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Recuerdos… obras… sensaciones… Gracias

 

El Paraíso Terrenal

Hay una Costa en Granada

donde el sol  saluda al mar

y en ella, la riqueza de sus dones

saludan al caminante al pasar.

 

De ella dicen que sus playas

el cristal quedó prendado

dando el color intenso

en  olas, azulado.

¡Costa Tropical!

Lugar para nacer,

lugar para crecer,

lugar para existir…

Más allá de las  montañas y el mar…

¡La vida nace en la Costa Tropical!

 

Hay una Costa en Granada

donde la luna saluda a las montañas

y en ella, la fuerza de sus tierras

saludan  al oriundo en las mañanas.

 

De ella dicen que sus llanos

el Cielo los elevó hacia lo alto

dando el color intenso

en  senderos  averdados.

¡Costa tropical!

Lugar para vivir,

lugar para descansar,

lugar para existir…

Más allá de montañas y el mar…

¡La vida renace en la Costa tropical!

Hay una Costa en Granada

donde el sol  saluda a los valles

y en ella, la riqueza de sus frutos

saludan  al visitante en sus calles.

De ella dicen que en  sus campos

Dios creo el paraíso

dando el color intenso

en  manjares  al unisono.

¡Costa Tropical!

Lugar para soñar…

 lugar para amar,

 lugar para existir

entre la tierra y el mar…

 

La Costa tropical

un lugar  ¡donde el Cielo

creó su  Paraíso Terrenal.

 

 

Recordándote “El mar en tu mirada”

 

En esta tarde de agosto anduve buscando la calidez del mar entre tus  montañas de nieve,   allá por tierras de granadinas, caminé sin rumbo sintiendo el frío de la helada sobre mi pecho y refugiándome en la estancia de mis momentos,  encendí  un fuego que calentara vientos bañados por  las olas  tropicales de tus costas serenas.

 

Sentada en el buró del tiempo… releo mi propia leyenda, asomándome  a los enjambres de  mi vida por las ventanas de  vidrios empañados. La habitación que mira a la playa de arena negra de guijarros está caldeada  y entornando los ojos… viajo a mundos de tonos azules, lugar de reposo de mareas que juegan a salpicar con sus   gotas  ensueños de  otras tierras… Tu mar… Tu costa… Tu trópico… quedó prendido en mi alma marinera y navegando por tus aguas  profundas un remanso de paz me sosegaba ola a ola…

 

Hoy he deshecho la maleta junto al valle  de Lecrín, en  ese lugar mágico donde tantas tardes de otoño veía caer la noche tras los cristales del viejo Renault, creí que  el camino me recordaría a ti, pero no fue así, al llegar a la altura de pueblos encalados lloré al no sentirte, observé trozos de tierras fértiles, removida por tormentas de verano y apoyándome sobre una piedra erosionada sostuve la sombra de un amor tranquilo como los reflejos del rio Dúrcal en la distancia…

 

Elevé mis ojos pidiendo  sueños suaves  en la noche apagada, sentí frío… un frío extraño… que me trasladó  a los pasillos más internos de mi existencia, recordando la nieve en mis zapatos  anidé en tu  abrigo, cobijándome en la ternura de tus brazos en el Parque de la Fuente y  ansiando la obscuridad… besé tus labios… junto al mar.

 

Miré mi cuerpo helado, busqué leña recogiendo ramas secas de árboles abandonados, hice una hoguera junto al camino, calenté mi vaho, cerré nuevamente los ojos y contemplé en el Peñón  un cielo estrellado.

 

Luces brillantes jugaban a ser mares, a construir tonos azulados, unas se pusieron en fila y otras estiraron mis manos, sentí tu amor certero, desde el cielo al otro lado, dejé de caminar sola, porque pude abrazar nuevamente  tus caricias sin recordar el pasado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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