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Cada vez se observan más conductas violentas en las escuelas. La mayoría de ellas  ligadas al bullying y a las redes sociales. Si no se tiene en cuenta la necesidad de establecer reglas claras de conducta entre iguales, corremos el riesgo de que la escuela devenga un espacio sin normas claras. Estas conductas violentas están vinculadas a una total falta de empatía y a una necesidad de poder sobre el otro. Las normas educativas deberían establecerse dentro del núcleo familiar y esto está fallando en muchos casos, porque las familias delegan la educación de sus hijos e hijas en la escuela. No debemos olvidar que la familia es realmente la responsable de la educación de los hijos e hijas y que esta función no puede delegarse exclusivamente a la escuela. Pero muchas veces es la escuela la que tiene que tomar el papel, de educar a los alumnos en las normas básicas de convivencia y de organización psicoafectiva. Las consecuencias de esta deficiente educación por parte de la familia, da lugar a que, en muchos centros docentes, se observe cada vez más alumnos con conductas violentas que provocan malos tratos entre iguales.

En las escuelas existen protocolos claros de actuación frente a estas situaciones de violencia. En todos los centros docentes existen tutorías que favorecen el desarrollo de la empatía, contra la violencia y las conductas machistas, a favor de relaciones interpersonales respetuosas, y un largo etc. No obstante, con frecuencia los medios de comunicación nos informan de diferentes situaciones de violencia en los centros docentes. Situaciones de violencia entre iguales pero también ataques de alumnos y de padres y madres a docentes. Entonces, ¿Cómo debemos entender que lejos de disminuir esas conductas, ocurra todo lo contrario?.

Una forma de entender el problema sería valorar cómo esos menores aprenden estas conductas violentas. Pensemos el símil entre los bebes y un edificio en construcción. Un bebe se crea a partir del deseo de sus padres de tenerlo. El proyecto de la construcción de la casa estaría  relacionado con el deseo y la planificación de un embarazo. La primera piedra seria la concepción. Los cimientos de esa construcción correspondería al tiempo de embarazo, y finalmente el parto se relacionaría con la llegada de los  cimientos   al nivel de tierra. Una vez hemos llegado al suelo, levantar el edificio implica todo el proceso de desarrollo psicoafectivo y somático de ese bebe. Finalmente las paredes maestras estarían formadas por cómo se van desarrollando y formando  las emociones y los vínculos afectivos. Los niños y niñas aprenden las conductas, que desarrollaran a lo largo de su vida, en su círculo familiar. La familia educa, modela el carácter y da lugar al desarrollo de la empatía y la asertividad. La relación de los padres con sus  hijos es fundamental para su desarrollo psicoafectivo y somático de los hijos. Su salud somática, psíquica, cognitiva, sexual y social está fuertemente relacionada con el modelo de actuación y organización de sus respectivas familias.

Si bien es fundamental que en las familias se desarrolle la parentalidad positiva, también lo es en los centros docentes. Entendemos como parentalidad positiva el amor incondicional por los hijos, el respeto por el interés superior del hijo y promover el desarrollo de sus capacidades. El buen trato de los hijos también está ligado con establecer normas claras y límites relacionados con la realidad social en la que los menores viven, por lo que es importante no confundir autoridad con autoritarismo. No fijar normas claras ni poner responsabilidades por los actos realizados es una forma de maltrato

La escuela enseña pero la verdadera educación, como les decía,  se da en la familia donde los niños, niñas y adolescentes realmente captan las conductas que reproducirán a lo largo de su vida. Esta responsabilidad  no puede ser delegada en los docentes y las escuelas. La escuela puede ayudar a reforzar los aspectos relacionados con el desarrollo de la empatía, la asertividad y la mentalización, pero si no se dan de forma natural  en el ámbito familiar, el trabajo de la escuela puede ser muy difícil de llevarse a cabo. La escuela, por la estrecha y continuada relación con los alumnos,  puede cumplir el papel de detección de formas de violencia y aplicar medidas para evitarlas. Para ello es muy importante la formación de los docentes, pero también de todo el personal no docente (monitores, servicios limpieza y comedor, etc..) con él que se relacionan los niños, niñas y adolescentes.

Hay muchos indicadores que nos pueden hacer pensar que un alumno es víctima de violencia, siendo el cambio brusco en la conducta,  sin una causa clara que lo explique, lo que debe ponernos en alerta. Cambios como: fracaso escolar, conductas disruptivas, sentimientos depresivos, apatía, cansancio, absentismo escolar, conductas sexuales inapropiadas para la etapa evolutiva, uso de drogas, vandalismo, etc.., son indicadores claros de que a ese alumno le está pasando alguna cosa grave o al menos alguna cosa que le está preocupando mucho y que le produce malestar emocional.

 El docente suele estar sometido a diferentes presiones, no solo por parte de la administración educativa, sino también por parte de las familias. En muchos casos, se suele hacer recaer en los docentes la delegación de responsabilidades que son exclusivas de la familia y otras veces se les desautoriza cuando aplican normativas en las aulas. Los cambios en la forma de funcionamiento de los centros docentes puede generar situaciones de confusión. Ella estaría relacionado con no tener claros los límites entre roles y funciones de docentes y alumnos, dando lugar a una pérdida de límites y de cómo aplicar las normativas. Confundir autoridad con autoritarismo y no entender que hay una diferencia clara de roles y funciones entre los alumnos y los docentes, favorece la violencia en las aulas. Los docentes juegan el importante papel de factor protector de los alumnos, mostrándoles que están en disposición de apoyarles y reconocerles, evitando que en las clases existan “alumnos invisibles“. “El alumno invisible” es aquel que muchas veces resulta más difícil de identificar y es al mismo tiempo el que puede presentar mayor riesgo de padecer algún tipo de violencia. El docente preocupado por sus alumnos es aquel que identifica conductas que le hacen sospechar que ese alumno pueden  encontrarse bajo una situación de violencia. Cuando eso ocurre, una técnica que puede ser muy útil para hacer un acercamiento positivo a ese alumno seria decirle: “últimamente he notado que lo estas pasando mal. No sé qué es lo que te pasa. Pero yo estoy a tu lado para cuando tú quieras comentármelo”. Esta es una buena forma de acercamiento. Le estamos diciendo que nos hemos dado cuenta que está padeciendo, que le apoyaremos, que puede confiar en nosotros, que no está solo  y que pondremos en marcha lo que haga falta para intentar que esa situación de violencia que le está provocando padecimiento y malestar puede resolverse y que no vuelva a suceder.

A partir de la ley del menor de junio/2021, se ha creado, en los centros escolares, la figura del delegado de protección infantil. Esta figura es fundamental para el correcto desarrollo del clima positivo en la escuela, y para ayudar a los alumnos a desarrollar conductas asertivas y empáticas. La figura del delegado de protección infantil permite desarrollar el buen trato en la escuela, porque es el encargado de velar por la seguridad de los menores, garantizándoles que la escuela o el instituto  sea un lugar seguro. Lugar seguro para los aprendizajes y para evitar que la escuela sea un espacio donde reinen las diferentes formas de violencia,  ya sea por parte de los docentes como por parte de los iguales. Violencia ligada a situaciones de abuso sexual o malos tratos, tanto dentro del espacio de la escuela como fuera de ella, especialmente con todo lo relacionado con el acoso entre iguales.

 Otra cuestión que no debemos olvidar es que en situaciones de violencia o maltrato pueden intervenir diferentes agencias. Porque se puede detectar violencia en la escuela pero también la confianza con el docente puede destapar graves malos tratos, negligencia o abuso sexual dentro del núcleo familiar o en otros espacios. Como decíamos, la detección está ligada a los aspectos de confianza del menor con el docente. Por ello es muy importante que se tenga en cuenta el trabajo en red con esas otras agencias que puedan intervenir, para dar una ayuda global e ese menor y a su familia. Para finalizar, pensamos que la escuela es un gran elemento protector contra el maltrato infantil por su papel positivo en la formación, tanto a nivel de enseñanza como emocional, de los niños, niñas y adolescentes. La educación en positivo, la claridad en los roles y funciones de alumnos y docentes, es la función preventiva de la violencia y desarrolla, como decíamos, la asertividad, empatía y mentalización de los alumnos.  

Dra. Carme Tello Casany Psicóloga clínica 

Presidenta Associació Catalana per la Infància Maltractada ACIM

Presidenta de la Federación de Asociaciones para la Prevención del Maltrato Infantil FAPMI

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