LOS LIBROS TRANSMISORES DE CONOCIMIENTOS

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         El pasado 23 de abril,  como cada año  celebramos el Día del Libro o Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, su nombre completo oficial. Fue en la Conferencia General de la UNESCO, celebrada en París en 1995, cuando se aprobó esta fecha para rendir un homenaje universal a los libros  y a los autores. También había sido solicitado por  la Unión  Internacional de Editores, con el objetivo de fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual. En este  día se realizan gran cantidad de actividades literarias por toda la  geografía española, entre las que  cabe destacar la tradicional lectura de EL QUIJOTE, como homenaje a D. Miguel de Cervantes y al idioma castellano, actividad realizada en bibliotecas, centros culturales, plazas, etc. Conviene recordar que   el 23 de abril de 1616 fallecían tres grandes de la Literatura: Miguel de Cervantes, William Shakespeare y Garcilaso de la Vega.

La celebración del Día del Libro se remonta a principios del s. XIX. La “historia” del libro se hace festiva en España, Europa  y muchos países de América.

“Todo, todo está en los libros” –dice un dicho popular- frase verdadera y acertada, pues en ellos se guarda todo el saber a través de los siglos y  de la historia de la humanidad. Los primeros registros escritos llegaron con el paso de las sociedades  nómadas a otras sedentarias: primero en tablillas cuneiformes de piedra y arcilla, luego  en papiros, rollos, pergaminos y finalmente  en libros, cuyo formato se ha ido perfeccionando y haciendo más duradero con el paso del tiempo. Los libros han permanecido a lo largo de los siglos guardados  en  las bibliotecas de todo el mundo, pues muchas de ellas son verdaderas obras de arte como la de Praga, Berlín, Portugal, París, entre otras. Podríamos decir que son un monumento a la sabiduría.

Hace unos días conocimos la noticia de que en China habían encontrado unos libros antiguos por los cuales pudieron descifrar cómo se construyó “La Ciudad Prohibida”: fue en un lugar donde anteriormente hubo un palacio.

UN REPASO POR LA HISTORIA.—El actual jefe de la Biblioteca Bodleiana de Oxford, Richard Ovenden acaba de publicar un ensayo titulado “Quemar libros”, en el que repasa con rigor de archivero hechos históricos que han llevado a  personas o grupos totalitarios o ejércitos a destruir o quemar bibliotecas, archivos etc. A lo largo de la Historia hay suficientes pruebas de estos “bibliocaustos”, como él los llama. Cuenta que una de las veces que visitó Alemania  se sorprendió al ver  una placa  colocada en una calle donde se conmemora la noche del 10 de mayo de 1933, cuando los nazis, dirigidos por Goebbels, orquestaron una gran quema de libros, precisamente cerca de la Biblioteca Nacional, la Universidad de Humboldt, la Ópera, etc. Resulta increíble que aquel acto horrendo tuviera lugar en el centro cultural e intelectual de Alemania. El objetivo de Ovenden en este ensayo es reivindicar el papel clave de las bibliotecas y los archivos tanto hoy como en el futuro frente a estos actos incontrolados.

También es sabido que en la Lituania ocupada por los nazis hubo muchos judíos que arriesgaron su vida para preservar libros y documentos de su cultura: “escondían páginas en su ropa para llevarlas de vuelta al guetto de noche, pues de día eran obligados a enviar miles de libros a las fábricas de papel. Confiaban en que ellos no se salvarían pero sí podrían salvar su cultura”. Y efectivamente, los que se salvaron del holocausto regresaron a los escondites para recuperar aquellos documentos.

Algo parecido sucedió en la antigua URSS, se dice que un bibliotecario, Antonio Ulpis, se dedicó a rescatar textos, libros, etc. de la destrucción y los escondió en lugares más seguros.

Tampoco podemos dejar de hablar de la biblioteca más importante de la Antigüedad, la famosa biblioteca de Alejandría, aquella que pretendía  acumular toda la memoria del mundo para ponerla a disposición  de los eruditos. Fue la casa de Euclides, Arquímedes, Apolonio de Rodas y otras tantas mentes preclaras de la época, reunidos en unos edificios  construidos para impresionar; su destrucción se ha convertido en algo tan importante como su propia existencia. La desaparición de ese monumento a la sabiduría todavía hoy sigue siendo un mito.

Ovenden dice que cuando fue fundada la biblioteca  era un símbolo de prestigio imperial, un ejemplo de cómo la dinastía  ptolemaica quería mostrarse ante el mundo antiguo como portadores del conocimiento. “con el paso de los siglos dejó de ejercer ese poder simbólico”. Esa es, según Ovenden la lección de Alejandría para nuestra época.

En definitiva, si queremos mantener vivas estas instituciones y que sigan manteniendo su función en la sociedad, es necesario invertir en su supervisión, cuidado y mejora.

Y nada más verdadero que estas frases: “Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar  a los hombres”.

“Cuando se muere un anciano, se quema una biblioteca”.

“La lectura de un buen libro es un diálogo incesante en que el libro habla y el alma contesta”.

“Los libros tienen los mismos enemigos que el hombre: el fuego, la humedad, los animales, el tiempo y su propio contenido”.

 

Aurora Fernández Gómez

Valenzuela

MRW

 

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