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Hace unos días me llamó mi amigo Juan. Entre él y yo tenemos una comunicación semanal interesándonos por la salud mutua tan puestas en riesgo por esta nueva enfermedad, pues él pasa ya de los 85 “metío” en los  86, como se decía antes por estos lugares. Le pregunto cómo está encajando el confinamiento y me dice:”lo estoy haciendo según me repiten todos  los medios de comunicación a cualquier hora: “yo me quedo en casa con mis hijos, con mi pareja y con mis padres” ¡Qué fantástico lema de protección! Así que en esta casa, a lo que yo llamo “mi reserva” estamos mi mujer y yo, mi hija y su marido y sus 4 hijos. Un total de 8 personas en el piso. Así que por un mal viento alguno de nosotros nos contagiamos pues estamos en peligro de muerte todos. Menos mal que es espacioso pues tiene 115 m2. Me horroriza el pensar cómo estarán soportando los que están en un piso de 80 ó 90 m2 que es la superficie normal de la mayoría de los pisos. Damos gracias al cielo y no a otros el que estemos todavía vivos.

Mi sobrino, médico, está trabajando en un hospital y cuenta horrores de lo que están viviendo, tanto los enfermos como todo el personal sanitario y auxiliar, cosas increíbles en un país civilizado, rico y de “progreso”. Él que ha estado varios años trabajando en países llamados del tercer mundo no ha visto en ningún sitio salas de espera atestadas con enfermos moribundos esperando un tratamiento. La falta de medios es descomunal, no sólo para los muy enfermos sino para el personal sanitario que tienen que emplear bolsas de basura y mascarilla casera para protegerse. “Llanto y crujir de dientes”. A todos estos héroes se les ha establecido oficialmente una paga extraordinaria todos los días a las 8: APLAUSOS. El dinero para otros. Dicen que esto es una guerra y ponemos al mando no a generales capacitados y con experiencia sino a cabos reclutas. Así nos va.

Como lo noto cabreado le digo en un intento vano de  animarlo que “mal de muchos consuelo…” no me dejó terminar y a continuación responde con “mal café”, eso es lo que somos todos, unos tontos unos borregos que nos llevan al corral a palo limpio. Le recuerdo el peligro que corremos todos los de nuestra edad. Juan reacciona con rapidez y me dice que él no es viejo. ¿Porque  tenga 85 años crees tú que soy viejo? Pues yo no me siento viejo en absoluto. Para mí viejo es aquel que piensa más en el pasado que en el presente y el futuro, y no siente alegría ni ilusión, ni tiene  nada ya qué hacer. Ese  no es mi caso; pienso que todavía me quedan muchas cosas por hacer y eso me da ánimo para soportarlo todo y a vivir a pleno rendimiento como si el futuro estuviera por venir,  y sigo llevando la administración de mi hacienda. Viejos son aquellos que el futuro lo tienen en el pasado. No niego que voy para los 86 años pero mi espíritu es joven por todo lo que le acabo de decir, y vivo con esperanza todos los días. La muerte vendrá, qué duda cabe, pero no tengo que estar continuamente pensando en ella, y cuando lo hago es para darme cuenta del don , del privilegio que tengo de estar vivo, y si he llegado a esta edad no es para estar lamentándome continuamente sin hacer nada, así que sigo y seguiré activo hasta el final. Y como me gusta y también tengo bastante tiempo para leer te cuento lo que aquel político francés  ANDRÉ MALRAUX dijo respecto a la muerte: “la muerte sólo tiene importancia en la medida en que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida”. Pues esto, querido amigo, lo llevo a rajatabla y me va muy bien, y tengo grabado en la memoria aquellas palabras del Evangelio que dice que no sabemos ni el día ni la hora. Por eso desde hace mucho tiempo pienso en esas palabras y conforme pasan los días con mayor motivo  me hago estas preguntas: ¿Qué obras llevaré conmigo al partir? Aunque he procurado hacer el bien y mantenerme dentro de los valores morales siempre me quedan dudas.

         En fin, hoy ha tocado hablar de este tema, otro día  hablaremos de todo lo que tenemos encima y lo que nos espera.

         Yo, por mi parte, abundando en el tema le digo los versos siguientes del poeta Eduardo Marquina:

 

 

 

 

“Oro, poder y riquezas

muriendo has de abandonar,

al cielo sólo te llevas

lo que des a los demás.

JOSÉ ANTONIO BUSTOS

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