perfume y personalidad

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La personalidad viene dada por el conjunto de factores físicos, emocionales, intelectuales, valores morales, espirituales, el “yo” social y otros cuantos que nos hacen ser de determinada manera. Es algo así como una aureola que distingue de los demás  como una emanación sutil que hace a uno más atractivo. Naturalmente que la personalidad cambia con la edad, con la formación, con las circunstancias y otros factores.

         ¿Puede un perfume aumentar la personalidad? Según los expertos sí, pues es una manera de singularizarse y bastante importante. La publicidad de la cosmética sabe mucho sobre este tema y aprovecha, y sabe hacer que se aprecie más un perfume que otro. Un anuncio sobre una cierta marca de colonia afirmaba que no sólo hacía atractiva a las mujeres por una noche si no que la volvería  hermosa para siempre. Por supuesto que tuvo un gran éxito de ventas.

         El uso de los perfumes no es nada nuevo, hace miles de años que los aromas formaban parte  de la vida diaria. Según la tradición, en principio los perfumes estuvieron reservados para los dioses; luego se les permitió también a los sacerdotes y  a continuación  comenzaron a utilizarlos los reyes, después a los jefes militares y a los encargados de la Administración del Estado y así, sucesivamente fue bajando hasta el último escalón social.

         La primera civilización de la que se sabe que utilizó los perfumes y toda clase de cosméticos tanto hombres como mujeres, fueron los egipcios que los usaban en los actos religiosos y en toda clase de actos privados y públicos así como el maquillaje de los ojos. Y la obsesión de los perfumes  llegó al máximo durante el reinado de una de sus reinas llamadas HATSEPSUT que plantó extensos jardines con el fin de recoger flores para perfumes y de esto hace ya  unos 3600 años. Los egipcios fueron también los inventores del baño que podía ser  restaurador, sensual, calmante, religioso o simplemente higiénico. Después los romanos lo copiaron y construirían las majestuosas “termas romanas”.

         En la Antigüedad, tanto las mujeres como los hombres iban fuertemente perfumados porque les daba excelencia, autoridad, poder, pues era una manera de imponer su presencia y resaltar su personalidad. Cuando los egipcios asistían a una comida en la casa de un amigo o de algún mandatario, recibían en la puerta de entrada una guirnalda y perfumes. Y cuando el poeta griego Homero hablaba  sobre la cortesía dice que era obligatorio ofrecer a los visitantes un baño y aceites perfumados, pues de lo contrario los anfitriones pasarían  por personas vulgares. El mismo Alejandro Magno era un gran consumidor de perfumes y el que más le gustaba era el olor del azafrán. Tan perfumado iba él y sus ropas que llegaron a decir que su sudor era aromático. Las campañas guerreras entre gritos, sangre y muerte no le impidieron usar los perfumes

         Todas las civilizaciones le han dado gran importancia a los perfumes y los han utilizado con abundancia, no sólo en las fiestas sino a diario en la vida cotidiana, y hasta tal punto en las mujeres romanas se ponían perfumes diferentes en cada parte del cuerpo. Después, con la venida del Cristianismo se impuso cierta austeridad en el consumo de los perfumes.

         El escritor John Trueman apunta en su libro Historia de los aromas:”Los europeos de la Edad Oscura eran sucios y sin perfumes. Los de los tiempos medievales y modernos, hasta cerca del fin del siglo XVII fueron sucios y perfumados. Los hombres del siglo XIX fueron limpios y sin perfume”. Pero la realidad es que los perfumes siempre estuvieron  presentes incluso en épocas de crisis.

         En la vida de los reyes de Francia se cuenta que Luis XIV tenían varios empleados permanentes cuya única misión era tener constantemente perfumados sus aposentos y todas las estancias del palacio, especialmente con agua de rosas y de mejorana.

         Llegados hasta aquí cabría preguntarse:¿Huele tan mal el cuerpo humano  que es necesario utilizar perfumes para anularlo?  Cada persona tiene su olor característico que puede ser agradable, repugnante o neutro. Para Napoleón el olor natural  de su Josefina era no sólo agradable  sino fuertemente sensual. Así lo expresó en una de sus cartas a Josefina que le decía que no se bañara  durante dos semanas que faltaban para estar juntos, que quería gozar de todos los olores naturales de su cuerpo. Esto no quita que tanto Josefina como Napoleón utilizaran a diario los perfumes que eran preferidos los de violeta. Así se comprende que cuando Josefina murió, Napoleón sembrara violetas en su tumba, y antes de partir para su destierro en Santa Elena cortó unas cuantas flores de violetas, las puso en un escapulario que siempre llevó colgado del cuello. Y es que , como dijo Kipling “los olores nos conectan al pasado como no lo pueden hacer otros sentidos”.

         En cierta ocasión le preguntaron a Marilyn Monroe qué se ponía para dormir y ella contestó: “unas gotas de Chanel nº 5”. Fue una contestación ingeniosa, irónica y cargada de picardía.  Chanel nº 5 fue creada en 1922 y desde entonces se viene utilizando por muchos motivos obvios, pero sobre todo porque  al parecer tiene un gran atractivo sensual. No obstante, hay que advertir que el mismo perfume  no huele igual en todas las personas pues al mezclarse con  los olores naturales del cuerpo sale un nuevo perfume y éste está fuertemente unido a la persona que lo lleva, vienen a ser como un signo más de identificación, de reconocimiento y tiene una gran importancia en las relaciones sociales.

         En cuanto al carácter erótico, afrodisiaco del perfume es algo incuestionable, por eso, la mujer lo convierte en un arma más de su repertorio de seducción.

         Saber elegir el perfume adecuado a cada personalidad  y sus circunstancias es todo un arte. Si se elige bien la resalta, lo contrario puede hacer que la rebaje. Elegir bien es distinción, es elegancia, es hidalguía y ese toque no está al alcance de todos.

                   ROGELIO BUSTOS ALMENDROS

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