La familia y su función en la organización de la vinculación afectiva de los hijos

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La definición de familia según el diccionario de la Real Academia Española nos dice que: es un grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas; conjuntos de ascendientes, descendientes, colaterales y afines de un linaje.

Actualmente tenemos muchos modelos de familia: tradicional (padre, madre, hijos); mono parental (madre o padre solos e hijos) ya sea por: divorcio, inseminación artificial, maternidad subrogada, etc..; parejas homosexuales (padre-padre hijos o madre-madre hijos). A estos modelos debemos añadir que las parejas pueden tener diferentes variables ligadas a variedades culturales, religiosas y diferentes formas de enfocar la educación de los hijos y las relaciones familiares derivadas de los importantes cambios que ha vivido la sociedad española estos últimos 20 años. Cambios que no se han analizado suficientemente y que muchas veces están enmascarados por “lo políticamente correcto”. Sea cual sea el modelo se podría decir que la familia es un vínculo que tiene un reconocimiento social derivado de la unión de dos personas y por la filiación de los hijos.

Por attachment (apego o vinculación afectiva) entendemos una disposición a mantener proximidad y contacto (lazo de afecto) con una figura de carácter protector, denominada “figura de apego”: “El comportamiento de apego es una forma de conducta instintiva que se desarrolla en el hombre, al igual que en otros mamíferos, durante la lactancia y tiene como finalidad o meta la proximidad de la figura materna. La función del comportamiento de apego consistiría en la protección contra depredadores. Tal conducta se muestra especialmente intensa durante la niñez, cuando está dirigida hacia figuras parentales, pero continúa activa durante la vida adulta, en la que generalmente es encauzada hacia alguna figura activa y dominante, que con frecuencia se trata de un pariente, pero también a veces de un jefe o alguna persona de más edad que pertenece a la comunidad”.

La Teoría de la vinculación afectiva (Attachment) se desarrolló a principios de los años cincuenta, del siglo pasado, desde una perspectiva etológica. Sus principales exponentes son: J. Bolwby y M. Aisworth. Bowlby estuvo muy influido por el contexto científico en él que vivió, (principalmente por: Charles Darwin, Julian Huxley y Konrad Lorenz) y las aportaciones de Spitz sobre la depravación emocional de los niños hospitalizados (hospitalismo). A partir de la II Guerra Mundial, la muerte de los padres o situaciones de pobreza extrema, hicieron que los orfanatos y los hospitales se llenaran de bebés. Spitz observo que, a pesar de que esos bebés vivían en unas buenas condiciones higiénicas, recibían buena comida y tenían una asistencia médica correcta, presentaban unas conductas muy diferentes a las de los niños que tenían una madre que les acariciaba y besaba, es decir, que tenían conductas amorosas hacia sus hijos. Las enfermeras cumplían perfectamente sus funciones de cuidado, pero no tenían tiempo suficiente, ya que primaban la eficiencia en la atención y dejaban de lado los aspectos afectivos de la relación interpersonal con el bebé. Spitz observó que esos bebés presentaban un alto índice de mortandad (90%) a los dos años y que los que lograban sobrevivir presentaban muchas secuelas, tales como: retraso mental, retraso motor, dificultades en el desarrollo del lenguaje y muchos problemas en el desarrollo de habilidades sociales. Spitz comprobó que no solo existían lazos de unión entre una madre con sus crías en los animales inferiores, sino que verificó que también existía ese vínculo de apego en los animales superiores. Desarrolló dos observaciones muy importantes que: la relación madre hijo estaba ligada al tipo de vinculación que se establecía entre ambos, y cómo la angustia de separación o el temor a la pérdida de esta figura podía generar en el bebé problemas psicológicos y somáticos muy graves.

Bowlby pudo comprobar personalmente los efectos nocivos de la separación de los hijos de sus padres durante el desempeño de director adjunto de la clínica Tavistock de Londres. Antes de la guerra, Bowlby había trabajado con niños inadaptados y delincuentes lo que le llevo a interesarse por cuales eran los factores de protección y de riesgo y cómo se trasmitían diferentes patrones de conducta de una generación a otra. Estos estudios previos sentaron las bases para el desarrollo de su teoría sobre el apego (attachment), pero fue su relación con Robertson en la clínica Tavistock de Londres lo que le permitió desarrollar su teoría.  Robertson fue el hombre que revolucionó los hospitales infantiles. Robertson y su esposa hicieron una serie de películas sobre lo desgarrador y traumático que era para los niños muy pequeños, ingresados en el hospital, estar separados de sus madres. Con Robertson, Bowlby no solamente estudió los efectos de la separación precoz de los niños de sus madres sino que también pudo comprobar que una figura de apego sustituta podía darles  consuelo. Esta figura sustituta podía facilitar el establecimiento de un vínculo emocional que impedía el deterioro y que permitía al bebé mantenerse en una situación de seguridad hasta que se reunía con su madre.

En 1950 Bowlby presento a la Organización Mundial de la Salud: “Necesidad del cuidado materno. Una reasignación de sus efectos”, a partir de los estudios los estudios de Spitz y de sus propios resultados sobre el comportamiento de niños criados en diferentes entornos. Este informe implicó que se empezara a tener en cuenta el valor de esos primeros cuidados en el desarrollo integral del bebe.

 Este informe llevo a Harlow a empezar sus experimentos con monos Rhesus y sus madres. Harlow separaba a los bebés monos rhesus de sus madres y les ofrecía dos opciones de madre sustituta: una hecha de felpa sin alimento para el bebé, y otra de alambre con alimento para el bebé. Se observó que los bebés se apegaban a las madres de felpa, aunque no tuvieran alimento. Cuando estos monos se situaban en un espacio desconocido para ellos, se agarraban a la madre de felpa hasta que estaban lo suficientemente seguros para poder explorar eses espacio desconocido para ellos. Pero si se les colocaba en esa misma situación, pero sin las madres de felpa quedaban paralizados por el miedo, desarrollando conductas tales como el llanto, chuparse el pulgar, gritar, balance, etc. Esta misma conducta se observó si los monos estaban acompañados por la madre de alambre. Si se les separaba por un espacio de dos días o más, cuando volvían, independiente del hambre se aferraban a la madre de felpa. Finalmente Harlow observó que los monos que tuvieron solo una madre de alambre presentaron problemas para digerir la leche y presentaron diarreas, Pero también se dio cuenta de que, cuando los monos que fueron criados con madres de felpa, se juntaron con los monos que no habían participado en el experimento mostraron una conducta antisocial, conductas autistas (golpeándose la cabeza o balanceo tipo mecedora), tampoco fueron capaces de aparearse de forma natural y, si se les forzó a hacerlo, los resultados fueron funestos porque se mostraron violentos o negligentes con sus hijos. Las hembras fueron totalmente incapaces de desarrollar una vinculación con sus hijos (Tello et al 2015)

Cuando Bowlby se refiere a la figura de vinculación o de apego, se refiere a si existe o no la posibilidad de que esta figura sea accesible al bebé de forma inmediata y si ésta es capaz de responder de manera apropiada a sus necesidades, dándole protección y consuelo. Esto permitirá también que el niño sea capaz de interactuar con los otros sin ansiedad y poder organizarse y elaborar situaciones traumáticas o problemas emocionales que puedan aparecer a lo largo de su vida.

El tipo de apego no sólo condicionaría el tipo de personalidad, sino que también marcaría la manera de relacionarse con los modelos de autoridad. Como ya hemos señalado, la separación producida entre un niño pequeño y su figura de apego le genera grandes niveles de ansiedad y un miedo intenso. Como resultado de esta primera situación de separación traumática, cuando el niño sufra posteriores situaciones de separación se reproducirán estos niveles de ansiedad. Pero, si tiene una base segura, aunque se produzcan posteriores situaciones de separación traumática (muerte de una figura principal, por ejemplo) tendrá más capacidad de poder organizarse frente a esta pérdida.

Se distinguen dos tipos de separaciones padre-hijos: las físicas y las emocionales. A) Las “separaciones físicas” son aquellas en las que por cualquier causa (enfermedad, viaje, muerte) el niño está físicamente separado de sus padres por un tiempo variable (entre 24 horas y varios días) (Por ejemplo: la madre debe ser ingresada para ser operada o por el parto de un hermano);  B) Las “separaciones emocionales” son aquellas en las que puede o no existir separación física, pero se verifican parámetros observables de desconexión psicológica de la madre con el bebé. (Por ejemplo: madres deprimidas que no son capaces de intercambio visual, con el bebé cuando están amamantándole o dándole el biberón o que no pueden responder a las necesidades del bebé, porque no pueden reconocer sus señales o decodificarlas adecuadamente en función de las necesidades reales del mismo).

Es decir, que la conducta de apego es una relación a dos entre el bebé y su figura cuidadora (normalmente la madre hace esta función, pero puede existir otra figura que puede hacerlo). Es básico que exista una coincidencia entre la demanda que emite el bebé y la respuesta que recibe de su figura de vinculación. Solo de esta forma va a poder sentirse seguro. Es lo que se llama BASE SEGURA. Pero si esa figura de vinculación no sabe entender la conducta del bebé o está enferma, se muestra irritable o francamente tiene una conducta negligente o de maltrato, el bebé responderá de diferentes maneras NO SEGURAS. Solamente cuando un bebé se siente seguro y protegido por su cuidador va a poder establecer un desarrollo tanto intelectual como emocional con el mismo y con el resto de las personas.

Este vínculo seguro le va a permitir desarrollar el interés por el mundo y las personas que le rodean. Evolutivamente, en la primera mitad del primer año de vida aparece en el bebé miedo hacia las personas o lugares que le son extraños, dado que son sentidas como peligrosas o amenazantes. Una vinculación segura le va a permitir desarrollar un interés por su entorno e iniciar el desarrollo de las habilidades sociales para poderse manejar en sus suevos espacios y relaciones diferentes a la establecida con su cuidador principal. Pero además, cuando un bebé es capaz de desarrollar esta curiosidad sin miedo, va a poder también sentar las bases para un correcto desarrollo cognitivo y de los aprendizajes. Es decir, una vinculación segura no solo garantiza la supervivencia, sino que favorece: la salud física y mental, y el desarrollo social y cognitivo.

En la medida en la que el niño va creciendo, se producen unas nuevas vinculaciones con figuras diferentes a las de los padres o cuidadores principales, hacia los amigos. Al inicio de la pubertad (aproximada mente a los 10 años), los padres van perdiendo su posición como único refugio emocional, produciéndose un paulatino desplazamiento al grupo de iguales. Estos nuevos apegos estarán mediatizados por el tipo de vínculo establecido con sus padres. Es decir, que en las diferentes relaciones afectivas que efectuemos a lo largo de nuestra vida (amigos, novios, pareja, cónyuges, hijos, nietos), va a mantenerse el tipo de vinculación que hemos organizado con nuestra principal figura de apego. Estudios actuales indican que la separación de un mes o más del niño de su madre durante los primeros 5 años de vida es de alto riesgo para trastornos relacionados con la salud mental.

A lo largo de nuestra vida podremos tener diferentes situaciones de estrés o duelo. Una vinculación de tipo seguro, va a permitir tener más capacidad para poder organizarse delante de situaciones de estrés o pérdida. Las personas con vinculación desorganizada serán las que tendrán más serias dificultades para poder organizarse delante de estas situaciones.

Pero no todos los bebes o niños que han vivido en familias muy desorganizadas o desprotegidos van a tener estas dificultades. Hay que tener en cuenta la variable RESILIENCIA (concepto fue desarrollado por Rutter en 1992) que va a permitir a esos niños a sortear esas condiciones adversas y tener un futuro diferente a sus padres a diferencia de otros que van a quedar totalmente abducidos por las mismas. RESILIENCIA: es la capacidad de los seres humanos para adaptarse positivamente a situaciones adversa. En un principio se interpretó como una condición innata, pero luego se enfocó no solo a factores individuales sino también a familiares, comunitarios y culturales. Actualmente, los investigadores del siglo XXI entienden la resiliencia como un proceso comunitario y cultural que responde a tres modelos que la explican: compensatorio, de protección y desafío” (Real Academia Española)

Como decíamos, en la actualidad, la diversidad familiar es considerable, hasta el punto que no parece que exista una norma estándar de familia, ni un prototipo de familia contemporánea. Nos encontramos, cada vez más, con niños que viven en contexto familiar muy diverso. Desde el punto de vista teórico, se considera que es posible tener un desarrollo psicosocial normal con estructuras familiares muy distintas. Tienen peores consecuencias las relaciones familiares deficitarias y disarmónicas. Estos diferentes estilos parentales son los modelos a través de los cuales el niño procesa la información que recibe de él mismo y de su entorno, positiva o negativa, y construye, según su propia herencia y estas vivencias, una imagen de sí mismo y de su entorno que va a conformar su forma de relacionarse a lo largo de su vida. Dejan huella en el desarrollo posterior, resultando determinantes en la edad adulta. Un mal vínculo dará lugar a representaciones más negativas de uno mismo y del entorno y a unos esquemas más rígidos y limitados de abstracción influyendo en su capacidad de imaginación y de juego. Si un niño no se siente seguro, no se siente objeto de amor por parte de los seres que le rodean y pierde la confianza en él mismo y en los demás.

 

Dra. Carme Tello Casany

Psicóloga Clínica

Presidenta Associació Catalana per la Infància Maltractada (ACIM)

Presidenta International Attachment Network Iberoamerica (IAN-IA)

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