escenario a aquel idilio
en el embrujo exótico surgido
de la tierra africana en que nací.
Mas todo fue un espejismo pasajero.
Y otra noche, con hondo vacío entre los dos,
nuestros ojos se volvieron a encontrar.
Y sin palabras hablaron las miradas.
En la tuya me decías: No te quiero.
Y la mía respondió: Tampoco yo.
Tampoco yo… Tampoco yo… repetían esas palabras perdidas en el eco.
Pero el amor también tiene momentos gloriosos y felices cuando siendo adolescentes, ingenuos y soñadores, deshojábamos la margarita creyendo a pies juntillas en su respuesta floral.
POEMA PARA ADOLESCENTES
Mágica adolescencia
que deshojando margaritas se nos fue.
Deshojando estoy la margarita de mi amor.
Florecilla del campo alba y sencilla,
que entre sus pétalos celosa guarda
el secreto que hoy le quiero consultar.
¿Será mi amado fiel a mi cariño?
¿O estará pensando en otra el muy ingrato?
Terrible duda que, hoja a hoja, la flor,
cual hada bienhechora, me ha de disipar.
Dime, maga floral, amiga del que ama,
¿es cierto que mi amor me quiere?
¿Que sueña conmigo noche y día?
¿Que su corazón late al son del mío?
¿Que a la luna llena habla de mí?
¿Que al rezarle a Dios dice mi nombre?
Anhelante, te sostengo entre mis dedos
y nerviosa, tus pétalos comienzo a deshojar.
Flor sabia, aclárame al momento
cuánto me quiere mi dueño.
¿Me quiere mucho por ventura?
¿Quizá sólo un poquito?
¿O tal vez nada?
Deshojo lentamente… Mucho… Poquito… ¡Nada!
No es posible. Él me ama. Estoy segura.
Me lo han dicho sus labios, su sonrisa.
Sus gestos de ternura, su mirada.
Y el dulce beso que nos dimos
sonando de la iglesia las campanas.
Flor boba. No esperes que vuelva a consultarte.
Creo a mi amor. En ti no creo.
¡Tus pétalos están equivocados!
¡Naturalmente que la flor estaba equivocada! Eso, si la respuesta era un “no”. Si, por el contrario, el último pétalo nos decía un “sí” rotundo, una sonrisa de felicidad iluminaba nuestro rostro. ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Me ha dicho que me ama!
Creo que ahora ya no se deshojan margaritas. Ya no se estila. Si acaso, se puede consultar… en internet.
También existe ese amor que ya nació como una flor sin aroma. Un amor que, sin principio ni final, dejándose llevar por la rutina no tuvo historia. “Nuestro amor no tuvo historia. / Terminó cuando empezaba. / Pasó sin pena ni gloria / sin dejar nada, nada, nada… inolvidable Antonio Machín que entre gardenias y angelitos negros fue la banda sonora de muchos enamorados.
NI UNA FLOR
Hay amores que son
como una flor sin aroma.
Fríamente, a través del tiempo y la distancia
pienso que lo nuestro fue la antítesis
de una historia de amor que un día
se perdió diluida en el crepúsculo
de un atardecer sin claroscuros.
No dejamos ni el recuerdo de una página
con un poema escrito entre tú y yo
inventando alguna fantasía.
Esa página, impensada, quedó en blanco
como en blanco quedó nuestra pasión.
Tampoco tuvimos aquella melodía
que todo enamorado siente suya
y añorando aquel momento al escucharla,
le hace soñar en la distancia
con las caricias de su bienamado.
Ni grabamos nuestros nombres en el tronco
del centenario y triste roble
que cada atardecer nos encontrábamos
en aquellos monótonos paseos
por las glorietas del tranquilo parque.
Ni una flor marchita quedó como recuerdo
de aquel cariño que ya nació marchito.
Fue un amor, simplemente, sin historia.
Sin dejar ni un poema, ni un nombre,
ni una melodía, ni una flor…
Tan sólo dejó… la nada entre tú y yo.
¡Ay, qué amor más triste e insípido! A eso no se le puede dar el nombre de amor, si acaso, de rutina, de un dejarse llevar porque no se tenía otra cosa que hacer ni otra persona con quien gastar el tiempo; malgastarlo, diría yo. Fuera, fuera. De ese amor hay que huir. ¿No es más bello y gratificante pedir, llenos de esperanza en un futuro, estos deseos?
MÁNDAME
Sobran mensajeros;
sólo tu presencia.
Mándame un mensaje con el viento.
Un pensamiento de amor con una flor.
Un suspiro en una estrella fugaz.
Un susurro amoroso en una ola.
Tu añoranza en un rayo de luna.
Un cálido abrazo envuelto en la brisa.
Un bello soneto escrito en una nube.
Una música entonada por las aves.
Una rosa azul en las alas de un ángel.
Y un beso apasionado en un ardiente corazón.
Pero si vas a decirme que me quieres,
no me hacen falta suspiros, pensamientos,
rosas azules, añoranzas, sonetos…
Tan sólo necesito que a decirlo ¡vengas tú!
Eso es. Ven tú. Déjate de rosas, poemas, suspiros y demás lirismos. Me sobra todo. Sólo necesito que vengas tú. Sentir tu presencia junto a mí. El calor que emana de ti. Sentirme segura bajo tu sombra protectora que me envuelve espantando mis temores a la oscuridad. ¡Qué romántica me he puesto! Y es que el tema lo requiere, así que vaya un último poema, por hoy, dedicado al amor.
SUCEDIÓ
Et in eternum seguirá sucediendo
mientras exista un nuevo Adán y una nueva Eva.
Y encontré más puro y esplendente el nuevo día.
Y mil palomas volaban a mi alrededor.
Las aguas de las fuentes corrían cantarinas.
El campo era un mosaico de teselas en flor.
El aire me besaba como un enamorado.
Había en mi ventana brisas de primavera.
Las aves entonaban sus endechas de amor.
Las gentes sonreían felices al pasar.
Las nubes con el sol jugaban en el cielo.
Y una rosa brotaba en el viejo rosal.
Sucedió como todas las cosas; sin un porqué.
Sucedió, sencillamente, que yo me enamoré.
Espero que hayan sido de vuestro agrado estos sencillos poemas amorosos. Cantemos todos al amor en cualquier tiempo. No esperemos a que sea sólo el Día de los enamorados. Todo el año debería serlo. Mantengamos encendida la llama del amor. Un amor que, ya se sabe, distinto al que sentíamos cuando éramos jóvenes – más jóvenes, quiero decir-, pero quizá más firme, más arraigado y sincero, más auténtico. Mantengamos viva esa llama alimentando los nuevos sentimientos que con el tiempo han brotado. Ella, con su rescoldo, mantendrá tibio para siempre el hogar de quienes se aman de verdad.
Feliz Día de los enamorados.