LA MUERTE EN EL FLAMENCO. HOMENAJE PÓSTUMO A JUAN DE LOXA (1944 – 2017)
Como el apóstol Pablo de Tarso, yo también “digo la verdad, no miento”: sólo unas horas antes de que llegara a mis oídos la triste y desgarradora noticia de la muerte de Juan de Loxa, oía la Taranta que grabé con un poema del inmortal lojeño Juan García Pérez “JUAN DE LOXA” (15/12/2017), persona muy comprometida socialmente y, sobre todo, un granadino de pro. No lo pude remediar: las lágrimas corrieron por mis mejillas, al recordar a aquel amigo-hermano, dotado de una sagaz y aguda mente poética. Acepta, ¡donde quiera que estés, Juan!, esta breve reflexión sobre “La muerte en el flamenco” como homenaje póstumo a nuestra vieja y leal amistad.
“La vida no es simplemente un sistema de urgencias, sino también un pausado, ingente y quiescente esfuerzo por encontrar la verdad de la realidad”, nos dejó dicho Xavier Zubiri en su obra “Sobre el hombre” (Madrid, 1986). La realidad óntica de la vida es la muerte, cantada en los estilos más trascendentales del flamenco: Tonás, Seguiriyas, Soleares y Tangos. La sed del misterio que anida en el ser humano queda perfectamente descrita en las coplas flamencas, que lo canta todo. Por eso el flamenco, precisamente, es “una vieja sabiduría”.
Está demostrado que el hombre no puede prescindir de los dioses – los creyentes sólo tenemos al “Dios Uno y Unico” -, porque nunca podrá explicarse el misterio de la vida y, sobre todo, el de la muerte. De todas las fuentes de la religión, escribió Malinowski, la crisis suprema y final de la vida – LA MUERTE – es la más importante. El filósofo alemán Martín Heidegger afirmó, con la máxima rotundidad, que “el hombre es un ser para la muerte”. Sin embargo, la concepción crisitiana es totalmente distinta: “Ad maiora nati sumus” (Hemos nacido para cosas más grandes), que nos dejó dicho san Agustín, cuando conoció la “Verdad Suprema y Absoluta”: Cristo. Y así, por ese increíble amor de Dios por el hombre, caminamos tranquilos y serenos porque, según la Biblia, “vita mutatur, non tollitur”.
Mis continuadas y reflexivas lecturas me han hecho conocer que muchos filósofos existencialistas – creyentes y agnósticos – han gozado leyendo el sentido metafísico de las coplas flamencas: espejo transparente de las profundas vivencias del pueblo andaluz. En más de una ocasión he dicho que el “amor y la muerte” han originado el mayor número de coplas que tiene el árbol frondoso del flamenco.
“La presencia de la muerte – escriben Ricardo Molina-Antonio Mairena en “Mundo y formas del cante flamenco”, pág. 113 (Sevilla, 1971) – es una de las constantes flamencas, en la seguiriya sobre todo”. La muerte es uno de los cuatro poderes fundamentales del mundo:
“Todo lo vence el amor,
todo el dinero lo allana,
todo lo consume el tiempo,
todo la muerte lo allana”.
En mi larga experiencia cantaora, he podido comprobar que la muerte es sentida trágicamente por los gitanos, y en sus cantes la tienen siempre muy presente. Para el andaluz, la muerte es una preocupación ineludible en la poesía, en el arte y folclore. Federico García Lorca – del que tú, Juan, fuiste su más ferviente adalid -, poeta de la pena, de los cuchillos y de la muerte, nos ha dejado escrito que “España es el único país donde la muerte es el espectáculo nacional, donde la muerte toca largos clarines a la llegada de las primaveras”. La muerte embargaba terríblemente al inmortal poeta de Fuente Vaqueros, y en toda su obra podemos observar que la muerte es una constante. Lorca intuyó el sombrío imperio de la muerte; por eso en el poema “Café Cantante” establece un diálogo entre la muerte y la cantaora onubense Dolores La Parrala:
“Lámpara de cristal
y espejos verdes.
Sobre el tablao oscuro,
La Parrala sostiene
una conversación
con la muerte.
La llama,
no viene,
y la vuelve a llamar” (Poema del Cante Jondo, 1921).
Será el propio poeta granadino quien, al escribir la esencia del cante, dirá: “… Ya vengan del corazón de la sierra, ya vengan del naranjal sevillano o de las armoniosas costas mediterráneas, las coplas tienen un fondo común: el AMOR y la MUERTE, pero un amor y una muerte vistos a través de la Sibyla, ese personaje tan oriental, verdadera esfinge de Andalucía. Nuestro pueblo pone los brazos en cruz mirando a las estrellas y esperará la señal salvadora. El poema o plantea un hondo problema emocional, sin realidad posible, o lo resuelve con la Muerte, que es la pregunta de las preguntas. Somos un pueblo triste, un pueblo extático”, cfr. “Importancia histórica y artística del primitivo canto andaluz llamado Cante Jondo”, Granada, 1922.
En la poesía flamenca – tú, Juan de Loxa, que también fuiste poeta -, la muerte se nos presenta, esencialmente, como la solución total a la existencia frustrada y amenizada, según opina el Profesor Antonio Carrillo Alonso en “La poesía del cante jondo”, pág. 75 (Almería, 1981). Podemos observar, asimismo, que la muerte siempre aparece como la única respuesta real a un pueblo que en sus cantes, a cada paso, se está interrogando por el sentido de la existencia:
La muerte llamo a voces,
que no quiere venir;
que hasta la muerte tiene, compañera,
lástima de mí (Seguiriya cantada por Antonio Mairena).
La despreocupación por la muerte va inherente a la misma angustia del hombre andaluz, que huye de la amargura que le depara la existencia, y entonces echa mano del cante – he aquí la paradoja – para hundirse en la satisfacción que le da la tristeza surgida de “lo jondo” para olvidarse de sí mismo. Por tal motivo, cuando el andaluz se acuerda de la muerte, no se rebela ante ella, salvo en los casos de muerte violenta, ni tampoco la imprecará si no es por la muerte de un ser querido; entonces tomará una actitud, en la medidad que acepta plenamente la adversidad de una precaria existencia. Sólo así, podremos comprender la indiferencia del hombre andaluz ante la muerte:
Cada vez que considero
que me tengo que morir,
tiendo una manta al suelo
y me “jarto” de dormir (Soleá de Córdoba).
Ante la indiferencia y desesperación, el cantaor flamenco invoca y llama a la muerte con esta seguiriya:
Ábrase la tierra
que no quiero vivir;
para vivir como yo estoy viviendo
más vale morir.
No se olvide, por otra parte, que el andaluz es un “ser religioso” en su esencia natural – Andalucía – dice la voz popular – es la “Tierra de María Santísima” – lo que le llevará a plantearse un problema capital con “su” Dios:
Yo no le temo a la muerte,
porque morir es natural;
lo que le temo son a las cuentas tan grandes
que a “mi” Dios le he de dar (Seguiriya interpretada por Antonio Díaz “Fosforito”).
En la copla flamenca anotamos también – dentro de la visión de la muerte – cómo está latente el deseo de venganza más allá de la vida:
Si en “vía” no me vengo,
me vengaré en muerte;
¡cómo andaré todas las sepulturas
hasta que te encuentre!.
Asimismo, vemos repetida, con bastante frecuencia, la idea de las desigualdades sociales tanto en vida como en la muerte:
Cuando muere algún pobre
¡qué solito va el entierro!.
Y cuando se muere un rico
va la música y el clero.
A través de la copla vemos que el hombre, ante la muerte cercana, hace lo posible para unirse a cualquier detalle de la vida diaria. Es la obsesión de atarse al mundo, como si no existiera separación entre la vida y la muerte. Como consecuencia de esto, aparece el respeto a los deseos del finado:
Cuando yo me muera,
te pido y encargo
que con las trenzas de tu pelo negro
me ates las manos (Seguiriya).
Y -¡cómo no! – tras la muerte, podremos ver las atenciones que se prodigan al máximo con la persona desaparecida:
Dejadme un momento solo,
quiero hartarme de llorar;
dejadme que ponga flores
a esa tumba tan “sagrá”,
recuerdo de mis amores (Granaína)
Me ha llamado poderosamente la atención que el tema de la muerte del compañero de trabajo es ajeno, en general, en las coplas de la Baja Andalucía, mientras que es muy corrriente en los llamados “Cantes mineros”:
Por tu madre, compañero,
corre y díle, tú, a la mía
que un barreno traicionero
a mí me ha quitado la “vía”,
y pensando en ella muero (Taranta).
El sentido de la muerte en el flamenco es sumamente amplio: es difícil agotarlo. Este ha sido, inolvidable amigo JUAN DE LOXA, un sencillo homenaje por lo mucho que tú hiciste en el complejo y enigmático mundo del ARTE FLAMENCO: Cante, Baile y Toque. Como creyente, una oración y … ¡Sit tibi levis terra, MAGISTER!
Alfredo Arrebola,
Profesor-Cantaor
Bonito homenaje. Le encantará a Juan de Loxa, A
llá donde esté.