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Maria Vives Gomila

Profesora emérita de Psicología

Una de las máximas de filósofos conocidos, convertida en frase viral, es la respuesta dada por el Dr. Lledó como réplica a la importancia de la libertad de expresión: “Es cierto que es necesario tener libertad de expresión, pero principal y primariamente lo que hay que tener es libertad de pensamiento, porque ¿de qué me sirve una cosa sin la otra, si junto a ella no existe esa libertad?” Es una manera de decir que “hablar por hablar no es suficiente, se pueden decir muchas tonterías si antes de hablar no hay una buena capacidad de pensar”, replica el autor. Si ahondamos y tratamos de averiguar de dónde proviene esa libertad, deberíamos recurrir a la herencia, la familia, la educación recibida y al ambiente sin olvidar el verdadero sujeto de esta libertad de pensamiento, es decir, cada uno de nosotros.

La genética tiene su papel en la historia de cada persona. Podemos recibir genes de padres, de abuelos y bisabuelos, de los cuales habremos heredado no sólo características físicas, sino también fisiológicas y mentales; por ejemplo, oímos decir: “tiene la misma capacidad de síntesis de su padre, la sensibilidad de su madre o el mismo genio de su abuela”, etc. Sobre esta dotación natural y características temperamentales, también heredadas, se van añadiendo peculiaridades ambientales y de carácter.

Desde el comienzo de la vida se establece un diálogo entre la demanda del bebé, a través de sus necesidades primitivas, que reclaman ser atendidas y el arte de la madre y del padre para entender el gesto o la prioridad de estas necesidades. Es a través de este diálogo cuando los padres abren su espacio mental para dar cabida a las necesidades, también afectivas del niño. Dependerá de la manera de abrir este espacio y ser un buen espejo, donde el pequeño, además de recibir una respuesta, pueda mirarse y tener la sensación y el sentimiento de ser atendido, querido, mimado.

Estas primeras relaciones, además de dar seguridad al bebé, constituyen la pauta de sucesivas interacciones, que primero serán sensaciones, movimientos, ruidos hasta que, a medida que pueda utilizar el lenguaje, el estilo de las primeras comunicaciones se enriquecerá sustancialmente.

El niño se introduce, por imitación, en el estilo peculiar de cada dinámica familiar. Aprendemos a hablar gracias al estímulo de los adultos más cercanos que se habrán interesado en nuestro aprendizaje. Es la razón por la que el niño entra a formar parte de un ambiente determinado, que tiene una manera peculiar de mostrar el cariño, la forma de hablar y de comunicarse. Este estilo específico habrá marcado el desarrollo y la educación de las primeras etapas que complementarán la escuela, la sociedad y la cultura. Según esto, ¿podemos asegurar que somos tan libres?

Pero ¿cómo se origina el pensamiento?

Para el recién nacido, la vida mental se reduce a movimientos reflejos, que paulatinamente se integran formando hábitos, comportamientos, todos ellos adquiridos gracias a su experiencia y a la relación con el adulto. En cada nueva adquisición, el bebé va construyendo su mundo interno que le permitirá adaptarse a la realidad. De una inteligencia completamente práctica, entre 0 y 2 años, caracterizada por experiencias sensoriales, actividades motoras, manipulación de objetos, el niño pasa a adquirir la permanencia del objeto, los conceptos de espacio y tiempo pudiendo imitar y describir las acciones que realiza. Entre los 2 y los 7 años, período preoperatorio, evoluciona hacia un pensamiento intuitivo: se interioriza la acción y se observan procesos como el juego simbólico, la intuición, el egocentrismo, la experimentación, etc. De este trasfondo, entre los 7 y los 11 años, período de las operaciones concretas, aparece el pensamiento propiamente dicho evocando el objeto y anticipando la acción. El niño utiliza el símbolo de forma lógica. Paulatinamente (11-12 años, período de las operaciones formales), el pensamiento intuitivo se convierte en racional, donde se da una transformación fundamental con el paso del pensamiento concreto al pensamiento formal (hipotético-deductivo) y la relación entre el pensamiento formal o abstracto y la realidad.

                Por otro lado, el ambiente, conjunto de circunstancias concomitantes al desarrollo de las personas, que se añade a la dotación natural recibida al nacer, mantiene su papel a lo largo de su vida. Al cabo de años descubrimos su fuerza, que proveniente del pasado llega a almacenarse en nuestro interior y que, añadida a la herencia genética y al desarrollo de la persona, puede movilizarla hasta llegar a realizar verdaderas proezas.

Este trabajo lo completará la escuela que, en determinados casos, será el único lugar privilegiado que ayudará al niño a pensar. Sin embargo, la competencia herencia-ambiente es antigua.

                Una obra de Charles Dickens, Oliver Twist, puede ilustrarnos sobre este tema. La novela, de carácter social, cuenta la historia de un niño huérfano, Oliver, que vive en el auspicio de la Sra. Mann, donde, por pedir más comida  al director del orfanato, Sr. Bumble, éste lo ofrece como aprendiz al enterrador Sowerberry. Tras ser maltratado por el empleado de la funeraria, huye una noche dirigiéndose a la ciudad. Por el camino encuentra a James Dawkins (el Truhán) que, cruzando los barrios más bajos y abandonados de Londres, le ofrece un sitio donde alojarse. De esta manera, Oliver se encuentra inmerso en el mundo del hampa londinense, en medio de una banda de chicos carteristas, dirigida por el judío Fajín. En la primera ocasión, en la que es inducido a robar, sustrae un objeto a un noble caballero terminando ante el juez, donde, golpeado por los guardias, recibe la ayuda y atención del mismo caballero, Sr. Brownlow, que no sólo no lo acusa, sino que se lo lleva a su casa, lo cuida y, posteriormente, lo adoptará.

Los pupilos de Fajín, dirigidos por William Sikes, lo raptan para que les ayude a robar en una mansión de las afueras de Londres, Él se resiste y cae herido. Protegido por la propietaria, Sra. Maylie, se irán clarificando los numerosos puntos oscuros de su compleja y dolorosa historia: una herencia, un hermano avaricioso y dos familias que lo han acogido y seguirán afectivamente próximas una de otra.

Aquí, podríamos observar la lucha que sostiene entre herencia, capacidades recibidas de los padres (la bondad de la madre y el cariño que se profesan ambos progenitores) y el ambiente (el clima vivido pasando calamidades en el auspicio, en la funeraria y con la cuadrilla de ladrones bajo la influencia de Fajín, William Sikes y el único cariño que recibe de Nancy). Pero, por encima de todo, está su joven personalidad.

                Las palizas recibidas, el ambiente entre los jóvenes ladrones, el hecho de ser inducido a robar en diferentes ocasiones pudo haberlo corrompido hasta llegar a comportarse como  uno de ellos. Sin embargo, no asimila ni se adapta a este “modus vivendi” sino que desarrolla registros positivos que vive e interioriza. La presencia de un sentido crítico, originario y la capacidad de pensar mostrarían el predominio de unas capacidades y aspectos que prevalecen sobre determinados aprendizajes y hábitos nocivos que hubiera podido adquirir. Según esto ¿es la herencia, el ambiente o el pensamiento crítico el que finalmente predomina?

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