MENSAJES TRISTES DE LA VIDA

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Otro día más que pasa y yo aquí sin fuerzas, buscando razones, buscando motivos, pensando en lo mismo. Es otro día que transcurre y la misma rutina. El tiempo pasa volando, sin que pueda percatarme de que este día no volverá jamás… ¿Quién no ha sufrido? Que levante la mano ante el mundo y se le reconocerá como el mayor impostor y falso que jamás haya existido.

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El verdadero dolor es el que se sufre sin testigos. El más terrible de los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza perdida. El recuerdo de la felicidad ya no es felicidad, el recuerdo del dolor es todavía dolor. Me he acostumbrado tanto a la melancolía que la saludo como a una vieja amiga. La angustia es comprender que nos falta algo y no sabemos lo que es. Todo hombre tiene penas secretas que el mundo no conoce. Por eso, a veces, acusamos de frialdad a un hombre que en realidad solo es un hombre triste.  A veces no nos dan a escoger entre las lágrimas y la risa, sino solo entre las lágrimas y, entonces, hay que saber decidirse por las más hermosas.

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No hay dolor más grande que recordar días felices desde la miseria. El dolor que se calla es el más doloroso. Cualquiera puede dominar un sufrimiento, excepto el que lo siente. Una persona puede sentirse sola, aún cuando mucha gente la quiera. Las heridas más crueles que recibimos son infligidas por aquellos que amamos más y de quienes más somos amados. Naces solo y mueres solo y el paréntesis la soledad es tan grande que necesitas compartir la vida para olvidarlo. La melancolía es una manera romántica de estar triste. Y ahora que tengo lo que quería y ahora que nado en abundancia, ahora sé que no soy nada. La soledad es esencial al ser humano. Todos los hombres vienen a este mundo solos y solos lo abandonan. La gente propensa a la melancolía es la mejor dotada para el amor. La soledad es el maestro que, con el tiempo, te enseña lo que fuiste, eres y serás. Muchas personas se pierden las pequeñas alegrías mientras aguardan la gran felicidad. La gente se siente sola porque construye paredes en vez de puentes.

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Conocí la poesía por casualidad mientras vagabundeaba bailando. Me llamaron la atención sus versos claros y decididos, con toques de esos que te hacen sonreír interiormente pensando que la razón es como una loca. Busco más información sobre ella, leo entrevistas (eso me ayuda a tener una idea más global del poeta fuera de mis versos) y, finalmente, me hice con uno de sus últimos poemarios que habla de amor y de dolor. ¿Qué gané? Nada. ¿Qué poeta soy hoy?, ¿qué mujer soy? Así me quedé después de leer la entrevista que tuve el placer de hacer. Para poneros en situación, si no me conocéis, soy una pequeñita mujer, una que era bailarina, que acabó siendo escritora y poeta en francés, español y portugués y, en 2017, publiqué mi segundo libro de poesía, pero la vida me persigue, cuento que desde que era pequeña ya escribía, incluso hacía historias para leérselas a mis  amigas. Desde entonces no he parado ¡y lo que me queda!

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Escribir es una forma de sobrevivir a todo este caos que nos rodea, de expresar aquello que sentimos. Empecé a escribir muy tarde. Primero fueron diarios que escribía después de los setenta años y relatos también con esa edad. Más tarde empecé a compartir lo que escribía, leía a gente que escribía sobre medicina pero nadie me compraba mis libros, solo vendía un por aquí y otro por allá, como les gustaba seguí escribiendo, ¡tanto para nada! escribí libros de prosa, de autobiografía publiqué varios para que los leyesen a la hora de la merienda. Desde entonces no dejé de escribir, casi siempre autobiografía y poesía. La poesía la abandoné con bastante pena, pero antes de mis 69 años salió mi primer libro “El camino de mi vida” que se publicó en la editorial Granda Costa, en el año 2015. Esa fue mi salida al mundo como escritora. Escribo cuando siento que algo bulle en mí, una inquietud, un desasosiego.

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Francelina Robin

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