La masacre Israelí, nueva ola de violencia se aleja más de la paz del diálogo.

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Las intifadas, rebeliones o levantamientos de los palestinos de Cisjordania y de la franja de Gaza contra Israel, están sujetos a masacres: mientras, por un lado se rechaza la ocupación de los territorios palestinos ocupados por Israel, por otro lado  se justifica  la intervención pues según Israel el objetivo de fondo sigue siendo la destrucción de Israel y con ello su fe dada, la pugna judeo-islámica, aunque esto último se encuentra en plena discusión ya que se plantea que Israel no fue un estado hasta 1948, y es quien invadió y expulsó violentamente a los Palestinos que habitaban y eran verdaderos dueños de ese territorio. Estos alzamientos son los que más han influido el desarrollo del conflicto árabe-israelí en las últimas décadas. Las intifadas como respuesta al constante hostigamiento israelí,  ha generado una violencia de difícil solución. En Diciembre de 2017, la organización Hamás instó a los palestinos a comenzar una Tercera Intifada, en protesta de las decisiones pro-israelíes de Estados Unidos, y ahora contra la inauguración y traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén. Israel ha justificado sus crímenes -en el que los soldados hebreos mataron a más de 50 palestinos- una vez más como es habitual en su beligerancia, sosteniendo que quienes acuden a las marchas participan en actos terroristas impulsados por Hamás. Pero dentro de los incomprensibles desmanes, la explicación última sobre esta matanza contra los palestinos en la franja o valla de separación de Gaza, es que no podemos meter a toda esa gente en la cárcel. Después de siete semanas de manifestaciones, los resultados son hospitales desbordados con más de diez mil heridos y el demoledor crimen de más de 100 familias. El pueblo palestino sigue aún conmocionado, después de la mayor matanza sufrida en el enclave de la franja de Gaza desde la devastadora guerra de 2014 con Israel. Tal como están las cosas, no son suficientes 40.000 manifestantes palestinos para reivindicar no sólo su territorio sino también su dignidad. Desde la Segunda Intifada (2000-2005) ya se han asesinado a muchas víctimas, de otro holocausto insostenible. ¿Por qué los soldados francotiradores israelíes siguen disparando a matar para frenar las protestas a los manifestantes en las fronteras de Gaza? ¿Cuántos más serán necesarios abatir y qué se cobrará, y hará falta llevarse en esta maldita injusticia? ¿Por qué es invisible el crimen premeditado?  Se trata de torturas y matanzas de otro apartheid,  por lo que se necesita una respuesta ya solidaria y humana de los Organismos Internacionales. El 70% de los dos millones de habitantes de Gaza están considerados como refugiados por la ONU. El Gobierno palestino ha anunciado que acudirá a la Corte Penal Internacional para pedir que se ponga en marcha una investigación sobre la actuación de los militares israelíes.

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Sin embargo, el presidente de EEUU Donald Trump ha dejado claro que su política en Oriente Próximo pasa por considerar al primer ministro israelí, Netanyahu como su mejor interlocutor privilegiado, por muy desaforado que sea. Mientras tanto el líder israelí logró que la Casa Blanca dejase a la intemperie a los palestinos al apartarse del objetivo de crear dos Estados. Con el bombardero a Siria y, sobre todo, el abandono del pacto nuclear con Irán, Washington ha hecho suyas las reivindicaciones de Netanyahu y  ha ahondado la demolición, en la que se ha fortalecido a los extremistas israelíes, intereses que Trump y Netanyahu hacen indiscernibles como respuesta que da la espalda al mundo. Por tanto, rompiendo con cualquier atisbo de neutralidad y abriendo un ciclo sombrío para las fracasadas y agónicas negociaciones de paz entre israelíes y palestinos, al tiempo que la intención se clama como retórica. Visto lo que está ocurriendo en su barbarie o ira egocentrista, la hecatombe y la catástrofe humana están servidas, y máxime cuando la garantía de la intervención internacional brilla por su ausencia.

Francisco Velasco Rey

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