La estadística, un camelo

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CARLOS BENÍTEZ VILLODRES

 

¡Qué acertado estuvo Jorge Luis Borges cuando dijo que “la democracia es el abuso de la estadística”! Como bien sabe el ciudadano, la estadística es una ciencia exacta porque dice siempre exactamente lo que el político de turno quiere que diga. Todos los Gobiernos de las naciones del mundo suelen poner los focos en los datos que más convienen a sus intereses de regidores o de militantes de un partido político.

 

Ciertamente, casi todo en un país demócrata es objeto para la estadística. Lo malo de ello es que, la realice quien la realice, la mayoría de ellas, por no generalizar, es falsa. Dicen las estadísticas, en España, que crece el número de menores de 30 años que se va del hogar paterno, que aumentan significativamente los créditos hipotecarios concedidos, que, tras el periodo estival, prosigue decreciendo el número de desempleados, que apenas quedan pacientes en las listas de espera de los hospitales, que el pasado agosto acabó, desde que se tienen registros, como el mejor mes de la historia para el turismo en nuestro país… Estadísticas y más estadísticas que no sirven para nada. Números y porcentajes superfluos que no aportan algo positivo a la realidad de cada día porque se cimientan en la mentira.

 

Estadísticas sobre demografía, mercado laboral, sanidad, cultura, justicia, contabilidad, precios, consumo e inversión, finanzas y empresas, comercio exterior, agricultura y ganadería, industria y construcción, servicios, transportes, turismo, sector público, climatología, etc., etc. Estadísticas estas manipuladas de principio a fin para que se las trague y las asimile la sociedad de un país demócrata cualquiera.

 

¡Qué le importa al españolito de a pie las estadísticas (todas falseadas e inútiles) referentes a las nulidades, separaciones y divorcios, a las de defunciones según la causa de muerte, a las del gasto de las empresas en protección ambiental, a las de los residuos, a las de la producción editorial de libros, a las de usuarios del transporte urbano y periurbano de una ciudad cualquiera…! Pero lo más espinoso o grave de los distintos y múltiples casos estudiados estadísticamente, los cuales se nos muestran de forma oral o escrita, es que el ciudadano no sabe si están falseados al alza o a la baja. Cuando los estadistas estudian un caso siempre aplican un método estadístico, impregnado de parafernalia y sofisticación, a unos datos que no significan estadísticamente nada que tenga que ver con la realidad cotidiana, como ya dejé asentado.

Carlos Benítez Villodres

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