Homenaje a la mujer aceitunera de Arjona
Abatidas y con la mirada perdida, caminaban las “fanegueras.” Los rayos del sol se asomaban tímidamente por encima de los tejados. Comenzaban a despuntar las claras del alba y ya se podían ver por esos caminos y veredas intransitables. Siluetas recortadas de hombres y mujeres caminando para llegar al “tajo o corte” de aceituna. El pueblo quedaba solitario, sus calles vacías, grandes y chicos, hombres y mujeres, todos los que podían aprovechaban la recogida de la aceituna. Duros “destajos” que se alargaban desde Diciembre hasta Marzo. Soportaban las inclemencias del invierno, abrigadas con ese” refajo” de tela recia parecida a lona, pero que apenas las protegía del frío y por la que traspasaba la pegajosa humedad de la tierra, calándoles hasta los huesos de sus rodillas. Como complemento un “pañuelo” cubriendo sus cabezas, el cual evitaba en cierta medida los temidos “sabañones” en las orejas. Y como en una estampa típica se veían a los hombres con sus “yuntas” de mulas y un “varejón” al hombro seguidos por las mujeres.
Estas como cada día debían hacer acopio de fortaleza y constancia derribando esos tabiques invisibles, que separan las horas de la noche de las del día, para dejar hechas antes de marcharse las “faenas” del hogar. El guiso en la candela, los braseros de “picón,” lavar o acarrear el agua desde las fuentes, dando así su primer jornal en la casa. Para después seguir al marido o a la “cuadrilla” para continuar dando su segundo “jornal” esta vez en el campo.
Sus rostros delicados se ennegrecían y curtían atacados por ese frío solano que las abofeteaba sin piedad a primeras horas de la mañana. Manos desprotegidas, indefensas, se entumecían agrietadas por las escarchas y las negras heladas que se apoderaban de hierba, hojarascas y terrones maltratando sus dedos como afilados cuchillos. Convirtiéndose en unas ásperas manos de mujeres aceituneras.
Y bajo el brazo su preciada herramienta de trabajo su “ esportilla “ de esparto, esa espuerta que bajo el olivo llenaban una y otra vez. Mientras las más jóvenes cogían las “ saltás “ y otras provistas de unos “escobones” hechos de “varetas” barrían las negras “ solás “de aceituna que igual que una alfombra cubría el suelo del olivo.
Olivos que un silencio enmudecido eran testigos de sus lamentos, risas o sueños. Revueltas entre sus charlas alguna que otra canciocilla de amores y desengaños.
Y en sus pensamientos siempre lo mismo ganar todo lo posible en el destajo. Sus jornales servirían para aliviar su maltrecha economía y poder tapar algunos agujeros. Conseguir esas pesetas con las que poder apañar el ajuar de las hijas casaderas, hacer una poca obra en la casa o dar una vuelta de ropa para toda la familia.
Fanegueras recogiendo aceituna. Años 70
Y al caer la tarde desandar el camino andado volviendo sobre sus pasos, con el cuerpo dolorido y en su rostro cansancio, pero la satisfacción de un jornal bien ganado.
Lección que aprendieron de sus abuelas, de sus madres y luego enseñaron a sus hijas.
Mujeres que desde pequeñas mamaron el duro trabajo del campo. Generaciones y dinastías de mujeres aceituneras, “ fanegueras” orgullosas que trabajaron de sol a sol, levantando con su sudor sus casas, su pueblo, sus campos.
Ahora en nuestros días especie casi extinguida. La mecanización las ha relegado a un segundo plano pero, no por ello debemos olvidar a las que no hace tanto tiempo fueron un pilar fundamental para mejorar la economía de sus casas.
No, no fueron en vano sus esfuerzos y estas líneas son para recordarlo. Ya que gracias a la ayuda del jornal de esas madres aceituneras, hoy la mayoría de los jóvenes tenemos una educación con unos firmes cimientos, algo de lo que ellas carecieron. No hemos tenido la necesidad de pasar esas “ fatigas “, esos sacrificios, esos sudores de aceituneras, que sin duda deben llenarles de orgullo. Además nos han dejado algo de suma importancia el regalo de su legado que aún vive presente, por ello sabemos que la mujer tuvo y debe tener un lugar importante en nuestros campos adaptándose a los nuevos tiempos.
TOÑY ESCABIAS