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Perdiendo la fe… en el hombre. Decepcionado cada vez más. Una y mil veces. Pero lo peor de todo es que creo que no hay solución. El mundo, tal como lo conocemos hoy día, está abocado a la desaparición. Está agonizando.

            ¿Dónde está la gente buena? ¿Existe? ¿Están escondidos? El mundo los necesita. Y los necesita con fuerza y determinación. Irrumpiendo de entre los escombros en lo que se ha convertido todo. No pueden permitir que sus voces se vean silenciadas por la gente vil. Han de situarse por encima de todos ellos y aplastarlos. Arrebatarles todo el poder e instaurar un mundo mejor. Estoy convencido de que solo con buenas palabras y buenos modales no basta, con ellos, está claro que no.

            Vivimos en un mundo donde niños mueren de hambre, de frío y de enfermedades para las que ya hay cura o se pueden prevenir. Vivimos en un mundo donde niñas son mutiladas genitalmente, son prostituidas y vendidas al cerdo de turno. Vivimos en un mundo, donde hay seres que tienen el dinero por castigo. Millones y millones de dólares que invierten en una excentricidad detrás de otra. Rodeados e inmersos en los lujos más descabellados que se te puedan ocurrir. Vivimos en un mundo, donde se asesina, se maltrata, se viola, se roba…, y se reza. Sí, se reza en silencio y soledad. ¿Con eso basta? ¿Seguimos mirando hacia otro lado? Por supuesto que sí. No nos interesa. A mí déjame tranquilo que estoy bien como estoy. Y que cada uno barra la puerta de su casa. No es mi problema… Bastantes tengo yo ya… De estos polvos, estos lodos. Así, gira el mundo.

            ¿Estamos ahora peor que nunca? ¿En 2021? Por supuesto que no. Solo es cuestión de leer la historia de la humanidad. ¿Desde cuándo existen las guerras? ¿Desde cuándo existen las injusticias? ¿Alguien lo sabe? Yo diría que desde que el hombre es hombre.

Imagen artículo Perdiendo la fe...

            Mi vida, tu vida, nuestras vidas…, son solo una gota en el inmenso océano. Nuestro paso por este mundo es un milisegundo, sino menos. Y no hacemos nada por intentar enmendarlo. Está abocado al desastre. Unos vienen y otros van. Agárrese el que pueda. Y el que no… mala suerte. ¿Qué más da? ¿Hay algo que importe?

            Decepcionado, puramente decepcionado, conmigo, por no ser capaz de dar ese puñetazo desde el polo norte al polo sur que lo agite todo. Y con todos…

            ¿Cómo luchar por un mundo más justo? Todos somos iguales. Sin embargo, ¿cuántas personas dormirán esta noche en sus mullidos colchones de sus impresionantes mansiones y cuántas lo harán en la calle, en la tierra, en el barro?

            ¿Todavía os asombráis de lo que está ocurriendo en esta pandemia? Yo, no. A mí ya no me sorprende nada. Del ser humano, nada. A nosotros nos ha tocado esto como nos podría haber tocado otra. ¿Una guerra, una masacre, un atentado?

            Escribo estas palabras en la oscuridad de la noche, en la oscuridad de mis pensamientos. ¿Hay algo que se pueda hacer para retomar el timón de este mundo y ponerlo en la buena dirección? Lamentablemente, mi respuesta es que no. Somos una gota en el mar oscuro. Aquí solo estamos de paso. Yo me iré, tú te irás y otros vendrán. Así es como son las reglas de este cruel juego…

            ¿Dónde están las personas buenas? Se las necesita. Y no basta con rezar. No basta con palabras… Son precisos hechos consumados y contundentes. Han de alzar sus voces por encima de las llamas y volver el cielo tierra y la tierra cielo. El resurgir de las cenizas.

Dr. Juan Gustavo Benítez Molina

Málaga

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