LA FELICIDAD: ¿UN IMPOSIBLE?

Comparte:

Dr. Juan Gustavo Benítez Molina

Málaga

 

La felicidad, aquello de lo que todos hablan y a lo que todo el mundo aspira. ¿Cuántas veces te has preguntado internamente, si eres feliz? ¿Cada día? ¿Dos o tres veces a la semana? ¿Cuándo estás deprimido por alguna circunstancia? ¿Cuándo te falta algo o no quieres hacer tal cosa? Las posibilidades son infinitas. El ser humano, desde que tiene consciencia, presenta la extraña habilidad de complicarse su paso por este mundo. ¿Qué es lo primero que hacemos, en esta vida, nada más irrumpir en ella? Llorar. Nacemos, y lo primero por lo que nos da es por llorar. Sí, para comenzar a respirar por nosotros mismos. Nuestros pulmones se expanden y se llenan de aire. Pero, al fin y al cabo, lloramos. Es curioso, pero la naturaleza nos podría haber hecho que, en lugar de llorar, riéramos a carcajadas. Pero no, de eso nada. Nacemos y tenemos que respirar por nosotros mismos. Nada más aterrizar en este mundo lo primero que hemos de hacer es empezar a trabajar y, encima, llorando.

¿Qué es lo que tiene que hacer un bebé para sobrevivir, para comer? Llorar. Esa es su forma de llamar la atención. El ser humano es tremendamente débil en su primera etapa de la vida. Si no fuera por los cuidados de los padres, estaría irremediablemente abocado a su extinción. Imagina qué podría hacer un bebé abandonado a su suerte en mitad de un bosque… ¿Subsistiría? Con toda seguridad, no.

Pero no nos desviemos más del asunto que nos ocupa: la felicidad, ¿un imposible? ¿Tiende el hombre a ser feliz por naturaleza? ¿O, por el contrario, a ser un infeliz crónico? ¿Qué necesita una persona para ser feliz? Es una cuestión complicada. Desde luego, y en mi opinión, no necesita de cosas materiales para ello. La persona más pobre del mundo podría ser la más feliz, si se lo propusiera.

Ahora, pregúntate esto a ti mismo: ¿tienes una familia que te quiere y a la que le importa todo aquello que te ocurra?, ¿tienes una pareja que desea estar todas las horas del día contigo y que te cuida?, ¿tienes salud?, ¿padeces alguna incapacidad física o mental, acaso una enfermedad neurodegenerativa?, ¿tienes un hogar donde poder descansar, comer y refugiarte de las tempestades climatológicas? Podríamos seguir con más preguntas, pero seguro que ya te has percatado de la intención que persigo con las mismas. Por ejemplo, cuando somos pequeños y llega la época de Navidad, no nos damos cuenta en ese momento de que somos tremendamente dichosos por poder sentarnos a la mesa con nuestros abuelos, con nuestros padres, con nuestros hermanos… Llegará un día en que uno de nuestros abuelos no esté entre nosotros. Luego faltarán dos. Y así hasta que los cuatro queden en el recuerdo. Con tu padre y con tu madre ocurrirá lo mismo. Entonces, probablemente, ya se hayan unido a la mesa tu pareja e incluso tus hijos. Mas tus abuelos y tus padres no estarán. Así, cuando ya no podamos disfrutar de su compañía, será cuando pensemos lo felices que éramos entonces, cuando estábamos todos juntos. Ocurre lo mismo con la salud. En el día a día, una persona que goza de salud no se da cuenta de lo tremendamente afortunado que es. En el instante mismo, en el que surja un problema, será cuando digamos: hay que ver lo importante que es la salud. ¿Tienes abuelos, padres, hermanos, pareja e hijos? ¿No tienes ningún problema de salud grave? ¿Entonces por qué no eres feliz? Piensa que llegará el momento en que poco a poco irás desprendiéndote de estos enormes tesoros a lo largo de la vida. Porque la vida es así. Es un suspiro y, por ello, hemos de saber valorar todo aquello que tenemos. Hay personas que van perdiendo a seres queridos, ya sea por enfermedades, por accidentes o por otras causas. Y, a lo mejor, el día antes estaban discutiendo por cualquier nimiedad. Posiblemente, los días, meses o años antes a una desgracia “real” (no inventada en tu mente), tomabas a diario un ansiolítico o un antidepresivo, pensando que no eras feliz. ¿Realmente es así? Vivimos en la época de la ansiedad y de la depresión, del materialismo y del qué dirán. No somos felices con lo que tenemos. Siempre nos falta algo. Tendemos a la infelicidad crónica. Vemos lo que está ausente y no lo presente, el vaso medio vacío y no medio lleno.

Antes he mencionado el caso de la Navidad en familia. Pero, qué duda cabe de que no tiene que ser Navidad para disfrutar de un ser querido. Aprovecha, en toda su dimensión, el poder estar con él o con ella. Ríe con tus seres queridos y con tus amigos, emociónate con ellos, aprovecha y regocíjate en el momento, en el instante. Vivimos en una sociedad en la que siempre vamos por delante, en el mañana. Olvida el mañana. Disfruta el hoy, el ahora… Mañana lo disfrutarás mañana. ¿Por qué no ser feliz hoy por pensar en el mañana? ¿Por qué privarnos inútilmente de poder ser dichosos dos veces en lugar de una? ¿Acaso serás feliz mañana por conseguir tal o cual cosa? ¿No querrás luego otra? Y así hasta infinito. Bueno, hasta infinito no, más bien hasta la muerte. De ahí el título: la felicidad, ¿un imposible? Es una lucha interna y continua entre el querer y el no poder. Quiero ser feliz, pero no puedo. Lo intento, me lo propongo, mas no lo consigo. Sé lo que tengo que hacer, por dónde debo encauzar mis pensamientos…, pero nada. Una y otra vez me golpeo contra el mismo muro.

IMAGEN ARTÍCULO LA FELICIDAD, UN IMPOSIBLE

Aunque consideremos que no lo tenemos todo, hemos de pensar que sí tenemos muchas cosas, seguro que las suficientes, para ser felices. Pero hay que ser optimistas en todo momento y ver el lado bueno y positivo. La felicidad es interna, es un estado de bienestar relacionado con la manera en la que nos sentimos respecto al mundo que nos rodea. Deberemos descubrir la persona que, realmente, habita en nuestro interior, y dilucidar qué queremos o buscamos en realidad. Si damos respuesta a estas y otras muchas cuestiones tendremos la oportunidad de perseguir y alcanzar todo aquello que nos hace realmente felices.

Llegados a este punto, también hemos de recalcar una serie de errores que podemos cometer al intentar hallar la felicidad. Por ejemplo, y sin ir más lejos, creyendo que la felicidad se obtiene mediante la consecución del placer. ¿Acaso seré feliz si viajo, voy a sitios exóticos, me rodeo de personas interesantes y me permito todos los caprichos inimaginables? ¿Cubriré con esto mi autosatisfacción en su totalidad? Sin duda, no. La felicidad es algo mucho más etéreo y espiritual, alejada siempre de todo lo material.

Otro error en el que podemos incurrir es el de creer que tu felicidad depende de los demás. “No puedo ser feliz porque tal persona me lo impide”. “Si dicha persona me hubiera permitido o me permitiera realizar tal cosa, posiblemente sería feliz”. “Si ella y yo estuviéramos siempre juntos, sería muy dichoso”. Tu felicidad solo depende de ti mismo. No busques escurrir el bulto y no culpes a los demás de tu frustración.

Otra equivocación frecuente es creer que tu felicidad depende de tus logros y de alcanzar todas tus metas. “Solo seré feliz, cuando logre ser una persona importante, exitosa y reconocida por los demás”. Pero, ¿realmente necesitamos esto para sentirnos realizados? Culturalmente, estamos condicionados a perseguir la aprobación de los demás. ¿Qué es lo que se espera de nosotros? El problema radica en que no, necesariamente, los logros externos serán aquellos que me lleven a encontrar la felicidad. Esto es algo mucho más interno y personal. ¿Tan importante es lo que los demás opinen de nosotros? ¿Acaso no es mucho más trascendente lo que tú opines de ti, internamente? ¿Estás en paz contigo mismo? ¿Haces cada día lo correcto para que esto sea así?

Vivir implica enfrentarse a problemas y situaciones difíciles. La vida nos pone pruebas, continuamente, y de nosotros depende el cómo sepamos afrontarlas y ponerles solución. Como decía don Matías: “aquí estamos de paso”. Tenemos que pensar que “la vida es limitada y que de nosotros depende cómo queramos vivirla”.

Pero…, entonces, ¿dónde está la felicidad? Ya hemos llegado a la conclusión de que se halla en nuestro interior y en el presente. No obstante, en infinidad de ocasiones, sucede que nos resulta más factible el ser felices en los recuerdos, en el pasado. ¿Cuántas veces te ha ocurrido que, viendo una foto hecha tiempo atrás, has pensado que entonces, en esa época, eras feliz? “La felicidad de los recuerdos”, es como me gusta llamarlo a mí. Te regodeas en el pasado. Eres feliz rememorándolo, y te gustaría volver allí para sentirlo de nuevo. Mas, ¿en el momento preciso de realizarse esa foto pensabas que eras feliz y no te faltaba nada? Probablemente, no. Pero, viéndola ahora, resulta diferente. ¿Por qué somos así? Vivimos pensando en que el futuro vendrá cargado de mejoras. Siempre ansiamos más de lo que tenemos. No nos detenemos en el instante, en el ahora. Tenemos la felicidad a nuestro alcance. No está en el pasado ni en el futuro. El pasado, pasado está. El futuro, quién sabe cómo será.

No somos nada… Tal vez una gota en la inmensidad del océano. Sé feliz hoy y ahora. Valora todo lo que tienes y disfruta de ello, pues mañana la vida te puede poner a prueba arrebatándotelo. Llegado ese día, no tendremos más opción que afrontar la pérdida, rehacernos y seguir pensando en lo que tenemos. Lo queramos o no, la vida es así. Muchas veces no hay vuelta atrás.

La vida es un paseo muy corto. Tú no eres más ni menos que alguien que viviera dos siglos atrás. Hace doscientos años, en tu lugar, habría otra persona con sus preocupaciones e inquietudes, igual que tú ahora… Pero aquí estamos de paso. Y solo de nosotros depende cómo queramos vivir nuestra vida…

Deja un comentario