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En esta ocasión nos disponemos a hablar algo sobre qué hay detrás de lo que vemos en el internet, la televisión y los móviles que usamos todos los días. Todo el mundo sabe lo que es la radio y la televisión, y no le suena por lo general extraño el término “ondas de radio”. Hoy en día, las comunicaciones que establecemos a diario o las noticias que recibimos, por poner un ejemplo, están soportadas por dos grandes categorías de medios: los cables y las ondas de radio. Entre los primeros, ha surgido con fuerza en los últimos años la llamada “fibra óptica” o “fibra” a secas (así llamada en las ofertas comerciales, ¡sin que, por supuesto, nada tenga que ver con la alimentación!). Si en los cables convencionales, nuestros datos, y en general nuestras comunicaciones, viajan a caballo de la electricidad en forma de señales eléctricas, en la fibra óptica lo hacen en forma de pulsos de luz. En ambos casos se propagan a velocidades vertiginosas.

 Por otro lado, y frente a los cables, las ondas de radio se vienen utilizando como medio de comunicación desde hace más de cien años, aunque no con los resultados tan espectaculares como los que estamos presenciando desde los últimos años, y que a buen seguro continuarán con usos insospechados en los próximos años. Pero de esto en concreto, por su propia importancia, hablaremos en otra ocasión. Ambos medios no son incompatibles. Es más, se complementan.

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Sin embargo, nos referiremos a un problema técnico, que de manera indirecta, está a su vez produciendo nuevas aplicaciones para los usuarios de los servicios móviles. Nos referimos a la saturación de las frecuencias de las ondas de radio, en las que debe caber todo: desde las emisoras de música en AM y FM, la televisión digital terrestre (TDT), los móviles, las comunicaciones de los servicios de emergencias y de las autoridades, etc. Por supuesto, existe una autoridad que regula su asignación y su uso. Vendría a ser, haciendo un símil, como un aparcamiento en el que quedan cada vez menos plazas vacías, o una larga playa en la que, para tomar el sol o bañarse, hay que ir cada vez más lejos par encontrar un sitio. La ocupación creciente del espectro de radiofrecuencias se ha convertido en un problema tecnológico nada despreciable.

 En efecto, primeramente, durante las décadas iniciales de la historia de la radiodifusión, a principios del siglo XX, en las ondas largas y medias se llegaba a ocupar hasta algunos miles de kilociclos; después se fueron ocupando las ondas métricas (radiodifusión en FM, radio-navegación, telefonía móvil analógica, …) y las milimétricas (radiodifusión por satélite, radar, etc.) Y desde entonces han ido progresivamente saturando los rincones disponibles para la comunicación a través del espacio radioeléctrico. Sin embargo, esa necesidad de ir en busca de zonas de ondas sin ocupar, junto a las mejoras en las tecnologías electrónicas, propicia la irrupción de nuevos y espectaculares servicios, como la tecnología móvil 5G, que va a permitir aplicaciones nunca vistas, y que ya está ahí mismo, llamando a la puerta, y de la que pronto hablaremos en esta sección.

 En resumen, la aplicación de la tecnología digital en la comunicación por radio, es decir, sin cables, con una serie de técnicas para el aprovechamiento ingenioso y más eficaz del saturado espectro radioeléctrico, está produciendo su propia revolución; no sólo en las comunicaciones celulares móviles de voz entre personas, sino incluso y con más fuerza en la comunicación de datos en entorno móvil, lo que permite esperar una serie de nuevas aplicaciones, con aplicaciones ya a la vuelta de la esquina, el alcance e impacto de las cuales en la vida diaria de las personas resulta difícil cuantificar.

 

Damià Vidal

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