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A veces tenemos la sensación de que la sociedad sufre un letargo profundo, un extraño sopor que muchos relacionan con la nefasta influencia de los medios de comunicación (y no es que todo sea nefasto en los medios), el estado de relativismo que ejerce su poder todo pensamiento, idea, creencia o valor ; el estado de bienestar y el miedo al cambio, lo que nos lleva a esa poltrona acomodaticia conocida como” zona de confort” que, en otro tiempo fue el sello característico de esa clase social llamada burguesía y que hasta nuestros días extiende su balido conformista.

Es una impresión de que todo está parado, no solo por órdenes procedentes de más arriba, sino algo peor, como si todo estuviera parado desde dentro, como si la maldición de la bella durmiente se hubiese apoderado de gran parte de la humanidad, sin tener siquiera la esperanza del príncipe azul que la redimiera del fatal hechizo.

Se extraña al héroe, a la heroína, seres capaces de movilizar toda la modorra de sus semejantes para situarlos en la perspectiva donde se encarnan los sueños, los ideales.

Me pregunto en qué son similares el príncipe azul y el héroe, si no es en esa capacidad de producir el despertar de alguien que no es capaz de hacerlo por sí mismo.

La palabra héroe y su correspondiente femenino, heroína proceden del griego antiguo y en ambos casos viene a ser una persona eminente por encarnar los rasgos esenciales de su cultura de origen.

Según la RAE, un héroe es alguien que lleva a cabo una acción abnegada en beneficio de una causa noble.

Existen varios tipos de héroes, clasificándose en héroes clásicos, épicos, trágicos, superhéroes… Y está también el antihéroe, personaje que se diferencia del héroe en que mientras el héroe cree en los valores que rigen la sociedad, así como en los sistemas que los tutelan o deberían hacerlo, en consonancia con lo cual piensa y obra; el antihéroe es capaz de utilizar métodos villanescos para defender los mismos valores, ya que estos son compartidos por ambos, diferenciándose en esto el antihéroe del villano.

Pensando en términos de luz y oscuridad, se me viene a las mientes que el héroe sería ese humano que, mientras los demás duermen o viven en oscuridad, él mantiene encendida esa llama capaz de iluminar a otros en el cumplimiento de un sueño que actúa como implícito nexo entre todos.

Eso le convierte en portador del fuego, esa llama sagrada, que conecta en lo profundo con la dignidad, pues ignus en latín es fuego, cuyo poder no es solo alumbrar, sino dar calor o incendiar, sin que esto último sea motivo para pensar mal, ya que grandes referentes amorosos de la Literatura y   las artes de todos los tiempos, están vinculados al elemento fuego.                                                                                                                                                                                                         Recordemos, sin ir más lejos a San Juan de la Cruz y su” Llama de Amor viva”, siendo   concomitante asociación la que establece Quevedo en su famoso poema “Amor post mortem”, uno de cuyos más ardientes versos es “médulas que han gloriosamente ardido” ,para concluir con esos dos finales y estremecedores versos  “ …serán ceniza, mas tendrán sentido ;/   polvo serán, mas polvo enamorado”.

  Es en ese último sentido de la vida en el que parece resumirse todo y lo es por fuerza e imperio de la propia ley natural que a todo imprime ritmo y tiempo; por tanto, final.

Siendo racional el ser humano, dotado de consciencia o al menos capacitado para crecer en ella y tras su conquista, surge otra pregunta inevitable: ¿Dónde hemos olvidado ese fuego que es amor, sentido y dignidad?  . Y otra: ¿Acaso hemos anestesiado al héroe que vive dentro de nosotros para invertir los papeles y que sea él el durmiente?

El héroe es alguien que acomete trabajos en los que se pone a prueba la inteligencia, la fuerza, el valor, la nobleza y altitud de miras. Sobre todo, es alguien que vive según elevados ideales.

¿Adónde ha ido a parar todo eso?

Hay un peligro inevitable al perder el respeto a las leyes ancestrales que priman la armonía entre todos los mundos, microcosmos y macrocosmos, ser humano intermediario entre el cielo y la tierra.

Se hace necesario recuperar el valor y los valores, el valor de ser lo que hemos venido a ser y los valores que nos conceden la libertad y el honor de no ser menos de lo que nuestra esencia reclama.

Despertemos al héroe. Devolvámosle la sagrada llama que enciende el corazón y alumbra caminos de libertad. Solo así podremos honrar nuestra propia naturaleza.

    Isabel Martínez Miralles

Katena

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