Madre, hoy me di cuenta de algo.

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           Hoy me di cuenta de algo que los hijos solemos tardar mucho en ver. La verdad que vimos en nuestros padres al nacer, desaparece al tiempo que crecemos, y solo a veces, cuándo se hacen mayores, somos capaces de volverla a ver.

            Una posguerra tan cruel como la misma guerra, dejó a muchos, como tu cuando eras pequeña, huérfanos no solo de padres, si no de educación y cultura. Las empobrecidas calles fueron tu escuela y otros huérfanos buscadores de migajas, fueron tus profesores como tú de ellos. Por eso nos acostumbramos a que te equivocaras en muchas cosas, a que no tuvieras las palabras correctas a tu alcance y aparentemente así era, pero hoy me di cuenta de algo, no supe ver toda la verdad y sabiduría de tu mirada. En tus ojos siempre estuvo toda la certeza. Las palabras podían ser unas veces equivocadas y otras no ser de nuestro tiempo, pero las emociones no hay ciencia que las encasille en una era o en un diccionario.

            Hoy me di cuenta que tu mirada de olivo, gris casi verde, entre enebro y albahaca, me recuerda a aquellos veranos, donde tú me enseñabas los lugares donde naciste y te criaste. Donde tus historias, a cada paso daban para escribir la biografía interminable. Nunca dejes de contarme tu historia, hay momentos en que creo que es la mía y quizás de algún modo lo sea. Los años han ido cambiando tu rostro y hasta han nublado tu retina, pero esa mirada de olivo sigue ahí, esos ojos no se dan por vencidos he insisten en ver el niño que solo tú ves dentro de mí.

            Hoy me di cuenta que guardo muy dentro de mí una congoja que no se descifrar, te miro a los ojos, para encontrar mi camino en esa verdad que me hizo ser quien soy y solo entonces me doy cuenta que a veces, creyendo que lo sé todo, solo tú puedes verme de verdad. A veces sospecho que solo tú sabes quién soy, aunque no sepas decírmelo. A veces solo tú eres capaz de arrastrarme a tus orígenes, para enfrentarme a mí mismo. Y otras veces, tan solo una mirada quieta, me lo susurra.

            Hoy me di cuenta que no he conocido a nadie tan fuerte. Cuando escucho tus historias, no solo contadas por ti, casi no puedo creer, que siendo tan pequeña ya lucharas en la vida con la entereza de un guerrero. Siempre has sabido ver el mundo de manera diferente, donde todo es gris te empeñas en ponerle colores, donde la tristeza ahoga, tu insistes en derramar alegría. Bailas, cantas, ríes, y haces que todos nos disfracemos de cualquier cosa, todo un rito para invocar a los dioses de la dicha. Y cuando te pregunto, me dices que desde pequeña, cuando no había nada para comer, había que distraerse cantando y bailando.

            Hoy me di cuenta que en las pequeñas cosas eres capaz de ver las grandes. Desde pequeña hasta hoy en un trozo de pan con aceite puedes ver un manjar de dioses, en un puñado de altramuces, mientras veías una película en blanco y negro sobre una sábana en la calle de un pueblo, el mayor de los espectáculos. Tu forma de ver el mundo nos ha hecho amar la vida.

            Hoy me di cuenta que no nos has enseñado economía, ni nos pudiste ayudar con los deberes, ni tenías respuesta para muchas de las preguntas, pero nos enseñaste el amor a la familia, el valor de ayudar a los demás y que a pesar de cualquier obstáculo que encontremos en nuestro camino, la vida sigue a pesar de toda tragedia. La vida no nos regaló el jardín perfecto y el dolor germinó en nuestra tierra virgen. Pero ese mismo dolor fue el que de algún modo nos hizo compañeros de tormenta, buscadores de consuelo y un regazo donde llorar.

            Hoy me di cuenta cuantas veces he deseado volver a aquellos únicos momentos de paz, en el calor de tu pecho, en la complicidad inexperta con la que me amamantabas. Quizás mi mente tan solo lo inventó, hubiese querido más tiempo en ese remanso al que nunca volveré. Algo en mi interior me dice que lo vi.

            Quise agradecerte todo lo que has hecho por mí y me puse a pensar en cuál sería el mejor regalo que pudiera mostrártelo. Entonces descubrí después de mucho buscar que el único regalo que te iba a hacer feliz, era mi propia felicidad. Y así nacieron estas palabras que te escribo hoy.

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