FLAMENCOS TOREROS (II). ENRIQUE EL MELLIZO (1846 – 1906).

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No supone error alguno afirmar que la historia flamenca comienza a tener noticias  ciertas con el cantaor  Enrique Jiménez Fernández, conocido como “Enrique  el Mellizo”, quien, junto a  Silverio, Chacón y Manuel Torre, forma, opinión  muy  generalizada, el cuarteto de mayor  trascendencia en la corta, pero  significativa, historia del arte  gitanoandaluz; aparte de  poseer  unas  extraordinarias  dotes  musicales y una especialísma dicción para  crear nuevos estilos  flamencos, según nos cuenta la “tradición oral” en la persona de Aurelio de Cádiz (1887 – 1974). La vida taurina de este “genio del cante” es altamente significativa. Actuó, en sus inicios, como banderillero en la cuadrilla de Manuel Díaz (“Lavi” hijo) y, poco después, en la de Antonio Ortega Ramírez “El Marinero” (1857 – 1910), gaditanos y gitanos como Enrique el Mellizo, cuya vida taurina se reduce, en los últimos años, a ser “puntillero” del torero sanluqueño Manuel Hermosilla Llanera (1847 – 1918), que era su compadre y admirador. Según nos cuentan los flamencólogos Fernando Quiñones y José Blas Vega – cfr. “LOS TOROS”, pág. 723, de Jośe María de Cossío – “El Mellizo” debió poseer buenas facultades físicas, a pesar de su desmedrado aspecto, cuando en 1876 se disponía a apuntillar a un toro en la plaza de toros de Cádiz, el animal se incorporó y lo atacó de golpe; El Mellizo dió al punto una veloz vuelta acrobática, provocando en los tendidos una ovación.

         Me parece conveniente, oportuno  y  didáctico que los lectores de GRANADA COSTA  conozcan, aunque de forma breve, el perfil humano y artístico de  tan notable andaluz – el más grande  cantaor que ha tenido Cádiz –  porque, a pesar de que el Mellizo no dejara grabada su voz, conocemos perfectamente  cómo eran sus cantes a través de testigos coetáneos: Antonio  Chacón, Manuel Torre, Aurelio de Cádiz, etc. Sobre este particular, Pedro Camacho Galindo escribe: “… Entre los  pilares gitanos del cante, Enrique el Mellizo, es el más eminente, el menos discutido y el de mayor exactitud  histórica”, cfr. “Los payos también  cantan flamenco”, pág. 112. Son muchas las caracterísiticas que sobresalieron en este “Forjador del Arte Flamenco”, por lo que se le ha atribuído la creación de Malagueñas, Tientos, Soleares, Alegrías, Seguiriyas, etc. Y todo esto por una sencilla razón: “El arte nace en la persona”, es decir, es algo inmanente en el ser humano. Ni payo ni gitano, sino el  HOMBRE/ SER HUMANO, cfr. “Perfiles Estéticos y Biográficos de Cantaores Flamencos”, pág. 21, de Alfredo Arrebola (Málaga, 1998).

       Enrique el Mellizo nació para “crear” y hacer nuevos cantes. Y creó, realmente,  una estética “sui géneris” en la historia flamenca. Por él se definen un buen número de cantes. En esta línea está el pensamiento de Fernando Quiñonez (1930 – 1988): “El  Mellizo  fue un verdadero “músico”, dotado de una intuición y sentido fabulosos junto a un raro, centelleante poder de creación y adaptación que le permitían convertir en oro “jondo” cuanto su oído y a su voz captaban, incluídos  sus

propios dolores y desasosiegos”, cf. “De Cádiz y sus cantes” (Barcelona, 1964).  Ricardo Molina – cf. “Mundo y formas del cante flamenco”, pág. 195 (Sevilla,1971) lo enjuició así: “Nos encontramos ante un  genio plurivalente que, como Silverio, constituyó excepción en su época caracterizada por el predominio de la especialidad. Enrique el Mellizo lo cantó genialmente todo”.

      Cuantos conocieron a El Mellizo, bien por referencias de su hijo, El Morcilla” (José  Enrique Jiménez Espeleta, 1877 – 1929), bien indirectamente, están de acuerdo en tributarle el grado máximo de “creador”. Lo que explica que los flamencos lo califiquen  de “músico  nato”, dando  a  entender que poseía  una  extraordinaria inventiva musical para adaptar y adecuar los “cantos” y cantes a sus facultades. El Mellizo – ya se ha dicho – es el primer cantaor de quien tenemos noticias ciertas no sólo de su nacimiento – Cádiz, 01/12/1848 -, en la calle Mirador, 29, en pleno Barrio de Santa María; fue bautizado en la Parroquia de Santa Cruz con los nombres de Francisco Antonio Enrique Jiménez Fernández, y su muerte acaeció el día 30 de  mayo de 1906. Aunque la reseña sea sumamente  sucinta, es cierto que este cantaor llenó plenamente la llamada “Época de Oro del Flamenco”.

  No es correcto decir que  El Mellizo no fuera  “cantaor profesional”- oficio poco frecuente en aquella época – , ya que se sabe que actuó en los centros flamencos de Cádiz y Sevilla. Fernando Quiñones asegura que, en muchas ocasiones, El Mellizo se ayudó económicamente cantando en los viejos tablaos gaditanos, sobre todo en el de La Jardinera, en el veraniego “Salón del Peregil” (hoy Parque  Genovés), donde presidió y consagró, en 1885, a un Chacón de veinte años, y en el Café de la Filipina. Presidió, asimismo, frecuentes y memorables fiestas  flamencas en Jerez, San  Fernando, los  Puertos, Sevilla  y, sobre todo, Cádiz. Añadiremos también que El Mellizo no fue “mellizo” de nadie; el nombre artístico se debió a que su padre y su tío fueron hermanos mellizos, por lo que “Mellizo” significaría – muy andaluz – “…el del Mellizo”, es decir, el hijo del Mellizo.

        Enrique Jiménez Fernández “El Mellizo” estuvo casado con Ignacia Espeleta Ortega, familia ilustre de grandes cantaores  gaditanos. Del matrimonio Jiménez-Espeleta nacieron  José Enrique, Antonio y Carlota, herederos directos del cante de su padre, y cuyo testimonio flamenco se ha conservado también para otros cantaores posteriores: Aurelio de Cádiz, Manolo Vargas, Pericón  de Cádiz… La llamada “Escuela de Cádiz” arranca, pues, del genial y misterioso músico flamenco ENRIQUE EL MELLIZO. Algún que otro flamencólogo ha dejado dicho que “… al parecer, como cantaor-ejecutante no alcanzó la misma estatura que como creador o compositor”, cfr. P. Camacho Galino,op.cit. Ahora bien, esa afirmación no puede demostrarse porque, por desgracia, carecemos de grabaciones del cantaor  gaditano. Lo que sí está demostrado es que todos los cantes del Mellizo estaban inspirados en los “cantos populares/folkóricos” de Cádiz, pero él supo insuflarlos del flamenquismo que hoy, a través de Aurelio de Cádiz, tienen las tradicionales formas flamencas del Mellizo. Si quisiéramos conocer el fondo psíquico del Mellizo, nos bastaría  con ver  la única fotografia -según tradición – que tenemos de él: aspecto tristón y romántico. Sus cantes llevarían lógicamente la impronta de su personalidad: Flamenco y Torero.

Alfredo Arrebola

 

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