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Lola Benítez Molina

 

Hace escasos días leí la siguiente reflexión del periodista David Cantero sobre la libertad de expresión en nuestro país: “No nos falta la libertad de expresión, lo que realmente escasea es el sentido común y la educación y la cultura y la sensatez y la decencia y la sensibilidad y el respeto y la responsabilidad y la dignidad y la humildad y la coherencia… No sé a dónde va el mundo al que trajimos a nuestros hijos, y eso da mucho miedo…” Me sentí tremendamente identificada con su preocupación y comprendí el alcance de sus palabras. Está totalmente en lo cierto. Se puede ejercer la libertad de expresión, pero una máxima debería ser “no faltar el respeto a nadie”. La sinrazón no conduce a nada positivo, pero en nuestras manos está buscar soluciones haciendo uso de esa coherencia.

            Hemos experimentado, con las circunstancias actuales, cómo puede cambiar todo en segundos, lo que nos hace comprobar la vulnerabilidad del ser humano. Las metas o sueños forjados se ven alterados porque nada es como anhelamos. Sin embargo, la conocida frase: “No hay mal que cien años dure” nos aferra a la superficie de salvación, ante el naufragio aparente. Es la magia del cambio, también, la que nos hace avanzar y vislumbrar, en el lejano horizonte, las luces de que a buen puerto avanzamos. Que no decaigan las fuerzas que, con esperanza, el cambio llegará y tocaremos la tierra, llenos de gozo, tras habernos encontrado perdidos en nuestro propio interior. Ardua lucha que habrá merecido la pena, pues volveremos a sentir la mano amiga que nos abraza y besa sin temor. Todo lo inefable quedará atrás para mostrarnos que, en nuestro mundo real, que palpamos y sentimos, vale la pena vivir. Ese cambio será mágico y nos hará despertar del yugo que nos somete. Radiantes saldremos una vez más, triunfantes, por haber ganado la partida al enemigo infatigable. El cansancio y la espera habrán merecido la pena en el camino para nuestra propia redención.

            A ese enemigo invisible venceremos. Que no decaiga el ánimo. La alegría volverá a reinar en las profundidades y el letargo de los naufragios hará latir el corazón con la intensidad y la fuerza que lo hace en un niño, que aún no ha conocido lo que significa la palabra “incertidumbre”. Derrotaremos al pesimismo aferrados a quien todo lo puede.

            Hace falta coherencia y creer que se puede conseguir lo propuesto con tesón y sin faltar a ese respeto y dignidad que cada uno merece.

            Para Sócrates “el secreto del cambio es enfocar toda tu energía, no en la lucha contra lo viejo, sino en la construcción de lo nuevo”.

Merendero

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