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Por Julián Díaz Robledo.

Ya no se ven los puestos de castañeras en las esquinas de Madrid en los fríos inviernos de Pascua, ni están los serenos por las calles abriendo las puertas de las casas a los alegres vecinos nocturnos de las noches navideñas… Y llegadas éstas fechas, me pregunto la razón de los enormes cambios costumbristas que se observan en general y del cambio gastronómico en particular, aquel que tan arraigado estaba en los hogares madrileños treinta años atrás, cuando llegaban tan entrañables fiestas a las cocinas domésticas.

En aquellos tiempos, la coliflor, lombarda y cardo adquirían un protagonismo especial en la familiar nochebuena y dichas especies mutaban de ser unas simples verduras de mercado diario, a tener una excepcional presencia en la mayoría de las mesas hogareñas, enriquecidas todas ellas esa noche hasta en la más humilde cocina de los barrios periféricos de la gran ciudad. Las referidas verduras compartían fogón doméstico con el besugo, el pavo y el turrón, regados todos ellos con el champagne catalán, que así se llamaba entonces lo que ahora se denomina cava…

Los enumerados alimentos gozaban de esplendor en los escaparates de los viejos mercados de barrio, cuyos puestos presentaban perfectamente alineadas en interminables filas, las blancas pellas de la coliflor, conjugando colores con el exultante morado brillante de la lombarda y los enormes cardos que, puesto de pie sobre sí mismos, ocupaban grandes hileras, como presumiendo de su espectacular tamaño y marcando sus nervaduras suculentas de color blanquecino en el envés, invitando a ser presentados en una mesa en tan especial noche.

La tímida escarola hacía de telonera en el gran escenario de las suculencias, y como simple acompañante ofrecía con cierta dignidad sus rizados y blanquecinos tallos de sabor dulce amargoso, enriquecidos en la ocasión con el color rojizo de unos granos de la espectacular granada…

El besugo, propio de aquellos tiempos pasados y que era voceado por el pescadero con los nombres de voraz y pancho, se presentaba en las vitrinas como el artículo de lujo de tan sonadas fechas y era magnificado con su importante cuerpo alto y comprimido, sin otra competencia que la espléndida merluza, ambos como indiscutibles reyes del Atlántico.

De aquellas exquisiteces, permanecen como vestigios inaplazables los turrones, polvorones y mazapanes, acompañados ahora por el panetón italiano que ha ganado adeptos entre los niños. Y unos y otros por separado, pero todos ellos en su conjunto, conformaban los elementos característicos que alimentaban tan dulce celebración, sirviendo de picoteo a lo largo de la semana, y casi siempre a deshoras.

Así se ponía el broche final a un mes emblemático como diciembre y se cerraba un año cuyo agotamiento lo decretaban las doce campanadas que emitía un viejo reloj capaz de paralizar todo un país y unir a los españoles, mientras dichos habitantes se atragantaban con doce inocentes granos de uva…

Entre tan festiva ilusión, permanece como prólogo inalterable la lotería y su deseado gordo, que los niños de San Ildefonso han cantado con mayor dificultad desaparecida la peseta, y que como listos colegiales han aprendido a superar el problema que se presentaba versificando sus cánticos en euros…

Ahora que han dejado de beber los peces en el río; que los pastores no tienen requesón; que los alegres villancicos brillan por su ausencia; que el tamborilero ha perdido los palillos y no se acerca al portal porque apenas hay nacimientos; y que tampoco en las iglesias se canta el Adeste fideles en la misa del gallo, desplazado por letras y músicas más progres, me pregunto: ¿A dónde han ido a parar las miles de tarjetas que se repartían deseando felicidad? Los email y whatsapp han reemplazado al género epistolar y aquellas tandas de tarjetas que descansaban puestas de pie sobre la mesa camilla de las casas durante las fiestas luciendo felicitaciones, han pasado a mejor vida. Y los Reyes Magos dejaron de venir de oriente y ahora vienen de los Parlamentos y traen cara de políticos.

Tengo la impresión de que todas estas festividades se celebraron antes de ayer y me parece imposible que haya transcurrido un año; la velocidad con que se repiten las horas, los días, las semanas y los meses, y se presenta de nuevo la Navidad y Año Nuevo, nos están enviando inexorablemente hacia la lejana vejez que se avecina.

0 thoughts on “¿ Otra navidad ?

  1. Muy cierto mi querido Julian. Todo cambia a una velocidad de vértigo. Yo también añoro aquellos tiempos y a los seres queridos que ya no estan. En fin, despertemos de la nostalgia y aceptemos el presente que tampoco esta mal.

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