MIRADA AL PASADO El Garrote Vil

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José María Escribano Muñoz

Hendaya- Francia

La pena de muerte también conocida como pena capital, es uno de los actos sentenciados por las diversas justicias allá donde se encuentra en vigor, de los más salvajes y viles conocidos. Es curioso como en la mayoría de las religiones, sus idearios la prohíben taxativamente. Pero llama la atención, que son aquellos regímenes ultra religiosos, donde mayormente se practica, (en el caso del cristianismo, uno de sus principales mandamientos es “no matarás”, sin embargo, cuando tuvieron la justicia en sus manos, no dudaron en llevar a la hoguera a miles de personas).

Lo cierto es que ningún ser humano debería arrogarse la potestad de quitar la vida a nadie, para eso la sociedad tiene medios para protegerse de personajes que actúan con atrocidad contra la propia sociedad.

Desde antiguo la mayoría de los gobiernos en el mundo, conscientes de lo salvaje del acto, trataron de suavizarlo, promoviendo el invento de artilugios que hiciesen menos terrible para el reo este proceso. El garrote vil fue uno de ellos, que como veremos a lo largo del presente artículo, no cumplió las expectativas, sino todo lo contrario, convirtiéndose en lugar de un método rápido de ejecución, en un sufrimiento añadido al ya terrible y salvaje para el condenado.

Durante este trabajo, haremos un repaso a sus orígenes, descripción del aparato, verdugos, reos más relevantes, y las acostumbradas conclusiones. Como historiador siempre trato mis trabajos con el rigor que se merece, sin embargo, en este no puedo dejar a un lado mi militancia, por la vida del ser humano: un lema grabado en lo más profundo de mi ser es el ¡NO MATARÁS! Conducta que debería estar presente en todo ser humano, independientemente de ideologías y credos, la dotación de la palabra en nuestra especie, la deberíamos entender como un don para la solución de nuestros conflictos con el diálogo.

Ejecución

Antecedentes:

El origen del garrote vil, se remonta a la “Santa Inquisición”, un instrumento que esta institución utilizó como potro de tortura, en el cual los procesados sufrían el tormento, ocasionado por garrotes que se ajustaban a sus extremidades.

Fernando VII tras la jura de la constitución de las Cortes de Cádiz, una de las primeras actuaciones, fue suprimir las propias Cortes y por ende la Constitución, traicionando de esta forma la voluntad emanada del pueblo, convirtiéndose en un monarca absoluto y dictatorial. Hasta 1.832 la ejecución de la pena de muerte era por ahorcamiento, en este año una Real Cédula de Fernando VII estableció en los siguientes términos el garrote vil. “Deseando conciliar el último e inevitable rigor de la justicia con la humanidad y la decencia en la ejecución de la pena capital, vengo en abolir para siempre en todos mis dominios la pena de muerte por horca, mandando en adelante se ejecute en garrote ordinario la que se imponga a personas de estado llano”.

De esta forma desde el siglo XIX al XX, el garrote vil fue el método de ejecución más común en España. La diferencia de clases es una constante en la justicia, cuando Fernando VII establece el garrote vil, como fórmula de ejecución hace la distinción entre el pueblo llano para el que se le asignaba “garrote ordinario” y el noble, destinado a las clases privilegiadas, aunque las diferencias consistían básicamente a la hora del traslado del reo y en lo tocante a la humillación y el escarnio público, (lo que se conoce como conducción del reo al cadalso).

Lo cierto es que la situación de miseria entre la mayoría de la población, fue precisamente este sector el que aportó el mayor número de víctimas. Los errores judiciales fueron muy comunes. En muchos casos la causa principal fue la falta de preparación de los propios reos, así como la falta de medios que les permitiera una buena defensa.

La pobreza de por sí era un sector estigmatizado, el mundo rural en la Andalucía del interior fue la generadora de casos muy llamativos, como veremos a lo largo del presente artículo.

El Garrote Vil

Características técnicas:

El garrote vil consistía en un artilugio muy simple y al mismo tiempo rápido en la ejecución, pero esta circunstancia no fue así, sobre todo por la falta de formación de sus ejecutores (verdugos procedentes de bajo extracto social y poca formación).

La conformación técnica del artilugio, está constituido por un palo vertical que se fijaba a un banquillo, en el que se sentaba el reo, rodeando el cuello del condenado, el verdugo ceñía un collar, también llamado corbatín de hierro, ajustándolo a la garganta del condenado. En la parte posterior había un pequeño torno, que se accionaba con una manivela la cual al ser girada, introducía un punzón en el bulbo raquídeo, introduciéndose en la parte de la medula, que partiendo de la protuberancia anular hasta el agujero occipital del cráneo, de esta forma rompía las vertebras del reo a la vez que en un movimiento brusco, el cuello era empujado hacia delante, provocando la muerte por asfixia en teoría instantánea, pero como decíamos anteriormente, no siempre era así, debido principalmente a la inexperiencia y falta de formación de los verdugos de turno, un trabajo muy desagradable, que solo la situación desesperada de miseria les hacía aceptar.

En la mayoría de casos para convencer al futuro verdugo a aceptar el cargo, se les planteaba como que las ejecuciones eran escasas y cuando las había estas corrían a cargo de verdugos profesionales de otras prisiones ajenas a la en cual el titular ejercía su cargo. Pero lo cierto es que todo este argumento solo eran cantos de sirena, nada ajustados a la realidad y que solo pretendían cubrir las plazas necesarias, ya que todas las prisiones debían contar con un verdugo titular.

La cinematografía clásica nos hace un relato muy ajustado a la realidad, la película “El Verdugo” de Berlanga y protagonizada entre otros por Pepe Isbert, es un documento muy relevante.

Una obra maestra del cine español, que a pesar del tiempo transcurrido, y estar en blanco y negro, retrata de forma fidedigna lo que fue la España de aquel tiempo.

Escena del Verdugo de Berlanga

Los siglos XIX y XX:

El periodo de vigencia de este método de ejecución en su mayor parte transcurre en tiempos de despotismo dictatorial, inaugurado por el absolutista Fernando VII y finalizado con el fin de la dictadura franquista. Como podemos ver desgraciadamente, se corresponde con uno de los periodos más lamentables de la historia de España.

Durante el siglo XIX, cerca de 750 personas fueron ajusticiadas en España, los métodos fueron diversos, entre algunos de ellos estaba el fusilamiento.

En el transcurso del siglo XX, fueron ejecutadas por garrote vil, al menos noventa personas, entre ellas cinco mujeres, fueron ejecutadas por este procedimiento entre los años 1900 y 1935. Unas 113 lo fueron durante el transcurso de la Guerra Civil hasta el año 1975.

Durante este periodo se produjeron varios errores judiciales, errores irreparables como es fácil entender, que produjo la muerte de varios inocentes. Poniendo de manifiesto la necesidad de abolir la pena de muerte.

El caso de Francisco Granados y Joaquín Delgado, acusados de colocar sendas bombas en la Dirección General de Seguridad y la Delegación Nacional de Sindicatos, se rebeló en 1963 como un terrible error judicial, tras un juicio sin garantía alguna, siendo condenados a garrote vil, un error como comentaba imposible de reparar.

El 27 de septiembre de 1975, ya en pleno siglo XX y en los últimos estertores del franquismo, cinco acusados de terrorismo, militantes del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico) y de ETA, todos ellos juzgados por un tribunal militar y condenados a muerte. La sentencia fue llevada a cabo en diversas cárceles españolas, por el procedimiento de fusilamiento.

Este hecho despertó gran revuelo a nivel internacional, todos los medios escritos y audiovisuales del mundo dedicaron muchas emisiones de su programación durante el tiempo que transcurrió entre la sentencia y la ejecución. La iglesia católica a través del mismo Papa también se opuso a esta sentencia.

Los últimos ejecutados

Reos relevantes:

Entre los condenados más conocidos desde el punto de vista mediático, en la década de los cincuenta, tenemos al que apodaban “El Jarabo”, autor del asesinato de cuatro personas. Gracias a la obra pictórica de Ramón Casas, titulada “Reo de muerte” (1894), en el cual se retrataba la ejecución pública en 1892, de Isidoro Mompart, en dicha obra Casas plasma el acto de la ejecución ante una multitud de curiosos. Las ejecuciones públicas, al igual que ocurrió siglos atrás con los “autos de fe” tuvieron gran predicamento y aceptación por parte del público que lo veía como un espectáculo más, hasta finales del siglo XIX (1897).

Otro de los reos más conocidos, fue Santiago Salvador que había arrojado una bomba en el Liceo de Barcelona, matando a veinte personas. Siendo ejecutado en privado en 1894.

Mientras tanto en Andalucía uno de los reos más célebres fue el “Brasileño”, José Ortiz Puerto nacido en Iznajar, en 1886. Perteneciente a una familia de agricultores, siendo muy joven emigra con su padre Antonio Ortiz Pavón a Brasil, a su regreso montó una empresa, de la cual procede el apodo del “Brasileño”. En el momento de su regreso a España cuenta con tan solo 14 años, cuando tenía 18 años su oficio es de jornalero analfabeto, engrosando el gran contingente de desigualdad de aquella Córdoba del tránsito de siglo, reflejo de una Andalucía, empobrecida y desesperada por la crisis agraria. A este hombre se le detiene como autor de un triple asesinato, hecho cometido en un cortijo de nombre “Chancillarejo”, situado en Alcolea (Córdoba). Este suceso ocasionó un gran revuelo en Andalucía y en España en general, el 30 de abril de 1914, fue ejecutado a garrote vil, con tan solo 28 años. La discusión política originada por este caso se sustanciaba en la carencia de cultura de esta persona, que le impedía medir el alcance de su pobre razonamiento, considerando que lo cometido se debía más a un auto de honor que de un crimen execrable, que en realidad es lo que fue.

Las últimas ejecuciones por este sistema en España se produjeron en 1974, los reos fueron el joven anarquista y militante del Movimiento Ibérico de Liberación, Salvador Puig Antich, y el polaco Heinz Ches. Las ejecuciones tuvieron lugar, el primero en la cárcel Modelo de Barcelona y el segundo en la prisión de Tarragona. Estas ejecuciones tuvieron gran repercusión, en todos los ámbitos tanto a nivel nacional como internacional. Todos los medios de comunicación se hicieron eco de estas ejecuciones, pero las diversas instituciones mundiales, así como la iglesia, trataron de interferir pidiendo clemencia para con los reos.

Fernando VII

Conclusiones:

La sociedad democrática está demostrando que tiene recursos suficientes para defenderse de actos contrarios a su sistema de tolerancia, en el caso que nos ocupa que fue un sistema de ejecución como el garrote vil, quedó demostrado que no cumplió las expectativas de hacer más humanitaria la ejecución, ya que la inexperiencia de los verdugos provocaba de forma continuada una lenta agonía de los sentenciados.

Llama la atención que países etiquetados como democráticos, continúen contemplando entre sus reglas jurídicas la pena de muerte. Pero aún sorprende muchísimo más, que la mayor parte de estos países tienen sus idearios políticos y jurídicos en textos religiosos que apuntan en la dirección contraria.

Otro de los temas son los errores judiciales, actos como se puede entender, imposibles de reparar. Pero incluso muchos de los condenados, quedó en el aire incluso en el ámbito judicial, si se trataba de una actitud criminal o de trastorno mental. Recordemos que las enfermedades mentales, hasta no hace mucho tenían consideración de estigmatismo, padeciéndolo enfermos y familiares como un castigo divino, incluso se dictaron leyes que les fueron aplicadas a estos enfermos, (la famosa Ley de Vagos y Maleantes), esta fue un cajón de sastre que les fue aplicada a homosexuales, gentes que entendía el libre pensamiento como un derecho humano y también a enfermos con alguna de las múltiples enfermedades mentales.

Por esta razón, debemos celebrar la llegada de la Democracia a nuestro país por razones obvias, pero entre otras por la abolición de la pena de muerte, una eliminación que nos hace más humanos…

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