La fábula de las excusas

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Después de más de cincuenta años la tragedia reunió a dos amigos de la infancia. Andrés acababa de enterrar a su madre, una ancianita satisfecha de su vida. Las canas casi le impidieron reconocer a Miguel su amigo de la infancia.

–Lo siento mucho –dijo Miguel a su amigo–, era tan buena, todavía la recuerdo cuando te acompañaba al colegio.

–Gracias amigo –contestó Andrés.

–¿Cómo se fue? ¿Sufrió mucho?

–Se fue feliz, como deberíamos irnos todos de este mundo, satisfecha con su vida. Unas horas antes me dijo que si volviera a vivir lo haría todo igual. No parecía arrepentida de nada. Me dijo que había visto cumplir sus sueños y que había sido feliz.

–Vaya eso es mucho, hoy creo que nadie puede decir eso. La vida es dura y a veces hasta cruel. Seguro que recuerdas cuando éramos niños, mis padres y yo vivíamos en los edificios nuevos al otro lado del rio. A mi padre siempre le fueron bien los negocios tanto que le permitió reunir una pequeña fortuna, teníamos todo lo que queríamos. ¿Recuerdas? Él quería que yo fuese también negociante y hablando de sueños yo quería ser actor, bueno si no recuerdo mal los dos queríamos ser actores. Así que terminé estudiando empresariales. En la universidad quise hacer teatro pero tantas horas de estudio me lo impedían, de modo que me rendí. Años más tarde conseguí montar mi propio negocio y pensé que sería un buen momento, así que di mi primera clase de interpretación pero para la segunda clase, una reunión de trabajo me lo impidió y así lo dejé. Después me casé y tuvimos un hijo y claro las responsabilidades me absorbieron el poco tiempo que me dejaba el trabajo. Cuando por fin el niño se hizo mayor, tenía algo más de tiempo, pero entonces me apetecía más descansar tranquilamente con mi esposa. Hasta que por fin ahora que tengo sesenta años, me he dado cuenta de que en realidad no nací para actor, aquello todo fue una tontería y lo que es peor, no debemos perder el tiempo persiguiendo sueños, es una pérdida de tiempo. Pero no hablemos más de mi. ¿Qué es de tu vida a que te dedicas?

–Soy actor. Trabajo con una compañía francesa. Hoy precisamente actuamos en la ciudad.

Su amigo se quedó confuso y perplejo.

–Perdona pero me has dejado de piedra. ¿Cómo es posible que lo hayas conseguido? No te ofendas, pero todavía recuerdo que tú vivías al otro lado del rio, en aquel grupo de chabolas donde vivían personas de pocos recursos. Recuerdo que siempre llevabas la misma ropa. No tenías dinero ni para el material del colegio. Tu padre murió cuando eras muy pequeño, y tenías que ayudar a tu madre cuidando de tus hermanos, y trabajando desde muy jovencito en aquel taller de la avenida. Si hay alguien a quien la vida le haya sido dura y diría que cruel eres tú. Por eso no entiendo como lo has conseguido.

–Yo no deje de amar nunca ser actor igual que tú. –Le contestó Andrés–. Desde pequeño hacia mis propias interpretaciones con mis hermanos con cajas de cartón improvisando un escenario. Mi padre me pegó una buena paliza el día que lo descubrió, decía que no sería un hombre de provecho. El pobre murió sin saber lo que soy hoy día. Tuve que trabajar siendo un niño, y aunque era poco lo que ganaba, mi madre siempre me dejó guardar algo para mis sueños. Así que a los pocos años había reunido algo de dinero. Después de que te fueses a la universidad yo empecé con mis clases de interpretación, al principio fue difícil por los horarios casi no dormía, pero los profesores vieron mi esfuerzo y me ayudaron. Les impresionó tanto mis deseos y pasión, que el último año pagaron mis estudios ya que me quedé sin blanca. Conocí a una joven con la que me casé y ahora tenemos cuatro hijos. Al principio fue difícil, las responsabilidades me dejaban poco tiempo, además mi madre seguía necesitando ayuda, para ese tiempo, mi hermano pequeño tuvo una meningitis que dejó su cerebro dañado irreversiblemente, de modo que no se valía por sí mismo. Pero entonces ajusté los horarios en el trabajo con mi mujer para cuidar de los niños, y ayudar a mi madre con mi hermano pequeño, y por fin logré encontrar mi primera compañía debutando en una pequeña ciudad. Trabajaba de día, por la tarde ayudaba a mi esposa y a mi madre y por las noches ensayaba porque los fines de semana actuábamos. Cuando los niños se hicieron mayores pude dejar el trabajo y dedicarme por completo en una compañía mayor.

–Me siento avergonzado, a pesar de lo difícil que lo has tenido lo has conseguido. Creo que debió ser cosa del destino, o que has nacido para el teatro. Tienes cualidades innatas.

–Miguel viejo amigo –dijo Andrés– Ni fue el destino, ni haber nacido con habilidades porque recuerdo muy bien que tú eras incluso mejor que yo. Lo que sí recuerdo bien, es que más de una vez me sentí como tú. Cuando mi padre me pegó aquella paliza vi desaparecer todos mis sueños. Cuando tuve que trabajar pensé que jamás encontraría el tiempo. Cuando veía el poco dinero que ganaba veía esfumarse mis sueños. Cuando me casé y tuve hijos, aun habiendo estudiado arte dramático, pensé que jamás lograría ser actor, y más aún cuando las cosas empeoraron con mi hermano. Pero ¿sabes que me dijo mi madre en cada una de esas ocasiones? Que sin importar el momento en que me encontrase en la vida, siempre sería capaz de buscar una excusa que me hiciera esperar. Esperar a tener más tiempo, más dinero, incluso más coraje, esperar a tener más habilidades, a que mis hijos se hiciesen mayores, esperar a que todo viento soplara a mi favor. Pero ella me dijo, “no esperes el momento perfecto, porque no existe”. La vida simplemente es una montaña rusa, si utilizas cualquier excusa para seguir esperando, solo sabrás soñar, pero nunca serás capaz de empezar a vivir tus sueños. Hazte el mejor regalo y empieza desde hoy.

Manuel Salcedo

 

2 thoughts on “La fábula de las excusas

  1. No hay mejor forma de aprender las leciones de la vida.
    Cuando te la muestran de forma sencilla.
    De la mano de un niño.
    De la voz de un sabio.
    En una melodía. ..
    En un pase de baile
    En un cuadro infinito…
    En un cuento compartido.
    Ahí.
    Donde se acercan tu corazón.
    Y el mío.

    Susagna Iglesias.

    Felicitaciones. Por tus escritos y todo lo que muestras en ellos

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