La escritora de los sueños. 1ª Parte

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–Que quieres ¿qué?

–Un libro.

–Hijo, déjate de tonterías y olvida esas fantasías. Deja ya de soñar, es una pérdida de tiempo, pisa el mundo real. Anda vete a la cama que mañana hay trabajo.

El joven Cristian cerró los ojos y cayó en un profundo sueño. La Ninfa de los sueños le cogió de la mano y lo llevó a su mundo.

–¡Por fin has llegado!, –exclamó el anciano–. ¡Oh! Veo que la Ninfa te ha encontrado, te hemos esperado impacientes. Yo soy Pedro y mi compañera Mariam. No os quedéis ahí fuera, entrad.

Aquella pareja tan encantadora parecía salir de las páginas de un cuento. Aquello convenció al joven invitado de que, al día siguiente despertaría en su cama y recordaría aquello tan sólo como un hermoso sueño.

Pedro tenía el aspecto de un simpático mago. Pero no de los de varita mágica, sino de taller, los de experimentos con fórmulas y pociones, un alquimista. Al menos eso hacía pensar las manchas circulares de hollín alrededor de los ojos, marcas de la explosión de alguna extraña pócima en su cara mientras llevaba unas gafas protectoras. Sus ojos no eran muy grandes, ni expresivos, pero los abría tanto al hablar, que daba vida a todo lo que decía.

El rostro envejecido de Mariam, no impedía mostrar que en otro tiempo fue una mujer muy bella. Sus ojos eran de un azul felino muy claro. Sus cabellos largos y blancos que caían sobre un pijama rojo de punto la hacían encantadora.

Cristian examinó cada rincón de aquella casa y ni la mejor descripción de ningún cuento que hubiese leído, le habría hecho justicia. En el aire flotaba aroma a chocolate recién hecho. Una cómoda antigua, soportaba un gran espejo y delante un desfile de fotografías. Al fondo una pequeña mesa llena de papeles desordenados y sobre estos una máquina de escribir antigua, una preciada Rémington, una autentica pieza de coleccionista.

Cristian se sentó en una pequeña butaca frente a una chimenea de enorme boca que guardaba un extraño fuego. Las llamas eran lentas y al elevarse dibujaban hermosas figuras. Fascinado se giró y preguntó.

–Pero ¿qué sitio es este?… ¿Dónde estoy?

–¿Qué dónde estás? En el mundo de los sueños –dijo Pedro– el lugar donde nacen, un mundo lleno de criaturas mágicas auténticas. Nosotros somos los constructores. Utilizamos vuestra imaginación junto a algunos condimentos mágicos con los que creamos escenarios y personajes entrañables en vuestros sueños. Construimos los sueños.

–Pedro es el ingeniero… –continuó Mariam mientras se sentaba con razonable lentitud en una vieja butaca– en su taller mezcla los condimentos necesarios para cada tipo de sueño y entonces añade algo esencial en nuestro mundo. Algo que lo une todo para que surja la magia y nazcan los sueños. De ese algo me encargo yo. Soy la escritora del mundo de los sueños.

–¿Escribes las historias de mis sueños? –dijo Cristian.

No, yo vivo atada a esa vieja máquina de escribir para crear las historias de tus libros, si, de esos que escondes de tu padre. Los libros siembran semillas en los niños y en los adultos que todavía creen en la magia, para que surja la imaginación. Gracias a los libros soñáis aventuras, soñáis mas vívidamente, soñáis en colores que no habéis visto nunca, vivís el doble de tiempo porque vivís mientras soñáis.

Mariam pausó y su sonrisa que parecía eterna desapareció. Cambió el tono de su voz a uno triste, hasta las danzarinas llamas de la chimenea casi se extinguieron.

–Desde hace ya mucho –continuó Mariam con los ojos brillantes–, cada noche miles de niños, niñas y adultos que todavía sabían sentirse pequeños, al cerrar los ojos para dormir, venían hasta nosotros con sus pijamas. Volvían dispuestos a vivir mil aventuras y aquí estábamos, a la espera de su llegada. Pero desde hace algún tiempo están pasando cosas muy extrañas. Todo empezó en el epicentro de nuestro mundo, fue atrapado por una magia negra desconocida que se alimentaba de imaginación. Los niños comenzaron a sustituir los libros por extraños artilugios, muchas pantallas que ya le ofrecían sueños enlatados donde ya no era necesaria su imaginación y a los padres les ocurrió algo parecido, se convirtieron en adultos demasiado serios y carentes de imaginación. Ya quedan muy pocos que todavía soñáis, que todavía disfrutáis con un buen libro.

Cristian asentía con la cabeza sin darse cuenta de ello. Pensó en las personas que conocía y encajaban con su descripción, además recordó algo que su padre dijo sobre cierto científico, que bautizó su descubrimiento como el “nosueño evolutivo”, al averiguar que las personas sueñan cada vez menos.

–Vuestra imaginación es la magia más poderosa que existe, –aclaraba Pedro, aunque sabía que a Cristian se le amontonaban las ideas que debía asimilar–, es el principal fermento con el que creamos los sueños. Pero esa magia negra tecnológica la está destruyendo.

La Ninfa caminaba impaciente de un lado a otro de la estancia, se sentaba y agitaba la pierna con movimientos involuntarios. Volvía a levantarse y caminaba de nuevo, ya no podía más al ver que a Cristian se le agolpaban las noticias. Ni siquiera parecía entender lo de la imaginación y el fermento, de modo que quiso acortar las explicaciones a su manera.

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–A ver, para que lo entiendas, puesto que en vuestro mundo sois tan racionales –La Ninfa parecía algo irritada– necesitareis una respuesta científica por supuesto. Pues ahí va. Gracias a la neuroplasticidad de vuestro cerebro, la lectura provoca sinapsis en vuestras neuronas produciendo la imaginación. Esta produce cambios químicos que, como consecuencia, modifican emociones que intervienen en la creación de los sueños. Químicamente elaboráis neurotransmisores mediante enzimas, que producen el aminoácido Triptófano conocido como hipnosis natural. Este regula la serotonina que a su vez controla la producción y buena recepción de los sueños en la fase MOR, produciendo espigas ponto-genículo-occipitales, que además de haceros más inteligentes debido al material cognitivo de los sueños, también os hace más inteligentes emocionalmente debido al alto contenido emocional de estos. A mi juicio fruto de un sabotaje, alguien trata de impedir que tengáis tiempo para imaginar, de modo que no se produzca el triptófano y como consecuencia no viváis esos procesos emocionales y creativos que te ayudan a aprender y desarrollarte. El estrés y la estimulación eléctrica mediante aparatos sobre el locus coeruleus producen esta carencia.

Todos se quedaron boquiabiertos mirándola, nadie sabía que decir, Mariam y Pedro la conocían, pero nunca dejaba de sorprenderles. Desde luego habló más como una científica que como una Ninfa de los sueños y el silencio duró más de lo deseado, una pausa algo incomoda sobre todo para ella.

La Ninfa se dio cuenta de que estuvo fuera de lugar y se sentó de nuevo en el borde de la silla, con las piernas juntas y la cabeza agachada, sin saber dónde poner las manos.

–Vale… creo que me quedare con la explicación de Pedro, un poco más romántica –ironizó Cristian, pero desde luego sin salir de su asombro.

–¡Cuánto echo de menos construir sueños!, –dijo Pedro para liberar a La Ninfa de aquel incomodo protagonismo–, con mucha suerte me tocan dos o tres a la semana, creo que terminare oxidado, con lo emocionante que era ver los sueños en movimiento.

Pedro se quedó pensativo por unos segundos mientras miraba hacia el techo, como si pudiera ver a través de este y de repente un pensamiento alegre le hizo regresar.

–¡Vaya! ¡Todavía recuerdo el último sueño que creé para ti!, –dijo Pedro– ¿Te gustaría ver como creamos los sueños

–Si claro, estoy deseando –contestó Cristian.

CONTINUARÁ

Manuel Salcedo

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